La verdadera relación de Rocío Jurado y Antonio David
“No es verdad que lo adorara, ni ella ni Pedro. Rocío Jurado no podía con él y Antonio David siempre lo supo”. Con rotundidad, lo asegura alguien que compartió mucho con los Jurado, muchos años de su vida. “Antonio David no dice la verdad y fabrica una realidad ficticia de cara a los medios. Toda la familia lo sabe y es incomprensible que lo defiendan”. Me recuerda la pena de la Jurado al ver sufrir a su hija durante su matrimonio con el malagueño. Cierto es que Rocío niña fue quien da el primer disgusto a su madre el día que la dejó llorando. Cumplía 18 años y se marchó de casa para seguir hasta Argentona al joven Guardia Civil Flores, con quien salía de hacía unos meses.
La relación Jurado-Antonio David no empezó nada bien y empeoró a medida que lo fue conociendo. Él no le gustaba, pero tuvo que aceptarlo. Era decisión de su hija. La Jurado viajó a Argentona cuando Rocío tuvo un accidente de moto. Le espantó el piso que la pareja compartía con otros huéspedes y propuso alquilar otra vivienda para que estuvieran más cómodos. Hace años que me aseguraron que ella no estaba tranquila con ese novio con el que su hija se había ido a vivir. La confirmación del embarazo de ‘su Rocío’ no fue una buena noticia para ella, aunque un bebé siempre es una bendición. Iba en contra de sus principios, de su educación, de sus costumbres y, sobre todo, de sus deseos. No le gustaba un pelo el Guardia Civil, pero sería el padre de su nieto. La boda sería imparable.
Su hija se casó embarazada el 31 de marzo de 1996 en la capilla de la finca Yerbabuena con Antonio David Flores. El nacimiento de la pequeña Rocío en octubre de ese mismo año fue la gran alegría para la familia. Ver a su hija tan feliz, como loca con su niña, devolvió a la Jurado las esperanzas casi perdidas de que aquella unión fuera a funcionar. Pero la felicidad que trajo su nieta volvió a quebrarse. Tan solo 8 meses después, Antonio David, su entonces yerno, fue condenado el 10 de junio de 1997 por la Audiencia Provincial de Barcelona a seis meses de prisión y a otros seis de suspensión de ejercicio en cargo público por un delito de malversación de caudales públicos al quedarse, junto a otro compañero, con las 50.000 pesetas de multa que impusieron a un ciudadano francés por infracción de tráfico. En septiembre de ese año abandonaba la Guardia Civil. Sí, la Jurado le adoraba; mucho, como la trucha al trucho, permítanme la ironía.
Fuera de la Guardia Civil, Argentona ya no era destino de nada ni de nadie en esa familia. El joven matrimonio y su bebé se trasladaron a Madrid. La Jurado les procuró una vivienda independiente y con todas las comodidades, a 50 kilómetros de su casa. Se hizo una reforma completa a gusto de la pareja; parecía el lugar idóneo. Sin embargo, según una fuente a quien la mismísima Jurado se lo confió, Antonio David quiso que se pusiera a su nombre y la de Chipiona se mantuvo en que nones. La casa ya estaba escriturada y no iba cambiarse la titularidad. Reformada, acomodada y prevista para que se instalarán allí, el ex Guardia Civil no transigió y se instaló con Rocío en el hogar de madre Jurado, en la madrileña urbanización de La Moraleja. Evidentemente, Rocío Carrasco le siguió y asumió. Allí vivió el matrimonio hasta su separación, dos años después. La relación de la pareja se fue deteriorando y la Jurado conocía los continuos desplantes de Flores a su hija, las faltas de atención, sus comentadas relaciones con otras chicas y hasta algún episodio más que cuestionable durante su segundo embarazo. “Rocío sufrió mucho y su madre, más. Pero no quería que se separaran, no le gustaba la idea de que su hija se viera con 2 hijos y divorciada, tan joven”.
Una vez que asumió que esa unión era imposible, la matriarca defendió a su hija con uñas y dientes. Le costó mucho, pero era la única salida. Los trámites del divorcio tardaban y pese a que la separación era un hecho, Antonio David se quedó en casa de su suegra en contra de toda lógica. Todo iba mal y la ruptura, un ‘infierno’, según me detallaron hace años. En noviembre de 1999, Flores declaraba en una entrevista publicada en la revista ¡Hola! que se iría de casa de Rocío Jurado cuando hubiese una sentencia que dijera: ‘Este señor puede a partir de hoy abandonar el domicilio conyugal’. Esa fue la versión oficial. Existe la otra, la que detalla como Antonio David espetó a su suegra un día algo así como: “¿Qué, Jurado? Aquí estoy en tu casa. Te jorobas si no te gusta”. De aquí no me mueve nadie hasta que no me lo diga mi abogado”. Y me refiero a que fue algo así, porque los tacos no son mi fuerte. Así fue, en cualquier caso. Se atrincheró en la Moraleja hasta que Rocío y Ortega cerraron la casa para viajar a Colombia al encuentro de sus hijos Gloria Camila y José Fernando a finales de ese noviembre del 99. Era obvio que tenía que marcharse. Ni siquiera su mujer vivía ya allí. Había dejado la casa con sus dos hijos pequeños cuando la separación hizo ya imposible estar un día más bajo el mismo techo.
Fue un año después, cuando Rocío Jurado en uno de sus viajes profesionales a Latinoamérica se desahogó en una entrevista y contó cuánto ‘adoraba’ a su exyerno. Fue en el Canal 13, en el programa argentino ‘Hola, Susana’. La presentadora le pregunta por la separación y ella responde que su hija se quedó muy mal, que Antonio David le había hecho la vida imposible y que se la seguía haciendo; para concluir: “Fue una persona nefasta y afectó a la vida de toda la familia, en la que nunca se integró”. Él se sintió ofendido y la llevó a los tribunales en una demanda casi histórica en la que le pedía 1000 millones de las antiguas pesetas. Perdió y fue condenado en costas, que aún no ha pagado.
Tras escuchar recientemente a Antonio David en su curva de la vida de GH Vip en la que, entre sollozos, dijo que tanto la Jurado como Pedro Carrasco le adoraban, solo puedo opinar que no dijo la verdad por no salirse de la curva y derrapar. Quienes conocieron la relación entre suegra y yerno no dudan en recordarme que le hizo sufrir mucho y hasta el final. Me reservo algunas palabras que le dedicó en algún momento de su vida, después de haberlo contrastado con diferentes fuentes de dentro y fuera de la familia en estos últimos años. “Él sabe la verdad y hubo un momento determinado en el que no quiso saber nada más de él”. Cuando se hizo público el testamento de la Jurado no se entendió el hecho de que no dejara nada a sus nietos, Rocío y David. Una persona que lo supo de primera mano me lo explicó: “Rocío habló en su testamento. No le dejó nada a sus nietos, a quienes quería con locura, para evitar cualquier maniobra del padre. Lo conocía y no se fiaba”. Esto es adorar. Sí, de toda la vida.