La confesión más dura de Carolina de Mónaco
Carolina, 'reina' de Manhattan: convierte Mónaco en la Gran Manzana
El motivo por el que Carolina de Mónaco podría dejar de ser princesa
Una infancia de cuento, pero no de hadas. Pese a vivir en un palacio rodeada de lujos, Carolina de Mónaco no fue tan dichosa como cabría esperar. Por primera vez, la todavía princesa de Hannover se ha sincerado sobre una de las etapas más complejas de su vida y ha revelado detalles hasta ahora desconocidos.
No es ningún secreto que los hijos de la realeza han de tener una educación diferente a resto del mundo, pero tal y como ha confesado a la periodista Isabelle Rivière, la de los vástagos de Rainiero de Mónaco y Grace Kelly fue especialmente severa. «Crecimos en una soledad absoluta porque mi padre era muy posesivo, no entendía que queríamos tener amigos», ha dicho la Princesa.
Una situación que llevó a los niños a refugiarse en el cariño de su niñera, Maureen Wood, con quien establecieron una relación muy especial. «Para nosotros, Maureen fue la figura clave de nuestra vida». Tan importante se volvió la niñera que hubo momentos en que preferían estar con ella que con sus propios padres. «Cuando éramos pequeños nos sentíamos más cómodos con ella que con cualquier otra persona», ha declarado.
[Puedes leer: Los secretos de Mónaco: la sombra de su hermetismo es alargada]
Aunque Maureen era consciente del vínculo que estableció con los niños, siempre intentó que ellos no perdieran la perspectiva y supieran quiénes eran sus padres y lo que representaban. A pesar de todo, cada vez que llegaban las vacaciones era un problema, porque los pequeños no querían que la niñera se marchase y la princesa Grace acababa llamándola para que regresase antes de tiempo por la insistencia de sus hijos.
Una de las anécdotas que con más cariño recuerda Carolina es el día de la boda de Constantino y Ana María de Grecia. Aquella noche, sus padres de marcharon y los niños, como solía ser habitual, quedaron al cuidaron de Maureen. Ella preparó una especie de cena de gala en palacio para que los pequeños príncipes tuvieran su propia celebración y se sintieran especiales. «El chef elaboró un menú de fiesta, Carolina se puso un traje de su madre, mientras que Alberto lució un uniforme y todos bailaron hasta altas horas de la noche», ha confesado Wood.
[Puedes leer: El motivo por el que Carolina de Mónaco podría dejar de ser princesa]
Sin embargo, el día a día de los niños se regía por normas muy estrictas. Solo mantenían contacto con sus padres y con la niñera, ni siquiera les estaba permitido dirigirse al resto del personal de palacio, y si lo hacían, eran castigados duramente.
Pese a que los recuerdos de la infancia de Carolina son bastante tristes, ello no fue óbice para que tras la muerte de su madre la Princesa tomara su relevo e intentara retomar todas sus causas. Tanto ella como Alberto se esforzaron – y siguen haciéndolo- para mantener vivo el legado de su madre y su recuerdo.
No es la única
El actual Jefe de la Casa Grimaldi comparte la opinión de su hermana en lo que respecta a su estricta educación. «Mi padre fue muy categórico en sus enseñanzas», sostiene. Aunque no ha seguido sus consejos al pie de la letra, el Príncipe recuerda perfectamente las enseñanzas de su padre. «No confíes en nadie, era muy estricto, a veces demasiado duro «.
Padre de dos niños con la sudafricana Charlene Wittstock, Alberto prefiere otra línea de educación. De hecho, no es raro ver a la familia al completo compartiendo juegos, risas y tiernos momentos en actos oficiales.