El visible desgaste físico de Pedro Sánchez siete años después de su llegada a Moncloa
Su rostro —más serio, más avejentado, más cansado— se ha convertido en símbolo visible de una legislatura convulsa
Apagones, guerras, y hasta la presión mediática derivada de investigaciones judiciales en su entorno familiar
Un cirujano plástico analiza las huellas del estrés crónico en su apariencia
Este 1 de junio no ha sido una fecha cualquiera: se cumplen siete años desde que Pedro Sánchez llegó a La Moncloa tras una moción de censura que desalojó a Mariano Rajoy. Lo que entonces se presentó como una promesa de regeneración democrática, hoy huele más a desgaste acumulado que a renovación. Y no hace falta revisar los titulares: basta con mirar la cara del político. El rostro del presidente ha ido mutando al ritmo de las crisis. Aquel brillo de los primeros días ha dado paso a un semblante visiblemente fatigado. Porque, seamos honestos, no hay bisturí ni filtro que disimule la erosión del poder cuando este deja de ser una aspiración y se convierte en una obsesión a cualquier precio.
En la foto de 2018, el líder del PSOE parecía sacado de un catálogo de moda: frente lisa, piel tersa, cero arrugas y una expresión serena. Más que un político, un modelo institucional. Pero la imagen de 2025 cuenta otra historia. La frente marcada, la mirada apagada y la expresión tensa hablan de un dirigente golpeado por su propia mala gestión, pandemias, apagones, guerras y hasta escándalos familiares. Muy lejos queda aquel aire de pasarela: hoy, la realidad no se maquilla.
El llamado ‘efecto Moncloa’ no es una ficción. La presión institucional constante y los escándalos que han golpeado su entorno más próximo han dejado huella. El ‘caso Koldo’ fue el punto de partida: una red de comisiones ilegales en plena pandemia con vínculos directos al ex ministro (y, suponemos, ex amigo) Ábalos. Poco después, las miradas se dirigieron hacia su esposa, Begoña Gómez, investigada por presuntas irregularidades en su acceso a una cátedra universitaria y por su relación con empresarios favorecidos por contratos públicos.
El episodio más comprometido llegó en abril de 2024, con la apertura de diligencias judiciales contra su mujer por posibles delitos de tráfico de influencias y corrupción. En lugar de una respuesta institucional, el presidente optó por una carta personal en la que se declaró profundamente afectado y anunció cinco días de reflexión sobre su continuidad.
Pero no es únicamente el frente conyugal el que le presiona. Su hermano David Sánchez también será juzgado por prevaricación y más causas, lo que complica aún más el clima en su círculo familiar. El poder no sólo se ejerce: también se sufre. Y aunque al llegar al dormitorio presidencial, el dirigente nacional sustituyó el colchón de su antecesor —un gesto simbólico de nuevos tiempos—, todo indica que el descanso no ha sido el esperado.
Gobernar envejece: un experto revela cómo lo sufre Pedro Sánchez
El estrés crónico, según los expertos, deja huellas difíciles de ocultar: eleva los niveles de cortisol, acelera el envejecimiento celular y debilita el sistema inmunológico. Pedro Sánchez, que en 2018 deslumbraba por su presencia impoluta, exhibe hoy una expresión más severa, marcada por ojeras, canas propias de la edad y una sonrisa cada vez más escasa. A sus 53 años, el paso del tiempo es inevitable, pero en su caso llega amplificado por los focos, la presión y la carga emocional del cargo.
El Dr. Jesús Sánchez Martín, cirujano plástico, estético y dermatólogo, lo resume con claridad: «Es probable que el estrés y la carga emocional adicional que está soportando el presidente, tanto por motivos políticos como personales, estén acelerando su ritmo de envejecimiento. Hay evidencia de que la edad biológica puede aumentar en relación con el estrés: podemos echarnos años encima bajo la influencia de un exceso de cortisol».
En la piel, añade el especialista, «los cambios hormonales asociados a estos estados afectan la calidad del colágeno, reducen la elasticidad y favorecen la aparición de arrugas». Y sentencia: «Moncloa es una plaza muy exigente, y es comprensible que con el tiempo los presidentes reflejen ese desgaste en su aspecto».
El especialista señala además que este fenómeno no es exclusivo de la política: «También lo hemos visto en el mundo del deporte, con casos como Guardiola o Luis Enrique, donde la presión de los banquillos aceleró visiblemente su envejecimiento».
Y aunque algunos insinúan que Sánchez podría haberse apoyado en retoques estéticos —neuromoduladores, tratamientos faciales— para mantener su imagen pública, ni la medicina ni la cosmética pueden ocultar del todo la fatiga de un liderazgo prolongado. Cuando los problemas no solamente golpean desde fuera, sino que brotan desde dentro, ya no hay filtro que valga. La piel puede tensarse, sí, pero el desgaste real empieza a ser más profundo. Y eso, al final, siempre se nota.