HISTORIA

La historia detrás de la fotografía con la que Francisco Rivera dice adiós a un íntimo amigo familiar

La icónica fotografía de 1988 muestra a Carmen Ordóñez y a Álvaro Domecq padre e hijo en un paseo a caballo

Álvaro Domecq Romero fue un destacado rejoneador y ganadero, íntimo de Paquirri y cercano a Francisco y Cayetano Rivera

La finca Los Alburejos, símbolo del toreo y la cultura andaluza fue vendida en 2020

Carmen Ordóñez junto a los ganaderos Álvaro Domecq y Álvaro Domecq Romero. (Foto: Gtres)
Carmen Ordóñez junto a los ganaderos Álvaro Domecq y Álvaro Domecq Romero. (Foto: Gtres)
Marta Menéndez
  • Marta Menéndez
  • Televisión, moda y corazón. Periodista de vocación y comunicadora de formación, me he movido entre estudios de radio, redacciones digitales y bastidores de redes sociales. He narrado la actualidad en la 'Cadena SER', seguido la pista a las nuevas tendencias en 'El Independiente' y escrito sobre lifestyle y empresas en la 'Revista Capital'. En 'Diez Minutos', combiné redacción y estrategia digital como Community Manager. Ahora escribo en LOOK, donde cubro actualidad televisiva, moda, celebrities y realeza.
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La fotografía con la que Francisco Rivera ha querido despedir a Álvaro Domecq Romero no es una imagen cualquiera: es un testimonio vivo de tres generaciones vinculadas al toreo y al campo andaluz, un instante que condensa amistad, respeto y cariño en la mítica finca Los Alburejos. Esta propiedad de los Domecq, adquirida a finales de los años 40, ha sido escenario de innumerables episodios históricos del mundo taurino. Tomada en 1988, la instantánea captó a Carmen Ordóñez, elegante y sonriente a caballo, acompañada de Álvaro Domecq Romero y su padre, Álvaro Domecq Díez, en un paseo distendido y casi familiar, lleno de conversaciones, risas y la pasión compartida por los caballos y el toreo. Lo que entonces fue un reportaje de revista, hoy se convierte en un retrato de memoria, nostalgia y duelo, tras el reciente fallecimiento de Domecq Romero, que deja un vacío profundo en la familia Rivera y en toda la comunidad taurina.

El reportaje, publicado en ¡Hola! entre 1988 y 1989, formaba parte de un serial en el que Carmen Ordóñez entrevistaba a las grandes figuras del toreo: desde Luis Miguel Dominguín y Paco Ojeda, hasta Espartaco, El Litri y su propio padre, Antonio Ordóñez. Sin embargo, la fotografía que hoy conmueve a tantos refleja algo más que un trabajo profesional: es la representación de un vínculo genuino entre personas que compartieron valores, aficiones y experiencias. Carmen, con su natural elegancia y carisma, cabalgaba por la finca mientras disfrutaba de la compañía de Álvaro Domecq Díez, un hombre que transformó el rejoneo y la cría equina y representó la cultura andaluza, y de su hijo, Álvaro Domecq Romero, joven rejoneador y ganadero que combinaba la tradición familiar con una visión moderna del toreo a caballo.

Los Alburejos: un escenario mítico y emblemático

La finca Los Alburejos, situada en la carretera de Medina Sidonia, Cádiz, ha sido un símbolo del toreo y del campo andaluz durante más de siete décadas. Fue adquirida por Álvaro Domecq Díez a finales de los años 40 y se convirtió en un lugar de referencia para la ganadería Torrestrella y su prestigiosa yeguada, así como en un espacio de encuentro para las principales figuras del toreo. Toreros como Francisco Rivera Paquirri, Jesulín de Ubrique, Espartaco, Enrique Ponce o El Juli pasaron por sus instalaciones, ya fuera para tentar o simplemente para compartir momentos de camaradería y aprendizaje. Además, la finca fue escenario de películas como Yo he visto la muerte y recibió visitas ilustres, incluido el Rey Juan Carlos, amigo cercano de los Domecq y defensor de la Real Escuela de Arte Ecuestre de Jerez.

Álvaro Domecq Romero en Los Alburejos. (Foto: Gtres)

Álvaro Domecq Romero en Los Alburejos. (Foto: Gtres)

En 2020, la venta de Los Alburejos por 20 millones de euros marcó el fin de una era, cerrando un capítulo histórico tanto taurino como familiar. Pero en 1988, cuando se tomó la fotografía, la finca estaba en pleno apogeo: sus praderas, plazas de tientas y picaderos ofrecían un escenario perfecto para la tradición ecuestre y la fotografía, reflejando la identidad de una familia que supo unir el campo, el toreo y la cultura andaluza.

Un día de paseo y complicidad

La fotografía no fue una pose. Fue un instante espontáneo, lleno de vida y de complicidad. Carmen Ordóñez avanzaba a caballo por los senderos de la finca, ligera y sonriente, disfrutando del entorno y de la compañía de Álvaro Domecq Romero y su padre. Los tres compartían un mundo: el respeto por los animales, la pasión por el toreo y el amor por la tradición familiar. La relación entre ellos iba más allá de lo profesional: Carmen sentía un cariño profundo por los Domecq, y la familia Domecq cultivaba un afecto genuino hacia los Ordóñez. Paquirri, por ejemplo, compartió con Álvaro Romero tardes memorables en los ruedos, donde uno a pie y otro a caballo escribieron páginas inolvidables del toreo español.

Álvaro Domecq Romero, además de ser un destacado rejoneador y ganadero, era un amigo íntimo de Francisco y Cayetano Rivera. Su vínculo trascendía lo profesional y se fortalecía en la amistad personal. Su pérdida ha sido especialmente dolorosa para Francisco Rivera, quien ha escrito junto a la foto:
«Maestro. Ya no quedáis ninguno de esta foto… pero nadie muere mientras se le recuerde. Vosotros no habéis pasado por la vida de puntillas. Tú has escrito tu libro en mayúsculas y con letras de oro. Te vamos a echar mucho de menos y brindaremos con vino de Jerez por ti».

Cayetano y Francisco Rivera en un funeral. (Foto: Gtres)

Cayetano y Francisco Rivera en un funeral. (Foto: Gtres)

El funeral en la Catedral de Jerez reunió a figuras legendarias del toreo, como Juan José Padilla, El Juli o Curro Romero, y mostró la conmoción de todo el sector. Francisco y Cayetano Rivera se colocaron juntos, simbolizando el respeto y la unión que siempre unió a estas familias.

El legado taurino y sentimental

El vínculo de Fran Rivera con Álvaro Domecq Romero también estuvo marcado por momentos históricos: Francisco tomó la alternativa en Sevilla en 1995 con un toro de Domecq llamado Boca Limpia, un gesto que simboliza la confianza y la conexión entre generaciones. Este tipo de relaciones, donde lo profesional y lo personal se entrelazan, explica por qué la fotografía tiene un valor emocional tan profundo: es un recuerdo de la vida compartida, de la historia de la tauromaquia y de la amistad que trasciende el tiempo.

El torero Francisco Rivera Ordoñez y el rejoneador Álvaro Domecq Romero durante la 62 edición de la corrida Goyesca de Ronda perteneciente a la Feria de Pedro Romero 2018. (Foto: Gtres)

El torero Francisco Rivera Ordoñez y el rejoneador Álvaro Domecq Romero durante la 62 edición de la corrida Goyesca de Ronda perteneciente a la Feria de Pedro Romero 2018. (Foto: Gtres)

Un símbolo que trasciende el tiempo

Hoy, la fotografía de 1988 no solo es un recuerdo, sino un testimonio de la historia viva del toreo, del campo andaluz y de la amistad entre familias que marcaron el siglo XX en España. Captura la belleza de un paisaje, la elegancia de Carmen Ordóñez y la nobleza de los Domecq, al mismo tiempo que preserva la memoria de un hombre que supo unir generaciones a través de su pasión por los caballos y la tauromaquia. Es, al final, un símbolo de lo que significa pertenecer a un mundo donde la tradición, la amistad y la familia se cruzan de manera inseparable.

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