María Tudor, primera reina mujer por derecho propio de Inglaterra
El 1 de octubre del año 1553 tuvo lugar la coronación de la primera mujer que accedió al trono del Reino Unido (entonces Inglaterra). Se trataba de María I de Inglaterra, más conocida como María Tudor y que fue apodada por los protestantes como ‘la Sanguinaria’, por la especial represión que contra ellos ejerció.
La reina María tiene el honor y el privilegio de aunar dos dinastías fuertes y llenas de un glorioso pasado: los Trastámara y los Tudor. Hija de Enrique VIII y de su primera esposa, Catalina de Aragón, subió al trono tras el temprano fallecimiento de su hermanastro Eduardo VI a la edad de 16 años. Único descendiente legítimo varón de Enrique VIII, se convirtió en rey en el mismo instante que falleció su padre. Su madre, que murió días después de haber dado a luz, era la tercera esposa del monarca inglés de las seis que tuvo. Se trataba de Juana Seymour y fue la única que obtuvo el privilegio de ser bien tratada por el rey. De hecho, está enterrada junto a él en la capilla de San Jorge en el Castillo de Windsor.
Su infancia: desheredada por su padre
María Tudor tuvo una infancia complicada, difícil y, sobre todo, triste. Muy unida a su madre Catalina, que era la pequeña de los hijos de los Reyes Católicos, tuvo que presenciar la profunda humillación que su propio padre le hizo pasar tanto a ella como a su progenitora. Para entender la figura de María Tudor es interesante comprender su situación. Su madre era una ferviente católica y su padre rompió con Roma para poder casarse con Ana Bolena, una mujer de la corte de la que se encaprichó. No solamente vio cómo su madre era despreciada, humillada y desterrada de la corte, sino que también tuvo que soportar ser desheredada cuando la nueva reina dio a luz a su hermanastra Isabel, la futura Isabel I.
La historiografía puede haber sido injusta con ella ya que ha sido apodada como ‘la Sanguinaria’, o en inglés Bloody Mary, por su intensa persecución a los no católicos, pero en historia hay que tratar de situar los acontecimientos en contexto e intentar entender la situación que el personaje en cuestión vive. En primer lugar, es fácil entender el resentimiento con el que creció debido al comportamiento de su padre hacia ella y hacia su madre. En segundo lugar, en el siglo XVI la cuestión de la fe no era un tema baladí, sino todo lo contrario. No se puede entender la historia de nuestro continente sin entender la historia del cristianismo. María Tudor vivió un momento convulso en Inglaterra. Su padre había roto con Roma, pero ella reinó como reina católica y, si bien es cierto que persiguió y quemó a “herejes”, no es menos cierto que hizo algo propio de los monarcas en aquella época. Su padre también había ejecutado de manera indiscriminada al que le llevaba la contraria o molestaba (su segunda esposa y cuarta esposa, sin ir más lejos), y su hermana Isabel I (anglicana) tampoco se quedó corta en su persecución a los católicos.
Reina consorte de España
María Tudor se casó tarde para una época en la que las mujeres contraían matrimonio alrededor de los 15 años. Los matrimonios estaban concertados muchas veces desde la cuna para fortalecer lazos políticos y territoriales. La propia madre de María, Catalina, había sido un elemento muy útil, como todos sus hermanos, en la política de expansión que los Reyes Católicos planearon de manera estratégica a través de los matrimonios de sus hijos.
Los motivos por los que la historia le reserva un lugar privilegiado son varios, pero quizás el más importante sea que es la primera monarca titular de la corona en la historia británica. Es verdad que antes que ella estuvo reinando, pero solo unos días, Juana Grey, monarca que enseguida fue depuesta…y ejecutada. Cuando María Tudor llegó al trono lo primero que hizo, quizás en justicia a la memoria de su madre y porque verdaderamente era católica, fue abolir la Reforma Anglicana que tanto dolor de cabeza había causado su padre en Roma… y en la propia Inglaterra. Ciertamente, persiguió a los que ella consideró disidentes religiosos y se cuentan unos 280 ejecutados en la hoguera. Algo muy normal, por otra parte, en aquella época. Recuerde el lector que las cosas en el XVI no se solucionaban dialogando y, si bien los ingleses son de las naciones con un parlamento más antiguo, no es menos cierto que no es hasta bien entrado el siglo XVII cuando los monarcas dejan de tener la potestad de gobernar, además de reinar.
Se casó con el rey Felipe II, que era su sobrino segundo, ya que era el hijo de su primo hermano el emperador Carlos I de España y V de Alemania. El emperador Carlos fue el primer hijo de Juana I de Castilla, hermana de la madre de María Tudor, Catalina de Aragón. Dicho matrimonio se firmó bajo unas premisas muy concretas de manera que, si ella fallecía antes que él y sin tener hijos, como así sucedió, el rey Felipe II, titular de la monarquía hispánica, no tendría ningún derecho sobre la corona británica. Por cierto, mientras duró su matrimonio con nuestro monarca, ella ostentó el título de reina consorte de España, aunque jamás pisó nuestro país ni se inmiscuyó en asunto alguno.
Días antes de su muerte, el 17 de noviembre de 1558, reconoció a su hermanastra, la princesa Isabel, como su sucesora. María Tudor está enterrada en la Abadía de Westminster. La historiografía protestante es quizás la máxima responsable de haberle dado una fama de sanguinaria a una reina que, más que probablemente, el pueblo británico no tenga entre sus monarcas favoritas. Es importante señalar que su “mala” fama dio comienzo ya en el siglo XVI y ha ido acrecentándose con el paso de los siglos, aunque, en su época dicha fama se “amortiguó” un poco por el amor que le pueblo siempre le había profesado a su madre, la reina Catalina.