De primera dama a testigo del derrumbe: Carla Bruni en el ojo del huracán tras la condena de Sarkozy
Nicolas Sarkozy, ex presidente francés, ha sido condenado a cinco años de prisión
Carla Bruni, siempre a su lado, ha respondido con gestos viscerales y se mantiene firme, combinando su rol de esposa, madre y artista
Lo que comenzó como un romance de película en el Elíseo hoy se proyecta como un thriller político
La escena parecía sacada de un guion imposible: París, primavera de 2007, una cena entre amigos y un flechazo fulminante entre el presidente recién divorciado y la modelo-cantante con un pasado bohemio de pasarelas y rockstars. Tres meses después, boda en el Elíseo. Francia se quedó boquiabierta: Nicolas Sarkozy, el tiburón político, y Carla Bruni, la musa de los escenarios, se convertían en la pareja más mediática de Europa. Él prometía reformar Francia, ella aportaba glamour y un halo de modernidad a los salones del poder. Una especie de Jack y Jackie versión europea, con más ironía y menos inocencia.
Diecisiete años después, el guion ha dado un giro amargo. A sus 70 años, Sarkozy ha sido condenado a cinco años de prisión por financiación ilegal de su campaña presidencial de 2007, con dinero proveniente de las maletas de Muamar Gadafi. El ex presidente, acorralado por tres condenas y múltiples procesos, se aferra a su inocencia con la misma vehemencia con la que en otro tiempo hablaba de la grandeur de Francia. Carla, siempre a su lado, sonríe para las cámaras, pero cuando ve un micrófono de Mediapart -el medio que destapó el escándalo-, se lo arranca de las manos a una periodista y lo lanza al suelo con rabia contenida. El gesto ha recorrido las redes como símbolo de una primera dama que, lejos de la discreción, responde con visceralidad.
Bruni no es una estatua decorativa en este drama. Se casó con Sarkozy cuando el cuento aún brillaba y lo defendió durante su caída, cuando el palacio se transformó en tribunal. Sus canciones hablan de noches eternas, de amores imposibles y hombres que caen; versos que hoy resuenan con más ironía que nunca. Ha sido musa, madre, cantante, primera dama, y ahora es, inevitablemente, esposa de un condenado. La paradoja es brutal: Sarkozy habría llegado al Elíseo con dinero de un dictador al que, años después, ayudó a derrocar. Y Carla, que en su día prometió no volver a vivir la angustia de aquellos años de poder, se encuentra atrapada en la secuela más oscura de esa historia. Una mujer que conoció el amor a primera vista en la mesa de una cena, se ha convertido en la compañera de un hombre que intercambia las alfombras del poder por un brazalete electrónico.
El juicio de la historia será más implacable que cualquier tribunal. Sarkozy puede recurrir, puede alzar la voz, pero Francia ya lo ha condenado en el terreno de la opinión pública. Y mientras tanto, Carla Bruni sigue escribiendo canciones y subiendo fotos románticas a Instagram con un mensaje claro: «El amor es la respuesta. El odio no tomará la delantera». Palabras que suenan a desafío, pero también a banda sonora de un amor que nació como una película romántica y hoy se proyecta como un thriller político. Porque lo que Francia está viendo no es solo la caída de un presidente, sino la transformación de la historia de amor más mediática del Elíseo en un drama cargado de caña, contradicciones y titulares.