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La princesa Ana cumple 71 años y este será para la hija de la reina de Inglaterra uno de sus aniversarios más difíciles. Es la primera vez en sus ya más de siete décadas de vida que la Princesa Real -título que ostenta desde que la monarca se lo concediera por ser su hija mayor (y única) siguiendo la tradición en el año 1987- que Ana vive esta fecha sin su padre, el duque de Edimburgo. El príncipe Felipe fallecía el pasado mes de abril a los 99 años poco después de regresar al Castillo de Windsor tras varias semanas ingresado en un hospital de Londres.
A diferencia de lo que muchos puedan pensar, la princesa Ana ha sido, con diferencia, la favorita del duque de Edimburgo y la más parecida a él en lo que se refiere a carácter. Y es que la llegada de Carlos de Inglaterra pilló al consorte jugando al squash y aunque fue él el único que lo visitó en su última estancia en el hospital -quizás consciente de que el final estaba más cerca que lejos y quería darle algunas indicaciones-, con Ana siempre ha tenido una relación muy especial.
A lo largo de los años que ha estado al servicio de ‘La Firma’, Ana ha dado sobradas muestras de su compromiso con la institución. No en vano, suele ser el miembro de la Casa Real que más tareas de representación asume a lo largo del año, por encima incluso del príncipe Carlos -en alguna ocasión muy puntual la ha superado-. A esto hay que sumar que fue la primera en pedir que sus hijos no llevaran título alguno ni recibieran tratamiento de Alteza Real, para que así su vida pudiera ser lo más normal posible.
Y es que si hay algo que la Princesa se toma en serio es su agenda. Dicen quienes la conocen que no para ni siquiera para tomar una taza de té y que sigue un plan muy estricto, lo que a veces genera agotamiento en su séquito que, por otra parte, es muy reducido. De hecho, no tiene ni estilista ni peluquero ni maquillador. Es incluso capaz de ajustarse ella misma las tiaras si es necesario. Eso sí, reconoce que puede perder los nervios. Por ejemplo, cuando intentaron secuestrarla se le rompió el vestido hecho a medida y se puso un tanto nerviosa. Algo que, por otra parte, resulta cuanto menos comprensible.
Si hay algo que le apasiona son los caballos. Una afición que comparte con su madre y con su hija Zara. Tal es su devoción por los equinos que su padre, el duque de Edimburgo llegó a decir en una ocasión que: “si no se tira pedos o come heno, ella no está interesada”, en relación a que los caballos le interesaban más que cualquier otra cosa.
Al igual que la reina Isabel, parece que la Princesa no tiene intención alguna de dar un paso atrás: “no creo que la jubilación tenga el mismo sentido para mí que para el resto”, dijo en una ocasión. Está claro que tenemos Princesa Real para rato.