En su castillo de Neueschwenstein  se inspiró Disney, pero la historia de Luis II de Baviera no es tan feliz como los cuentos de la mítica compañía. El príncipe alemán disfrutó de una infancia y una adolescencia relativamente tranquilas, pero parece que nadie puede escapar de la genética y mucho menos de un amor prohibido. A Luis le pasó factura el gen de la locura que ya habían padecido varios de sus familiares, pero en su caso fue a peor. El joven príncipe se enamoró perdidamente del compositor alemán Wagner tras ver una de sus óperas.

El músico Richard Wagner en un grabado / Gtres

A pesar de la diferencia de edad entre ambos -Luis tenía 19 y Wagner 51-, no cesó en su empeño y consiguió que el genio se trasladara a Múnich, donde costeó todos sus caprichos. Con lo que no contaba Luis era con que Wagner se traería a su director de orquesta y a la mujer de este, con quien además mantenía una relación en secreto. La conservadora sociedad de la época no soportó la poca moralidad del Príncipe, que descuidó a su pueblo por el amor del músico. Finalmente, el Parlamento bávaro destituyó a Luis II por loco. Fue ingresado en un castillo, a modo de manicomio, con máxima vigilancia, de dónde no regresaría jamás. Nunca se supo si murió por accidente o si se suicidó aunque lo cierto es apareció ahogado en un lago cercano al castillo.