POLÉMICA

Lujo, polémica y demolición histórica: el salón de baile faraónico de Trump

Desde su segundo mandato, Donald Trump ha transformado la Casa Blanca con obras faraónicas

El presidente quiere construir un nuevo salón de baile

El proyecto, valorado en 250 millones de dólares, ha generado polémica

Donald Trump y la Casa Blanca. (Foto: Gtres)
Donald Trump y la Casa Blanca. (Foto: Gtres)
Marta Menéndez
  • Marta Menéndez
  • Televisión, moda y corazón. Periodista de vocación y comunicadora de formación, me he movido entre estudios de radio, redacciones digitales y bastidores de redes sociales. He narrado la actualidad en la 'Cadena SER', seguido la pista a las nuevas tendencias en 'El Independiente' y escrito sobre lifestyle y empresas en la 'Revista Capital'. En 'Diez Minutos', combiné redacción y estrategia digital como Community Manager. Ahora escribo en LOOK, donde cubro actualidad televisiva, moda, celebrities y realeza.
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Desde que inició su segundo mandato presidencial, Donald Trump ha demostrado que su obsesión por el poder no se limita al ámbito político: también quiere dejar su impronta física en la Casa Blanca. Tras cubrir de oro el Despacho Oval el pasado verano, ahora ha iniciado la demolición parcial del ala este del histórico edificio para levantar un gigantesco salón de baile valorado en 250 millones de dólares, unos 215.419 millones de euros. Según el presidente, la obra no costará ni un centavo al contribuyente, ya que será financiada con donaciones privadas de grandes corporaciones como Apple, Amazon y Lockheed Martin, y pretende convertirse en «el espacio de eventos más hermoso jamás construido en Washington». Sin embargo, lo que debía ser un anexo independiente está afectando la fachada histórica, generando críticas de expertos en patrimonio y cuestionamientos legales.

El nuevo salón tendrá 8.000 metros cuadrados, capacidad para 900 invitados y un estilo neoclásico inspirado en su residencia de Mar-a-Lago, con techos artesonados, lámparas doradas y detalles de mármol. Trump justifica la remodelación con motivos de seguridad y comodidad, recordando que «las mujeres no deberían caminar sobre el césped mojado con tacones altos». La obra, diseñada por McCrery Architects y ejecutada por la constructora Clark, se enmarca dentro de un ambicioso plan de remodelaciones que incluyen pasillos dorados, baños históricos renovados con mármol estatuario y la transformación del Jardín de las Rosas, no tocado desde 1962, en un espacio de piedra para eventos privados.

Donald Trump en la Casa Blanca. (Foto: Gtres)

Donald Trump en la Casa Blanca. (Foto: Gtres)

Pero el salón de baile es solo la punta del iceberg del proyecto de Trump, que también contempla la construcción de un ‘Arc de Trump’, un arco conmemorativo al estilo del Arco del Triunfo de París, ubicado al final del puente Memorial, entre Washington y Arlington. Aunque aún no se han presentado solicitudes formales para este monumento, el presidente insinuó que podría financiarlo con los fondos sobrantes del salón de baile. Con estas iniciativas, Trump parece querer consolidar un legado tangible que trascienda su mandato, combinando su perfil de jefe de Estado con el de promotor inmobiliario y magnate del lujo.

La demolición del ala este, sin embargo, ha generado una fuerte polémica. Aunque la Casa Blanca asegura que se trata de un anexo separado, las imágenes muestran la destrucción parcial de una sección histórica. Expertos en patrimonio y arquitectura han expresado su alarma: el Instituto Americano de Arquitectos pidió a la Comisión Nacional de Planificación de la Capital una revisión exhaustiva del proyecto, alertando sobre posibles violaciones al marco legal que protege la residencia presidencial. La Administración se ampara en una ley de 1964 que permite modificaciones estéticas y funcionales, pero juristas y urbanistas advierten que la magnitud de los cambios podría poner en riesgo el carácter histórico del edificio.

La Casa Blanca en obras. (Foto: Gtres)

La Casa Blanca en obras. (Foto: Gtres)

Desde su regreso al poder, Trump ha dejado claro que no busca solo gobernar, sino también construir un símbolo duradero de su presidencia. El rugido de las excavadoras y la vista de techos dorados y mármoles relucientes parecen formar parte de una estrategia para consolidar su imagen, no solo en la política sino en la memoria arquitectónica de Estados Unidos. Entre críticas, admiración y debate legal, el salón de baile de 8.000 metros cuadrados y el futuro Arco de Trump ya han marcado el paisaje mediático y urbano de la capital, confirmando que la huella de Donald Trump en la Casa Blanca será, cuanto menos, inolvidable.

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