La infanta Cristina e Iñaki Urdangarin: 24 años de la boda que paralizó el país
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Todo lo que la infanta Cristina dejó atrás por Iñaki Urdangarin
Un sol de justicia imperaba en el cielo aquel 4 de octubre de 1997, cuando Iñaki Urdangarin y Cristina de Borbón se daban el sí quiero en la catedral de Santa Eulalia de Barcelona. El otoño regalaba aún días más veraniegos que propios de dicha estación y la Ciudad Condal se engalanaba para una cita de envergadura. La hija pequeña del por entonces Rey de España, Juan Carlos I, y de doña Sofía de Grecia contraía matrimonio con uno de los mejores jugadores de balonmano españoles de las últimas décadas.
Han pasado 24 años desde aquel día tan feliz en el que los novios lucían su mejor sonrisa, seguros de su amor y sin saber que la vida les llevaría por derroteros amargos. El caso Nóos propició una imagen insólita al ver a un miembro de la Casa Real sentado en el banquillo de acusados y a otro cumpliendo condena en una prisión, previa salida oficial de la familia.
El matrimonio superó esa vicisitud junto, sobreponiéndose a la distancia. Pero nada hacía presagiar que su desenlace acabaría marcado por la existencia de una tercera persona con nombre de mujer: Ainhoa Armentia. Las fotografías de Iñaki Urdangarin paseando de la mano junto a su compañera de trabajo han dinamitado la unión matrimonial hasta que los dos han comunicado lo que parecía inevitable: «Interrumpir la relación matrimonial».
Volviendo a aquel cuarto día de octubre del 97, Cristina e Iñaki fueron capaces de reunir a unas 1.500 personas, entre las que no faltaron personalidades del Estado, representantes de realezas internacionales, así como otro miembros influyentes de la sociedad española. Era el broche de amor a una historia de amor que ya había protagonizado muchos titulares y suscitado muchas opiniones, no todas favorables. Y es que hay quien dijo que la Familia Real no veía con buenos ojos al exjugador del FC Barcelona de balonmano.
Barcelona amaneció aquel día llena de claveles que se repartieron a los ciudadanos que se dieron cita para vitorear a la infanta Cristina en su camino hacia el altar. Era su día y tenía que estar más guapa que nunca. Para eso se sirvió de un vestido de novia color marfil, corte clásico y confeccionado por Lorenzo Caprile, con una cola de más de 3 metros. Especialmente destacable fue el velo, portado en su día por la reina María Cristina de Austria, segunda esposa de Alfonso XII y propiedad del Estado desde el año 1981. Imponente en su cabeza la tiara floral de Mellerio que el Gobierno regaló a su madre, doña Sofía, para su boda con el rey Juan Carlos en 1962 y que posteriormente la Reina Letizia ha lucido en alguna ocasión. Como pendientes escogió unos rescatados del joyero de Victoria Eugenia.
El primero en llegar a la ceremonia, fue Iñaki Urdangarin. Lo hizo del brazo de su madre y madrina, Claire Liebaert. Media hora más tardó en llegar la novia, que se hizo esperar tal y como mandan los cánones, agarrada de su padre y padrino de boda Juan Carlos I. La realeza vivió uno de sus grandes días, con la presencia de Marie Chantal, Marta Luisa de Noruega y el fallecido Ari Behn, Raniero de Mónaco y su hijo Alberto, el rey Letsie III de Lesotho, además de representantes de las dinastías de Italia (Saboya y Aosta), Rumanía, Bulgaria, Prusia, Brasil, Rusia, Francia, Portugal, Yugoslavia, Marruecos, Kuwait, Brunéi, Camboya, Bahréin, Japón, así como representantes de los Habsburgo, Hannover, Dos Sicilias, Borbón-Parma, Módena….
El banquete nupcial tuvo lugar en el Palacio de Pedralbes, residencia de los Reyes en Cataluña. El menú fue servido por más de 300 camareros y consistió en quinoa real con verduritas y pasta fresca, lomo de lubina con suflé de langostinos y emulsión de aceite. De postre, un chocolate con crema inglesa. No faltó la clásica tarta, de fresa en esta ocasión, para que los invitados se quedaran con un buen sabor de boca. Mucho más amargo ha sido el que deja su «interrupción matrimonial».