OPINIÓN

El fenómeno Piru Urquijo: cuando españolear estaba de moda

La abuela de la ya mujer del alcalde de Madrid ha sido una de las mejores embajadoras de España. Pero no la única

Piru Urquijo, el último cisne de Madrid: retrato de la fascinante abuela de Teresa, prometida de Almeida

Piru Urquijo
Piru Urquijo, en la boda de los duques de Huéscar.
Eduardo Verbo
  • Eduardo Verbo
  • Jefe de LOOK. Licenciado en Periodismo, se ha dedicado a los asuntos de la realeza y la aristocracia en El Mundo, Vanity Fair y ¡Hola!
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Tras la boda del año protagonizada por José Luis Martínez-Almeida y Teresa Urquijo Moreno, hoy toca jornada de reflexión. Ha sido una semana trepidante de exclusivas publicadas en LOOK. Todas ellas han tenido un gran éxito. Incluso las menos exclusivas, como el perfil de Piru Urquijo, la abuela paterna de Teresa Moreno, la flamante mujer del alcalde de Madrid. La azarosa existencia del último cisne de Madrid ha concitado, misteriosamente, el interés general. Algunos desconocían que Carmen Fernández de Araoz, su verdadero nombre, es, oficiosamente, más poderosa que su nuevo nieto político en la sociedad capitalina. Tiene mayordomo, secretaria, chófer, apartamento tapizado de chintz que parece sacado de una portada de The World of Interiors y fincón en Navalagamella (Madrid), decorado por el maestro Duarte Pinto Coelho. Y, por supuesto, línea directa con los eméritos Juan Carlos y Sofía, los reyes de Bulgaria… y un sinfín de personalidades más. No olvidemos que es nieta de Gregorio Marañón y que navegó con Dalí, Gala y Dominguín.

Piru Urquijo, con uno de sus hijos en la boda del alcalde y su nieta Teresa. / OKDIARIO

Piru Urquijo, con uno de sus hijos en la boda del alcalde y su nieta Teresa. / OKDIARIO

A punto de cumplir 90 años, es una de las pocas supervivientes de una estirpe de mujeres que se dedicaron a una tarea mucho más importante que la de acompañar meramente a sus maridos en los respectivos cargos de poder que tenían: españolear. El término cuenta incluso con entrada en la Real Academia de la Lengua Española. «Hacer alarde público de españolidad». Piru siempre ha puesto el acento en nuestras tradiciones en cada uno de sus viajes por el mundo junto a su esposo, Jaime Urquijo, quien, entre otros muchos puestos, tuvo el de vicepresidente de Tabacalera, lo que llevó al matrimonio, entre variopintos destinos, a La Habana. Allí, los recibía personalmente Fidel Castro. El dictador cubano era un gran amante de la gastronomía española y podía confundir al interlocutor al preguntarle por la temperatura ideal para cocinar un cochinillo.

Pitita, Piedita y Cari

Pitita Ridruejo. / Gtres

Pero, Piru no fue la única. Más conocida mediáticamente, Pitita Ridruejo también llevó el nombre de España por todo el mundo. Su marido, Mike Stilianopoulos, fue embajador en Filipinas, donde Pitita, que se terminó instalando en un palacio de la calle Fomento de Madrid, a tiro de piedra de la Joy Eslava, estrechó allí la mano del Papa Juan Pablo II gracias a su amistad con Imelda Marcos, que era íntima de ella y de otras dos grandes damas de la sociedad española, Maritín March y Trini Fierro. El marido de Pitita también fue embajador de Filipinas en Reino Unido. La reina Isabel II los invitó a pasar un fin de semana en Windsor. Pitita, que durante unos años no se perdió el Trooping the Colour, le llevó a la monarca inglesa sus bombones favoritos: los Black Forest.

Una huella imborrable dejó en Londres la conocida como Casilda Santa Cruz, marquesa de Santa Cruz. Casada con José Fernández-Villaverde, embajador de España en el Reino Unido durante 13 años e hijo de Raimundo Fernández-Villaverde, presidente del Gobierno en el reinado de Alfonso XIII, entre sus amistades estaban Winston Churchill o la infanta Beatriz de Borbón. Cuando falleció en 2008, Hugh Thomas escribió un emotivo obituario en The Telegraph, en el que recordaba que los ingleses se habían enterado al marcharse de la ciudad que descendía del héroe militar Álvaro de Bazán y que, por ello, era alcaldesa perpetua de Gibraltar. Con el conflicto histórico latente… La necrológica narraba otra tragicómica historia, la de un vendedor de flores que dejó de crecer porque la marquesa le daba una copita de jerez para que aguantase mejor el frío. Si eso no es españolear…

Cari Córdoba, la madre de Cari Lapique, es otro ejemplo de mujer que siempre lució el palmito español fuera de nuestras fronteras. De hecho, en las fiestas que organizaba en su casa de Marbella nunca faltaban los duques de Windsor, que conocieron los encantos de la Costa del Sol gracias a ella y su marido, Manuel Lapique. Caritina Fernández de Liencres fue una de las primeras españolas en posar para el maestro de la fotografía, Richard Avedon. Aunque la primera en llegar hasta la meca de la aristocracia internacional malagueña fue Piedita Yturbe. Casada con el príncipe Maximiliano de Hohenlohe, la madre de Alfonso de Hohenlohe se puso de largo en Buckingham Palace, asistió a la coronación de los últimos zares de Rusia y trajo a España la sofistificación de París: se vestía en Worth, su perfume favorito era Golconda de JAR y se tocaba con los sombreros de Caroline Reboux, al igual que la emperatriz Eugenia de Montijo o Marlene Dietrich.

Piedita Yturbe, en sus últimos años, en su residencia de Madrid

Piedita Yturbe, en sus últimos años, en su residencia de Madrid

No podía faltar en este muestrario de mujeres españolas la duquesa de Alba, quien organizó el 11 de abril de 1959 el desfile de la maison Dior, entonces dirigida por un joven Yves Saint Laurent, en el palacio de Liria. Desde entonces se encargó de engrandecer su leyenda. Fue la mejor anfitriona de Jackie Kennedy en su palacio de Las Dueñas de Sevilla, así como íntima amiga de Gayatri Devi, maharaní de Jaipur y una de las más bellas del siglo XX. ¿Recuerdan que decían que si la reina Isabel II se topaba con ella tendría que hacerle la reverencia?

Nini Montián, la Matahari de Franco

Ahí también está el caso de Niní Montián que tenía una casa en el Barrio de Salamanca en la que podías encontrarte a todo el mundo: ministros, falsificadores de arte, aristócratas, príncipes…. Fue durante el rodaje de “La mariposa que voló sobre el mar”, sucedido en la primavera de 1948, cuando la actriz supo que era requerida para un importante papel de Estado. Un enérgico telefonazo desde El Pardo fue suficiente para que abandonara el set, hiciera sus maletas y se marchara a Buenos Aires para negociar con Perón el envío de trigo para España, en plena posguerra. A su regreso, el Generalísimo la premió con una frase que siempre recordó: “Has hecho el mejor negocio del siglo”. Desde entonces, se la conoció como la “matahari española”. Para entonces, ya era amiga de Eva Duarte de Perón. De hecho era la española la que viajaba por todo el mundo para comprarle las mejores pieles e incluso, dicen la ropa interior, a la “abanderada de los humildes”. Niní estuvo al lado de su amiga Evita hasta su muerte y la escuchó decir por última vez: “No abandonen al general”.

Evita Perón, con Franco. / GTRES

Evita Perón, con Franco. / GTRES

El caso de Beatriz Lodge de Oyarzábal

Beatriz Lodge, en la portada de 'Life'.

Beatriz Lodge, en la portada de ‘Life’.

Luego está el caso de Beatriz Lodge de Oyarzábal que, nada más llegar a España, se convirtió en una más y se sumó a esa complicada tarea de representar a un país donde no has nacido. Hija del embajador de los Estados Unidos en España John Davis Lodge, la entonces joven, que estudió en la base americana de Torrejón de Ardoz y aprendió a bailar flamenco con El Greco, protagonizó la crónica social de la década de los cincuenta. Su puesta de largo, celebrada en Madrid en 1956,  fue portada de la revista Life. Aquí también encontró el amor en la figura del diplomático Antonio Oyarzábal, antiguo embajador de España en Ecuador, Japón, Dinamarca y EE UU y personaje clave en la Transición. Entonces, Beatriz, que fue reina de las Fallas o reina de las fiestas de Cádiz, se entregó con pasión alabar el chocolate con churros o la tuna, viejas costumbres españolas.

Piru Urquijo

Piru Urquijo, en Los Molinillos. / @valeriacotoner

Como ella, Piru, aficionada a almorzar en el Club de Puerta de Hierro y a los desfiles de Jan Taminiau, diseñador de cámara de la reina Máxima de Holanda, se ha convertido sin querer en una gran embajadora de España. Quizás por ello, la boda de su nieta Teresa con el alcalde de la ciudad haya sido un gran homenaje a la capital de nuestro país. Aunque a Teresita todavía le queda para españolear. De momento, tras sus grandes fastos con el político y ese chotis que se ha hecho viral, se puede conformar con madrileñear.

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