Punto y aparte en Mónaco: Charlene se ‘impone’ a Carolina
Diez años después de su boda con el príncipe Alberto y tras numerosos rumores de crisis, la princesa Charlene por fin ha conseguido encontrar su sitio en el Principado, a pesar de que no se lo han puesto fácil.
Han pasado diez años desde que el príncipe Alberto de Mónaco contrajese matrimonio con la nadadora sudafricana Charlene Wittstock en una doble ceremonia a la que acudieron representantes de numerosas casas reales europeas. Vestida con un impresionante diseño de Valentino y sin tiara, nada más que una guirnalda de flores que adornaba el recogido bajo por el que se decantó y que fue un préstamo de la princesa Carolina.
Apenas unos días antes del enlace fueron muchos los rumores que surgieron en torno a la relación del Príncipe y la sudafricana. Aunque nunca se ha confirmado, se dice que una semana antes de casarse, Charlene hizo las maletas y se fue al aeropuerto de Nza, dispuesta a dar carpetazo a su relación con el soberano monegasco. Según parece, la policía la interceptó en el aeródromo, pero nunca hubo una versión oficial sobre el tema.
El diario L’Express tuvo noticia del supuesto intento de fuga de la hoy Princesa y publicó una información al respecto. Era el principio de una serie de especulaciones que convirtieron a la sudafricana en una nueva versión de ‘Novia a la fuga’ y que encontraron cierta confirmación cuando la joven derramó algunas lágrimas en su boda religiosa. No fueron muchos los que las atribuyeron a un momento de felicidad, sino más bien lo contrario, ya que, otra noticia publicada por el Sunday Times afirmaba que el soberano había tenido un tercer hijo fuera del matrimonio y Charlene le había pedido, sin éxito, que anulara el compromiso. La propia Charlene dio algunas declaraciones al respecto e intentó zanjar el rumor, pero todavía sigue sonando de vez en cuando.
Sea como fuere, la Charlene de hoy nada tiene que ver con esa joven que le dio el ‘sí, quiero’ a Alberto de Mónaco. Amén de la innegable transformación física, ha logrado hacerse un importante hueco en el Principado, aunque no lo ha tenido nada fácil.
En el momento en el que Charlene se convirtió en consorte, era Carolina de Mónaco quien, desde tiempo atrás, estaba ejerciendo en el Principado las labores propias de una Primera Dama. La hija mayor de Grace Kelly y Rainiero no solo heredó las joyas más importantes de los Grimaldi sino que, además, hasta el nacimiento de Jacques y Gabriella, sus hijos ocupaban los puestos más importantes en la línea de sucesión. A día de hoy, la situación es la contraria, lo cual, por otra parte, es lo natural.
A pesar de que los primeros años de la sudafricana no fueron especialmente fáciles, el nacimiento de sus dos hijos supuso un soplo de aire fresco. Tres años después de la boda nacían Jaques y Gabriella de Mónaco y la continuidad del linaje estaba garantizada.
No es ningún secreto que frente a otras royals que aparentemente mantienen más compromisos oficiales, la agenda de Charlene es bastante reducida e incluso se ausenta durante temporadas como ha ocurrido recientemente, que ha participado en una campaña en contra de la caza furtiva en Sudáfrica. Un proyecto en el que ha contraído una infección odofaríngea que le ha impedido volver a casa y que, por tanto, pasará este aniversario lejos de su marido y de sus hijos. A pesar de esto, según han confirmado fuentes oficiales, sigue vinculada a sus proyectos y además continúa compartiendo algunos contenidos en su perfil de Instagram, donde publica detalles de su día a día e imágenes privadas de la familia.
A lo largo de esta década, al margen de las bodas de los otros miembros de la familia Grimaldi, si hay algo que ha cambiado es la manera en la que ha quedado estructurada la casa principesca. Frente a una etapa en la que Carolina de Mónaco era la gran protagonista se ha pasado a un momento en el que su presencia es casi anecdótica, ya que ha dejado paso a las nuevas generaciones. Aunque muchos vieron en Charlene a la sucesora de Grace Kelly, la realidad es que la sudafricana tiene un estilo y unas maneras propias, que han llevado a Mónaco a un nuevo esplendor.