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POLÉMICA

Yolanda Díaz y el bolso que vale más que su discurso: la polémica del Marc Jacobs falso

La hija de Yolanda Díaz fue vista con un bolso 'Tote Bag' de Marc Jacobs en color beige

Díaz explicó que era una imitación comprada por 25 euros en una feria portuguesa

El episodio se interpreta como un ejemplo de incoherencia entre el discurso político y la imagen pública de la vicepresidenta

  • Marta Menéndez
  • Televisión, moda y corazón. Periodista de vocación y comunicadora de formación, me he movido entre estudios de radio, redacciones digitales y bastidores de redes sociales. He narrado la actualidad en la 'Cadena SER', seguido la pista a las nuevas tendencias en 'El Independiente' y escrito sobre lifestyle y empresas en la 'Revista Capital'. En 'Diez Minutos', combiné redacción y estrategia digital como Community Manager. Ahora escribo en LOOK, donde cubro actualidad televisiva, moda, celebrities y realeza.
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Hay una fina línea entre la coherencia y el postureo político, y Yolanda Díaz, vicepresidenta segunda del Gobierno, hace tiempo que empezó a caminar sobre ella con paso firme. No hay día que no aparezca en titulares por sus estilismos medidos al milímetro, sus vestidos de diseño o, ahora, por el bolso falsificado que llevaba su hija de trece años. Sí, has leído bien: la ministra de Trabajo, adalid de la ética laboral y la justicia social, justificando que su hija luce una imitación de Marc Jacobs comprada en una feria portuguesa por 25 euros. La misma Yolanda Díaz que forma parte de un Ejecutivo que lanza campañas públicas contra la compra de falsificaciones. Ironías de la política moderna.

Porque no se trata solo de un bolso, sino de imagen, coherencia y credibilidad. La ministra que predica redistribución y moderación en el consumo no puede, al mismo tiempo, proyectar una imagen asociada al lujo o al elitismo, aunque sea sin intención. Y lo más desconcertante es la explicación: «es falso, me lo regalaron». En un país donde el propio Ministerio de Industria advierte de que «comprar falsificaciones destruye empleo», escuchar a una alta dirigente del Gobierno justificando lo contrario genera una evidente contradicción. No es un escándalo monumental, pero sí una torpeza comunicativa de manual.

Yolanda Díaz en un acto. (Foto: Gtres)

El llamado «tote bag gate» refleja un problema más amplio: cierta distancia entre el discurso de la clase política y la realidad que dice representar. Díaz, con su cuidada estética de profesora alternativa y su aire de sobriedad elegante, ha logrado construir una marca personal potente, reconocible y hasta inspiradora para algunos. Pero esa misma estrategia se vuelve en su contra cuando el mensaje de austeridad se mezcla con gestos o símbolos que apuntan en la dirección opuesta. No hay nada malo en cuidar la imagen -la moda también comunica-, pero el riesgo está en parecer incoherente, en proyectar un relato que no encaja con los principios que se defienden.

El episodio del bolso podría parecer una simple anécdota, una de esas polémicas pasajeras que las redes inflan hasta el absurdo. Pero prende con tanta facilidad porque toca una fibra sensible: la sensación de distancia entre los gobernantes y la calle. Mientras la vicepresidenta dedica minutos de televisión a aclarar si el bolso de su hija es auténtico o una imitación, los indicadores laborales se enfrían, el paro vuelve a subir y miles de familias siguen contando cada euro en el supermercado.

El bolso en cuestión: el ‘Tote Bag’ de Marc Jacobs

El objeto del debate es, ni más ni menos, que uno de los modelos más reconocibles de la firma estadounidense Marc Jacobs: el «Tote Bag» clásico, en color beige, con las letras de la marca estampadas en negro en el centro. Se trata de un bolso de líneas simples, casi minimalistas, pensado para el uso diario, pero con ese toque urbano y aspiracional que convierte cualquier pieza básica en un símbolo de estatus. Es grande, práctico y fácilmente reconocible, justo el tipo de accesorio que se ha convertido en fetiche entre adolescentes y mujeres jóvenes que buscan un aire cosmopolita sin llegar al lujo ostentoso de otras marcas.

Yolanda Díaz junto a su hija. (Foto: Gtres)

En su versión original, el modelo en tela ronda los 250 euros, mientras que las versiones en piel pueden superar los 500. Es un bolso pensado para comunicar algo más que funcionalidad: proyecta cierta identidad de clase media acomodada, de consumidora moderna y consciente, pero también de quien quiere situarse un poco por encima de lo cotidiano. Su éxito está precisamente en eso: es un objeto de deseo accesible, pero no del todo asequible. Que la hija de una dirigente política lo llevara al Teatro Real no debería, en principio, tener más relevancia que la elección de cualquier otro accesorio. Pero el hecho de que, tras la polémica, se confirmara que se trataba de una imitación del original, comprada en una feria portuguesa por apenas 25 euros, cambió el significado de la imagen.

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