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Hace algunos años, el objetivo de los ladrones de coches eran objetos visibles y de fácil acceso como las llantas, los espejos retrovisores o los reproductores de música. Sin embargo, con la llegada de vehículos cada vez más inteligentes y sofisticados, han encontrado un nuevo objetivo en los sistemas avanzados de asistencia a la conducción (conocidos como ADAS). El robo de estos dispositivos está creciendo con rapidez, generando una gran preocupación entre conductores, aseguradoras y cuerpos policiales.
Y es que la transformación digital de la industria automotriz ha supuesto una revolución tanto para la seguridad como para el confort al volante. Sin embargo, también ha abierto la puerta a una «nueva generación» de delitos. Los componentes electrónicos que integran los sistemas ADAS no sólo son caros, sino que tienen una gran demanda en el mercado negro. Esta situación está haciendo sonar las alarmas, ya que sustituir estas piezas puede representar un gasto importante y, en muchos casos, una auténtica odisea a nivel técnico.
¿Por qué los ladrones de coches se fian en los sistemas ADAS?
Las siglas ADAS responden al término en inglés Advanced Driver Assistance Systems, es decir, sistemas avanzados de asistencia al conductor. Estos dispositivos están diseñados para hacer que la conducción sea más segura y eficiente. Funcionan mediante una red de sensores, cámaras y radares que vigilan constantemente el entorno del vehículo, recopilando información que se procesa en tiempo real para prevenir accidentes.
Estas funciones incluyen desde el frenado automático en caso de emergencia, la detección de peatones o ciclistas, el aviso de cambio involuntario de carril, hasta la regulación automática de la velocidad según el tráfico. La utilidad de estos sistemas es incuestionable. De hecho, muchas marcas ya los incluyen de serie en sus modelos más básicos, y algunos países han empezado a exigir ciertos elementos ADAS como requisito obligatorio para la homologación de vehículos.
Sin embargo, lo que ha sido un avance en seguridad, también se ha convertido en un imán para los ladrones de coches. A diferencia de otros que se pueden robar con herramientas básicas y poca experiencia, los sistemas ADAS requieren conocimientos técnicos avanzados. Pero su alto valor en el mercado negro ha hecho que ciertos grupos especializados se formen para llevar a cabo estos robos con rapidez y eficacia.
Los sensores que conforman los ADAS están fabricados con tecnología de última generación. Muchos incluyen elementos ópticos de alta precisión, procesadores integrados, piezas mecánicas de calibrado e interfaces electrónicas especialmente desarrolladas para trabajar con el software del vehículo. Todo esto hace que sean dispositivos muy caros de reemplazar, lo que los convierte en un tesoro para los delincuentes.
Además, su extracción y venta es mucho más rentable que el robo de piezas tradicionales. Mientras que una llanta se puede revender por unos cientos de euros, un conjunto de sensores ADAS puede alcanzar varios miles de euros en el mercado negro. Algunos informes de aseguradoras ya han estimado que el coste total de reparación tras un robo de ADAS puede superar fácilmente los 4.000 euros, especialmente si se daña parte de la carrocería o si hay que recalibrar todo el sistema electrónico del coche.
Un robo que requiere precisión milimétrica
A pesar del atractivo económico, no es sencillo robar estos dispositivos sin dañarlos. Los ladrones necesitan tener una formación específica, herramientas adecuadas y la capacidad de actuar en poco tiempo. Por eso, muchas veces estos robos no se cometen de manera aislada, sino que son perpetrados por bandas organizadas con conocimientos técnicos y experiencia en electrónica automotriz.
Estos grupos suelen actuar de noche, en aparcamientos poco vigilados o incluso en concesionarios donde pueden encontrar varios vehículos con sistemas ADAS en un mismo lugar. El método más común consiste en desmontar cuidadosamente los parachoques o los paneles laterales para acceder a los sensores, a menudo en apenas unos minutos. Luego los desconectan y los extraen sin causar daños visibles que alerten de inmediato.
Frente a esta amenaza, los conductores deben tomar una serie de medidas, como parcar en zonas bien iluminadas, con cámaras de seguridad o en garajes privados. También existen sistemas de alarma avanzados que pueden detectar manipulaciones en las zonas donde se encuentran los sensores ADAS y alertar al dueño del vehículo al instante.
Algunas marcas han empezado a trabajar en mecanismos de protección adicionales, como el uso de tornillos especiales, carcasas más resistentes o sensores internos que avisan al sistema si se está intentando extraer algún componente. Incluso se está considerando la inclusión de chips de rastreo dentro de los dispositivos ADAS, que permitirían localizar los sensores robados si estos se vuelven a activar.
En conclusión, el auge del robo de sistemas ADAS evidencia cómo la delincuencia evoluciona al ritmo de la tecnología. A pesar de los esfuerzos de fabricantes y autoridades, los ladrones siguen encontrando formas de vulnerar la seguridad.