El Thyssen, 33 años después: el día que Tita Cervera, los Reyes eméritos y un diamante marcaron una era
Este 8 de octubre, el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza celebra tres décadas desde su inauguración
Aquella jornada de 1992, marcada por el esplendor y la pompa, reunió a la élite española y europea
En aquella época, la relación entre los protagonistas del acto estaba marcada por ciertas tensiones
Un 8 de octubre hace 33 años, Carmen Cervera y el barón Hans Heinrich Thyssen-Bornemisza recibían a los Reyes Juan Carlos y Sofía en el Palacio de Villahermosa, restaurado por Rafael Moneo, para inaugurar el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza. Por primera vez, más de ochocientas obras de la colección privada del aristócrata alemán se mostraban al público. La adquisición, por la que el Estado español pagó 44.100 millones de pesetas (unos 265 millones de euros), se consideró una de las transferencias de arte privado a público más importantes del siglo XX y, según los expertos, estaba valorada por debajo de su precio real. Se trataba de la colección privada más relevante después de la de la Reina Isabel II. Suiza y el Reino Unido habían presentado ofertas para que los cuadros viajara a Londres o Ginebra, mientras que incluso Margaret Thatcher, según recuerdan las memorias de Tita, habría intentado evitar que las obras permanecieran en Madrid: «Si yo no llego a ser española, los cuadros se habrían quedado en Inglaterra. Así de claro lo decía».
Carmen Cervera recordaba esas negociaciones que culminaron con un final feliz: «La colección la traje yo, que nadie lo dude». El abogado Rodrigo Uría, amigo de Javier Solana, entonces ministro y negociador, confirmaba la versión de la baronesa. La revelación clave llegó durante un almuerzo previo con los invitados: «Heini ha decidido considerar a España como un posible destino de su colección. Y si da su palabra, la cumplirá». A partir de ese momento, comenzaron las negociaciones secretas, en las que Luis Gómez-Acebo, esposo de la infanta Pilar, actuó como interlocutor decisivo. Gracias a estas gestiones, Carmen logró lo que parecía imposible: convencer al barón de descartar otras opciones y garantizar que la colección tuviera su sede en Madrid.
La noche clave
Aquella noche del 8 de octubre de 1992, el Palacio de Villahermosa se convirtió en el epicentro del poder alternativo al Palacio Real. Carmen Cervera y el barón Thyssen-Bornemisza ejercieron de anfitriones de un encuentro que reunía a la élite política, económica y social de España: el presidente Felipe González, ministros y diversas autoridades del Estado compartieron mesa con los barones en una velada cargada de simbolismo y protocolo.
Los hijos del barón marcaron la tensión familiar: la madrastra no era del todo bien recibida, mientras que Borja, adoptado por el barón, disfrutaba de un lugar privilegiado en su afecto. La cena reflejó las estrictas normas impuestas por Carmen Cervera, que exigía gran gala para todas las invitadas. Sin embargo, la Reina Sofía desafió discretamente el código y optó por un vestido corto, rompiendo la armonía prevista. Aun así, la baronesa vivió cada momento como una victoria personal. La inauguración de su museo no era solo un evento cultural, sino el fruto de años de esfuerzo, negociaciones y sacrificios familiares. «Fue una noche inolvidable. Heini estaba feliz y yo también, por todo lo que habíamos logrado. Renuncié a parte de mi herencia para que la colección permaneciera en España; sin mi intervención, no habría sido posible», contó Tita en una entrevista.
El diamante ‘flawless’ de Tita Cervera
Ese día, Carmen Cervera lució en la inauguración del Museo Thyssen la Estrella de la Paz, un diamante impresionante que se convertiría en uno de los símbolos de su colección personal. En una entrevista exclusiva con Miquel Valls desde su residencia en Andorra, la baronesa compartió la curiosa historia de esta joya, íntimamente ligada a su vida. La primera vez que la vio y tocó fue en Ginebra, dos años después de quedarse viuda de Lex Barker. Allí se reunió con Harry Winston, amigo del actor fallecido, para dejar algunas de sus joyas en su caja fuerte antes de un crucero. Fue Winston quien le mostró el diamante y le pidió que lo cogiera y lo acariciara, enseñándole la pieza mientras Tita relataba sus planes de viaje.
El Estrella de la Paz es único: sin carbono, con pureza flawless y reconocido por el Guinness World Records como el más grande de su categoría. Tita explicaba a Valls la complejidad de su talla, que requiere un «golpe de gracia» perfecto; de lo contrario, un diamante así podría romperse en cientos de pequeñas piedras. Curiosamente, Winston le habló del entonces barón Thyssen como «un señor encantador», aunque Tita aún no lo conocía, pues Heini estaba casado con su tercera esposa, Fiona, a quien ella describió en la entrevista con su habitual sinceridad.
Con el tiempo, ya casada con el barón, Tita descubrió que aquel diamante no solo era una joya, sino también una inversión. Hasta tres personas intentaron comprarlo, sin llegar a acuerdos. En un momento, mientras regresaban de Alemania, se encontró en el aeropuerto con su madre y su hijo Borja, con el diamante en la mano, tras un fin de semana en Lugano, porque el administrador del museo no quiso guardarlo en el despacho por seguridad. Entonces, el barón le dijo: «El diamante te ha buscado a ti, es tuyo». Desde entonces, la Estrella de la Paz ha permanecido con ella, única e invaluable, y Tita se ha reservado siempre el valor de esta joya histórica que lució junto a los Reyes Juan Carlos y Sofía aquel día de 1992.
El Thyssen 33 años después
Treinta y tres años después de la inauguración del museo, la escena sería muy distinta a la de 1992. Los Reyes Felipe y Letizia podrían figurar como anfitriones oficiales, pero nunca replicarían la cercanía de Juan Carlos y Sofía: el Rey Emérito reside en Abu Dabi y su relación con actos institucionales en España es prácticamente nula. Esto cambia el simbolismo de la ceremonia y el peso de la representación monárquica en la pinacoteca.
En el ámbito familiar, Carmen Cervera sigue siendo la figura central, pero su vínculo con Borja Thyssen es complejo. Aunque a veces aparentan cercanía en público, su relación tiene distancia real y episodios de frialdad histórica. Por contraste, la relación con Francesca, hija del barón y su primera esposa, ha mejorado: aunque hubo tensiones y desencuentros en el pasado, hoy existen espacios de colaboración, y Francesca participa activamente en el Patronato del museo, aportando su visión sobre la gestión del legado artístico.
Otro foco emergente es María del Carmen, hija de Tita, quien en los últimos años ha adquirido relevancia dentro de la pinacoteca. Su participación en exposiciones, proyectos educativos y en la creación de un nuevo museo en Barcelona previsto para 2027 muestra que la próxima generación asume un papel activo en la preservación y difusión del legado familiar.
El Thyssen, por su parte, ha trascendido su origen como depósito de arte privado. Conserva su colección histórica y ha incorporado más de 200 obras de la Colección Carmen Thyssen-Bornemisza, ampliando la diversidad de estilos y narrativas. Hoy el museo es un espacio vivo: acoge exposiciones contemporáneas, proyectos educativos y experiencias que conectan arte, historia y sociedad. Esta evolución refleja tanto la transformación institucional como la adaptación de la familia a un contexto social y cultural muy distinto al de la inauguración, manteniendo al Thyssen como referente internacional del arte y como espacio donde convergen historia, innovación y memoria familiar.