Wallis Simpson y Meghan Markle comparten mucho más de lo evidente
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¿Qué tienen en común Wallis Simpson y Meghan Markle? A simple vista, podría parecer que esta pregunta tiene una respuesta evidente. Las dos son americanas, divorciadas y casadas con un miembro de la Familia Real Británica. En el caso de Wallis, con el que fuera rey Eduardo VIII, que renunció a la Corona y a todo lo que esta conllevaba por su amor hacia la norteamericana. En el de Meghan, con el príncipe Harry, nieto de la reina Isabel, quien no habría podido reinar si no hubiera sido por el sacrificio de Eduardo VIII.
Sin embargo, hay algo más que une a estas dos mujeres. Un detalle que a simple vista podría haber pasado desapercibido y que en cierta medida podría interpretarse como un tributo de Meghan hacia su compatriota. El día de su enlace con Harry de Gales, la exactriz partió de Cliveden House acompañada de su madre, Doria Ragland, en un impresionante Rolls Royce Phantom IV. Un vehículo perteneciente a la reina Isabel cargado de historia.
No solo fue el primer coche de estas características que pasó a formar parte de la colección de la monarca, en 1950, sino que además cuenta con un vínculo muy significativo con una ‘compatriota’ de la actual duquesa de Sussex.
El coche en cuestión es el mismo que casi cinco décadas antes se utilizó para llevar a Wallis Simpson a despedir a su esposo, el duque de Windsor en su funeral en el mismo lugar en el que se casaron los duques de Sussex, la capilla de San Jorge. Fue el 5 de junio de 1972 cuando la norteamericana, vestida de negro y con lágrimas en los ojos dijo adiós al hombre que lo había dejado todo por ella.
El mayor escándalo ‘Real’
La relación del entonces rey Eduardo con la divorciada Simpson hizo temblar los cimientos de la sólida Monarquía británica, hasta el punto de que el soberano se vio obligado a abdicar la Corona en su hermano, el rey Jorge, padre de Isabel II.
Parece mentira cómo los tiempos cambian y en solo medio siglo se ha conseguido que la Monarquía se renueve y acepte a una divorciada, exactriz y birracial con los brazos abiertos, algo impensable en los tiempos de Eduardo VIII.
La relación del tío de Isabel II con Wallis supuso tal atropello que tuvo que elegir entre su país y su corazón, y, de manera inusual, prefirió su felicicidad. Eduardo y Wallis se casaron en 1937 tras la abdicación del Rey, que aseguró que no podía dirigir el país sin el apoyo de la mujer a quien amaba. Aunque se convirtieron en duques de Windsor, Wallis nunca obtuvo tratamiento de Alteza Real.