José María Almoguera se planta ante las palabras de Alejandra Rubio y advierte: "Tengo los WhatsApps"
José María Almoguera asegura tener mensajes de Alejandra Rubio donde ella accedía a verse
El hijo de Carmen Borrego critica la falta de confianza de su prima
Alejandra defiende que prefiere un encuentro íntimo y fuera del foco mediático
La tensión entre José María Almoguera y Alejandra Rubio continúa escalando, y lejos de apaciguarse, parece estar atravesando uno de sus momentos más delicados. José María, visiblemente molesto, ha respondido a las declaraciones que Alejandra ha hecho en los últimos días, y lo ha hecho sin rodeos. Según él, tiene en su poder las conversaciones de WhatsApp en las que Alejandra le decía claramente que iban a verse. Le sorprende, e incluso le duele, que ahora ella asegure lo contrario públicamente. «Si ella dice que no, pues no lo entiendo», ha declarado, evidenciando una mezcla de desconcierto y decepción ante lo que considera un cambio de discurso injustificado.
Lo que más le molesta, confiesa, es la falta de confianza. No comprende cómo es posible que su prima, con la que comparte sangre y una historia familiar aunque distante, le cuestione o desconfíe de sus intenciones. Para él, haber mostrado interés en conocer al hijo de Alejandra y haber intentado acercarse ya es un gesto suficientemente claro como para no merecer recelo. La actitud de Alejandra, marcada por una aparente frialdad, le resulta injusta, y más aún cuando afirma que no han tenido apenas relación y que no le considera parte importante de su vida. José María no solo lo percibe como una forma de rechazarle, sino como una negación de todo lazo familiar.
Pero ahí no se detienen sus reproches. José María también ha querido poner sobre la mesa su trayectoria profesional. Asegura que ha trabajado durante años en televisión, en distintos formatos y proyectos, lo cual le ha dado cierta perspectiva y experiencia en un mundo que ahora Alejandra apenas empieza a recorrer. Esta diferencia de recorrido la menciona con cierto tono de reproche, como si intentara dejar claro que no todo vale en este medio, y que la exposición pública, por más reciente o repentina que sea, no debería usarse para arremeter contra los propios familiares, especialmente cuando hay conversaciones privadas que cuentan otra historia.
En contraste, Alejandra ha expresado que preferiría que cualquier tipo de encuentro con su primo se mantuviera en la intimidad. Asegura que no tiene ningún problema en verle, pero insiste en que se trata de un asunto privado, y no de interés público. También ha dicho que el supuesto drama mediático que se ha generado no responde a sus verdaderas intenciones, insinuando que hay una sobreactuación o malentendidos alrededor. Lo cierto es que en sus palabras se percibe una voluntad de marcar distancia, de proteger su espacio personal y, sobre todo, a su hijo.
Sea como fuere, lo cierto es que la situación deja entrever una fractura evidente dentro de la familia, potenciada por la presión mediática, pero también por antiguas diferencias personales. José María, por un lado, se siente dolido y decepcionado; Alejandra, por otro, parece querer mantener a raya cualquier contacto que no sienta plenamente sincero o necesario.