Carlos III, la víctima colateral del ‘portazo’ de los Sussex a Windsor
Se cumplen cuatro años de la salida de los duques de Sussex de la Familia Real
Las tensiones familiares han ido in crescendo desde entonces
El príncipe Guillermo no está dispuesto a ceder ante su hermano
Cuando en enero del año 2020 el príncipe Enrique y Meghan Markle anunciaron, de manera inesperada y a través de las redes sociales, su intención de retirarse de la vida institucional y ser independientes de la Familia Real, nadie pensaba que aquello sería el comienzo de un huracán en el seno de ‘La Firma’ que, cuatro años después, acabaría con dos hermanos absolutamente distanciados y un padre, Carlos III, en el trono que mira con cierta impotencia el punto al que ha llegado su hijo menor.
En 2020, en el momento en el que Enrique y Meghan sorprendieron con su llamativo anuncio, la pareja no desató de inmediato la guerra contra los Windsor, a pesar de que su decisión sí que generó malestar, sobre todo, por las formas en las que anunciaron su salida de la estructura de ‘La Firma’, sin tener en cuenta los estrictos protocolos de la Casa Real. Sin embargo, en aquel instante todavía vivían tanto la Reina Isabel, como el duque de Edimburgo y, de alguna manera, la longeva monarca logró apaciguar, en parte, las aguas. No por mucho tiempo.
En marzo de 2020, los duques de Sussex protagonizarían su último acto oficial como miembros senior de la Familia Real con el resto de los integrantes de la institución. Una jornada señalada, el Día de la Commonwealth que ahora, en 2024, cuatro años después, se vive de una manera diferente. Aquel día no se dudaba de la buena salud de la monarquía -pese a la avanzada edad de la Reina Isabel-, y tampoco se pensaba que los Sussex pudieran acabar siendo una amenaza para los Windsor. Sin embargo, la situación ha dado un giro dramático.
Una separación más que física
Este lunes, la Abadía de Westminster acogerá la celebración del Día de la Commonwealth pero este año solamente asistirán algunos de los miembros de la Familia Real. El rey Carlos III está centrado en su tratamiento para el cáncer, mientras que la princesa de Gales continúa de baja tras su misteriosa intervención abdominal. La reina Camila, el príncipe Guillermo, la incombustible princesa Ana y los duques de Edimburgo harán acto de presencia en el templo, junto a otros royals de la generación de Isabel II.
La actual situación del monarca y de su nuera, Catalina Middleton, propicia un escenario ideal para que los duques de Sussex se hubieran convertido en el respaldo del heredero, en un apoyo fundamental. Sin embargo, la distancia entre los hermanos es más que física. A pesar de que Enrique viajó a Londres en cuanto tuvo constancia de la enfermedad de su padre y pudo verlo, no tiene contacto con Guillermo que, además, no está dispuesto a perdonarle todas las declaraciones y acusaciones de los últimos tiempos. Dicen que un padre es capaz de hacer borrón y cuenta nueva ante cualquier circunstancia, pero un hermano no tiene por qué hacer lo mismo.
Para Guillermo, la actitud de Enrique es imperdonable, no solamente por cómo ha desafiado algunos de los protocolos no escritos de la monarquía y ha desvelado secretos que no deberían haber salido de los muros de Palacio sino porque, además, ha sido capaz de poner en el disparadero a su esposa.
Carlos, entre la familia y la institución
En el caso del rey Carlos III, varias fuentes han apuntado a que nunca ha llegado a cerrarle la puerta a su hijo menor, a pesar de que no puede perdonarle las críticas que ha vertido hacia la reina Camila. El monarca no dudó en retrasar su salida hacia Sandringham cuando le confirmaron que Enrique estaba llegando a Londres procedente de Los Ángeles y, a pesar de que apenas estuvo unos minutos con él, el propio duque de Sussex confesó pocos días después que le había gustado ver a su padre y que quería mucho a su familia.
Unas palabras que muchos interpretan como algo contradictorio, después de que haya criticado duramente la falta de apoyo que considera que ha tenido de la institución en sus momentos más complicados, aunque lo cierto es que Enrique nunca ha hablado específicamente mal de su padre. Un padre que se ha convertido en una víctima colateral de la marcha de su hijo menor a Estados Unidos porque le han privado de una de las cosas de las que más disfruta: pasar tiempo con sus nietos, sobre todo ahora que está en pleno tratamiento para el cáncer.