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El blog de Paloma García-Pelayo

Paquirri y el cartel en el que nunca quiso figurar

Paquirri, figura indispensable en la historia de la familia Rivera, rota desde aquella tarde de septiembre de 1984, en la que el diestro perdió la vida tras la trágica cogida en la plaza de Pozoblanco (Córdoba). 37 años de ausencia y también de enfrentamiento Rivera-Pantoja que, pese a todo, mantienen más vivo que nunca su recuerdo como padre y como leyenda del toreo. Paquirri, protagonista en la eterna distancia, este viernes cumpliría 73 años.

Francisco Rivera “Paquirri”. Cuántas veces hemos pronunciado su nombre en estos últimos meses en los que tanto se habla de su herencia, de la incomprensible batalla que libra su viuda, Isabel Pantoja, con sus hijos mayores, Francisco y Cayetano y, sorprendentemente, también ahora con su propio hijo Kiko. Él nunca lo hubiera permitido.

Contaba su padre que Paco no lloró al nacer. Nunca más lo hizo pese a las dificultades de la familia durante su infancia. Francisco Rivera Pérez llegó al mundo en la única habitación de la casa en la que se instalaron sus padres, Agustina y Antonio, en Zahara de los Atunes, tras casarse en 1945. A los dos meses de nacer con unos inmensos “ojos de gato”, como cuentan los suyos, su familia se mudó a Barbate. Su padre perdió dos dedos en una corrida y tuvo que dejar de torear. Se ganaba la vida vendiendo ganado y aceptó el puesto de conserje que el alcalde le ofreció en el nuevo matadero que abrían en el pueblo vecino de Barbate. Con la llegada de Paco ya eran cuatro de familia. El recién nacido tenía ya un hermano mayor, José (Riverita). En Barbate, les esperaba la prosperidad: sueldo fijo, una vivienda con 2 habitaciones, cocina y baño dentro de la casa y hasta luz y agua corriente. Irrechazable.

Francisco Rivera ‘Paquirri’ cumpliría este viernes 73 años / Gtres

Su padre intuyó que nacería torero, tanto que quiso inscribirlo con el nombre que había escogido para él en futuros carteles: Paquirri. ¡Pero si la madre es Pérez, cómo va a ponerle al crío Francisco Rivera Paquirri!, cuenta Antonio Rivera que le cuestionaba el cura López, en las memorias que publicó la revista ‘Lecturas’ en 1987. Desde bien pequeño “solo pensaba en ir al campo, traer becerros y cochinos, trabajando siempre a mi vera”, detalla Rivera. Era un chaval muy alegre, con mucho sentido del humor y al que le encantaban las bromas, pero recto y muy serio para sus cosas. La afición le llegó en el matadero. Nunca fue buen estudiante. Solo quería campo y toro, así que dejó la escuela para faenar con el cabeza de familia. Tras la jornada, dio clases nocturnas durante un tiempo. Empezó a torear becerras siendo un crío y siempre rezaba ante la Virgen de la Oliva. “Se fue haciendo muy religioso”, recordaba su padre. El dinero llegó a esa familia humilde, en la que nacerían dos hermanos más, Teresa y Antonio, tras mucho sacrificio. “Su dinero fue un dinero ganado a sangre y fuego y por eso he dado siempre la espalda a su herencia y a todo aquel que ha querido aprovecharse de lo que a él tanto trabajo, ¡y la vida!, le costó para ganarlo”, sentenciaba Antonio padre a Julio Bonamino y Liliana Cozzi, autores de las memorias del patriarca Rivera.

Paquirri amasó una gran fortuna, tras años siendo el número uno del escalafón / Gtres

Toreaba a solas y a todas horas, pero con 10 años se estrenó con público y sí, en este caso, uno muy distinguido. Acompañó a su padre a una becerrada, invitado por el maestro Antonio Ordoñez. Paquirri se puso a jugar con las niñas de don Antonio, Carmen y Belén, y ocurrió: “Que venga el niño a torearla” (una vaca imponente al que el propio Ordóñez había dado unos cuantos pases). En el burladero, Antonio Bienvenida y Manolo Vázquez. Paquirri no lo dudó, cogió la muleta y pidió que la llamaran desde el medio de la plaza hasta donde él estaba. Sin más. 10 años, una vaca con 2 puntas como puñales. ¡Cuidado con este que puede ser figura del toreo!, asegura Antonio padre que dijo Bienvenida. Ese día empezó todo.

En los primeros años apenas cubrían gastos. A los 13 se visitó por primera vez de luces. Entrenó con dureza para dejar los novillos y ser matador de toros. Su progresión fue espectacular: en apenas 4 años pasó de actuar en festejos sin caballos a tomar la alternativa en julio de 1966. Fue en Barcelona y con 18 años. Desde aquella tarde en la que un toro le pegó una cornada en el muslo derecho, por lo que hubo que repetirla unas semanas después, doctorándose finalmente el 11 de agosto de ese mismo año, hasta la tragedia de Pozoblanco en la que el diestro encontró la muerte, su trayectoria “estuvo plagada de grandiosos triunfos y faenas para el recuerdo en todos los cosos del orbe”, escribía Carmen de la Mata en ‘Taurología’, al cumplirse los 50 años de su alternativa.

En 1969, tres puertas grandes en Las Ventas. Paquirri era ya imparable. Fue encadenando triunfos durante toda la década de los setenta y se encaramó hasta el primer puesto en el escalafón hasta su última tarde de Pozoblanco en 1984. Puerta del Príncipe en Sevilla en 1977, año de oro el de 1979 con sonados triunfos en Valencia, Sevilla, de nuevo, y Madrid. Las crónicas destacan su faena de aquel año en Las Ventas. Fue la consagración absoluta: “el torero más poderoso de esta época”, dijo el periodista taurino Del Moral. Siguieron los triunfos de Málaga, Bilbao, Salamanca o Barcelona. 133 orejas a final de temporada y remató el año en Venezuela, Ecuador y Colombia. Los ochenta fueron suyos también hasta septiembre de 1984.

Sencillo, hombre de campo y muy mirado para las finanzas – su padre reconoce que apretaba bien cada peseta que ganaba en las plazas- fue invirtiendo todo su dinero, sobre todo en fincas. Se enamoró perdidamente de Carmen Ordóñez y en 1973 se casaban en la iglesia de San Francisco el Grande de Madrid, una vez que el maestro Ordóñez lo permitió. Carmen era una jovencita de tan solo 17 años. Al año siguiente, nació su primer hijo, Francisco y tres años después, Cayetano, con los mismos “ojos de gato” que su padre. Felicidad máxima. El torero ya se había hecho con un patrimonio considerable. Las fincas La Garza, Los Rosales y Cantora que compartió con su mujer y sus hijos; sobre todo Cantora, la única que contaba con vivienda, ya eran suyas. Su historia de amor con Carmen nunca acabó del todo, pero su matrimonio fracasó y se separaron en 1979.

Tras un sonado romance con Lolita Flores, Paquirri se fijó en la cantante Isabel Pantoja y con ella se casaría en segundas nupcias, en abril de 1983. De su feliz unión nacería Francisco José, el menor de sus tres hijos. Las fincas El Robledo, El Garlochí y La Parra se sumaron a su patrimonio. Seguía pasando temporadas en Cantora y ya pensaba en retirarse. Sus hijos eran su locura y había conseguido su sueño de ahorrar un millón de dólares. Lo tenía en América. Así se lo confesó a un buen amigo, muy pocos días antes de morir. Pero “Avispado” se cruzó en su camino, desgraciadamente.

Isabel Pantoja y Paquirri, en 1982 / Gtres

La vida fue muy deprisa para este hombre bueno al que los suyos añoran desde su marcha. El toro, que todo se lo dio también se lo arrebató aquella tarde en la que perdió la vida tras una muerte agónica, en ambulancia camino a Córdoba. Sé que para los suyos está presente cada día desde que se marchara aquella tarde-noche de septiembre de hace 37 años y que la batalla por su herencia le espantaría. No lo hubiera permitido nunca. Francisco Rivera “Paquirri”, el torero más poderoso. El cisma familiar ha rescatado su nombre para un cartel que, estoy segura, él nunca hubiera querido encabezar. ¡Maestro, feliz cumpleaños!

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