Queca Campillo, la mujer más desconocida en la vida del Rey Juan Carlos I
Queca Campillo fue una importantísima fotoperiodista durante la Transición
Durante casi 30 años fue la gran confidente del Rey Juan Carlos I
Queca Campillo fue una de las personas más próximas al Rey Juan Carlos I durante su reinado. En esta definición no hablamos de una de las mujeres más próximas al padre del Rey Felipe VI, sino que nos referimos a una de las personas más cercanas a él por muchos motivos más allá de la amistad incondicional que les unía. Queca Campillo fue la gran confidente de Juan Carlos I y por eso su historia no ha quedado en el olvido. Aunque probablemente su nombre se convierta en titular de numerosas noticias tras la emisión del documental que volverá a poner en relieve su pasado, hay detalles que muy pocos saben acerca de quién era realmente Queca y que este medio conoce a la perfección.
Queca tras el objetivo: su parte más personal
Si por algo se caracterizaba Queca, personalmente, era por su humildad. También por su inteligente sentido del humor. Sin embargo, aunque su máxima era la discreción, nunca logró pasar desapercibida. Nada se le puso por delante. Campillo era una mujer de bandera, muy demócrata, católica -con una profunda devoción a la Virgen de la Montaña de Cáceres- y de derechas. Defensora absoluta de la figura de la mujer y la matriarca de su gran familia. Una inigualable madre y una abuela ejemplar. También una gran amiga. Cuando sus seres queridos la necesitaban, ella siempre estaba, al primer toque. No habían sonado ni dos tonos del teléfono para que descolgara la llamada.
En su tiempo libre, siempre que su agenda se lo permitía, Queca disfrutaba de los pequeños y sencillos regalos de la vida, como jugar al golf, pasear con sus perros por la dehesa extremeña o participar maratones alrededor del mundo, como en Estados Unidos, un país al cual viajó en varias ocasiones. Más allá de sus propios gustos culinarios, sus allegados se mataban por probar sus míticas croquetas. También sus galletas al horno.
Una dilatada carrera profesional
Una adelantada a su tiempo que convivió en un mundo que inicialmente era de hombres: el Fotoperiodismo. Una carrera que ejerció tras estudiar Filosofía y Letras y que le permitió trabajar en El Correo, Pueblo, en la revista Tiempo y, finalmente, en el Grupo Zeta, donde destacó por sus reportajes a la Familia Real.
Por todo ello no fue de extrañar que, en los años 80, Queca -en un acto oficial de Obiang Nguema- captara la atención del Rey emérito. Cuando comenzó su historia con el padre de Felipe VI, por el que nunca se dejó deslumbrar -es más, en su círculo más cercano, Campillo presentaba al monarca como un hombre muy campechano- ya había sido reconocida por su labor profesional con un Premio Nacional de Periodismo Gráfico.
A lo largo de su carrera, más allá de fotografiar al Emérito en las regatas, Queca también capturó con su Kodak a los políticos más destacados de la Transición, como a Felipe González, Adolfo Suárez o Aznar, que sentían una gran admiración por la cacereña, que con su valentía incluso decidió poner en riesgo su propia vida para contar con su cámara lo que ocurría en Irak.
Su amistad con Juan Carlos I
Tras un largo recorrido en el Fotoperiodismo, Queca nunca imaginó una llamada de Zarzuela que marcaría un antes y un después en su vida. De viva voz, Juan Carlos I mostró un interés personal en conocer a la cacereña, que se quedó alucinada al escuchar al Rey emérito. Una anécdota que solo confió a sus más cercanos pese a ser voz populi.
Desde entonces y durante casi 30 años, Campillo y el monarca tuvieron una relación marcada por altibajos. Queca tenía un fuerte carácter -pero, a la vez, era pura dulzura- y era una mujer de firmes convicciones, por lo que siempre le dio su punto de vista al padre de Felipe VI sobre la institución, por la que la fotógrafa sentía un absoluto respeto y una lealtad incondicional.
Ante todo, eran grandes confidentes y sentían un cariño mutuo el uno por el otro. Se querían y mucho. Queca fue la gran guardiana de sus secretos hasta el final de sus días. Lamentablemente, a sus 65 años y once meses después de la abdicación de Juan Carlos I, Campillo perdía la vida tras una larga enfermedad. Sin embargo, durante ese tiempo, la fotoperiodista fue consciente que, por justicia, tenía que contar su historia.
Sus últimos años
Tras mudarse a Cáceres, donde pasó sus últimos años junto a los suyos y disfrutando del Norba Club de Golf, su gran afición, decidió dar el paso de comenzar a escribir sus memorias. Una biografía que no pudo terminar y donde pretendía reflejar su historia al lado de Juan Carlos, así como el momento político y social que vivió. Y no lo hizo por una simple razón: para que su madre -la cual la enterró- no se viera en la postura de responder a ciertas cuestiones en el Gran Café de la ciudad. Ni más ni menos.
Su despedida fue a la altura de lo que merecía. Cáceres se sumió en una profunda tristeza pese a que Queca siempre quiso ser despedida con alegría. Por ello, la última canción que escuchó aquel trágico 4 de mayo de 2015 fue Sweet Caroline. Campillo cerró sus impresionantes ojos verdes por última vez en su tierra natal. La plaza de San Juan nunca había estado tan llena. Ni siquiera en Semana Santa. Había dejado huérfanos a todos los que le admiraban por ser simplemente Queca.