Un año de cisma Pantoja
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Ocurrió hace un año cuando Kiko Rivera acudió a Sábado Deluxe para aclarar unas presuntas deslealtades en su matrimonio y acabó discutiendo con su madre en directo. Fue en el pasado 17 de octubre en el que pocos esperaban fuera a pronunciar algunas de las palabras más duras que nunca había dicho. Aquella noche estalló en público el cisma Pantoja. Un año después han acercado posturas, pero las deudas pueden llevarlos de nuevo a la casilla de salida.
Kiko Rivera no parecía encontrarse bien cuando aquella noche se sentaba ante Jorge Javier Vázquez en Deluxe y confesaba estar en la peor etapa de su vida. Con un aspecto que distaba del Kiko que había perdido peso y ganado buen aspecto, el hijo de Isabel Pantoja y Francisco Rivera Paquirri aseguraba, con la mirada baja y tono de desesperación, que se sentía “en el subsuelo”, que no se quería y que se sentía “un inútil”. Detalló su frustración y la complejidad que supone enfrentarse a un bajón anímico cuando has sido -dicen que nunca dejas de ser- drogodependiente. Él mismo confesó meses antes en el reality Gran Hermano Dúo que había tenido problemas con la droga, pero que llevaba tiempo mejor y luchando por dejarlo definitivamente. Confesó que la tentación de consumir le perseguía y se derrumbó ante la cámara en varias ocasiones. El peor momento llegó cuando aseguró que su madre no estaba cuando más lo necesitaba y que no reclamaba a Pantoja artista, sino a su madre. La cantante reaccionó antes sus duras palabras y conectó en directo para hablar con su hijo.
La voz de Isabel sonaba afectada. Le aseguró que nunca estaría en el suelo “nada más que cuando te toque” y añadió: “lo que tú estás pasando no es importante y te voy a explicar por qué: hay mucha gente que ha fallecido. Lo tuyo se puede curar; los que se han ido, ya no”. Le hablo con cariño sin ocultar su sorpresa. Madre e hijo no se entendieron aquella noche. Ruptura en pleno prime time. ¿Cómo se puede llegar a esos extremos? Una de dos: o estaban de acuerdo o uno de los dos sobreactuaba y no era sincero.
Me incliné por lo segundo en cuanto a las pocas horas me llegaba la información de que habían visto el día anterior a Kiko tan contento comiendo cerca del puente de Triana en Sevilla con su mujer, Irene, su primo Manuel Cortés y los peques de la familia. Pensé que no decía la verdad. La pandemia le había dejado en el paro, estaba desesperado. Quizá querría montar el número y desviar la razón por la que esa noche se le entrevistaba: la presunta deslealtad a su mujer, voceada semanas anteriores. Siempre había defendido a su madre a muerte. Pensé que Kiko exageraba por puro interés económico.
Decidí llamar a Isabel Pantoja. He sido crítica con ella, sobre todo en la etapa marbellí y del proceso Malaya, pero no entendí la dureza de Kiko. Rompió a llorar nada más escuchar mi nombre al otro lado del teléfono. Hablamos largo, muy largo rato. Me explicó que adoraba a su hijo, que siempre le había pagado todo y que sentía que se había olvidado de ella al casarse. Kiko podía sentirse realmente en el subsuelo o estar mintiendo. Cualquiera de las dos opciones merecía un conversación sincera, le dije. Sin embargo, ella esperaría a que fuera a Cantora. Quería que le mirara a los ojos.
Algo se nos escapaba. Debía haber algo más. Y sí, lo había: una herencia envenenada. Tres meses antes descubrió a su madre en la gran mentira sobre los tristemente famosos enseres personales que su padre dejó en herencia a sus hermanos mayores, Francisco y Cayetano. Decidió entonces averiguar sobre la gestión de su herencia paterna. Denunció públicamente que se sentía perjudicado y protagonizó el especial televisivo La herencia envenenada. Estaba furioso. Recopiló documentación y necesitaba explicaciones. Su madre se las debía. Han pasado un año sin hablarse, perseverando en su tozudez. Isabel Pantoja atrincherada en Cantora y Kiko, en los medios, convencido, pero dañando la imagen de su madre. La requirió notarialmente sin éxito. Luego no quiso verla, solo que le aclarasen qué habían hecho con los beneficios de la finca. Denunció a su tío Agustín en quien también siempre confió.
Kiko abrazó emocionado a su madre en Cantora al fallecer su “yaya”. Han retomado inicialmente la relación, pero las cuentas siguen igual y las explicaciones en el debe. En la exclusiva publicada por Lecturas la semana pasada aseguraba que quiere recuperar a su madre y olvidarse de todo. Solo pide que liberen de cargas su parte de Cantora (impagos de hipoteca y embargos que superan el millón de euros). La actitud es importante, pero Isabel Pantoja no tiene ingresos desde julio pasado. Un año después vuelven a la casilla de salida. ¿Cómo va a levantar esas cargas? Dicen que planifica una gira por Latinoamérica para el próximo año. El dj necesita confianza y paciencia. Con su tío Agustín moverá ficha, pero esa es otra historia.