Lucía Bosé, tras separarse de Dominguín: "Le dije que si me quitaba a mis hijos le pegaba un tiro"
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Sabido es que Lucía Bosé es una mujer con una personalidad muy marcada, libre, abierta y precursora. Le encanta definirse, a sus 86 años, como un alma que vuela sin dueño. Si bien confesó en su entrevista en ‘Sábado Deluxe’ que esta sería su última aparición mediática, ha hecho un alto en su retiro para visitar a Bertín Osborne en ‘Mi casa es la tuya’.
Aislada en un pueblo de tan solo 50 habitantes, Lucía ha hablado sobre su pasado y presente. De su complicada infancia marcada por las bombas, de sus inicios como actriz y de su turbulenta relación con Luis Miguel Dominguín, igual de apasionada que indigna en el último tiempo. De hecho, ha desvelado que cuando decidió romper se enfrentó al torero: «Le dije que como me quitara a mis hijos le pegaba un tiro».
La matriarca del clan Bosé se ha abierto en canal y ha hablado, como no podía ser de otro modo, de la muerte de su nieta Bimba: «Vivo solo de las cosas bonitas, me cuesta recordar. No creo en que las personas se vayan del todo. El físico desaparece, dejando un saco de mierda, pero el alma permanece». Ha desvelado que su pelo azul se lo debe a su nieta, quien tuvo la idea, y se lo mantiene en su memoria. La actriz ha recibido la sorpresa en el programa de Boris Izaguirre, al que considera como un hijo: «Se vino a vivir a mi casa de Somosaguas durante dos años, y los tengo como los más felices de mi vida. Es el mejor hijo que tengo».
Certamen de belleza
En 1947 la vida de Lucía dio un viraje de 180 grados, gracias a unos chavales «gamberros» y «golfos» del barrio, que mandaron unas fotografías de ella al Certamen de Miss Italia para conseguir el dinero del premio. La matriarca Bosé tenía una belleza tan castiza y «salvaje» que ganó el certamen, dejando a Gina Lollobrigida en su segundo lugar. «Para mí aquello fue increíble, me di cuenta de que había otra vida de lujo. Recuerdo cuando fui con mi madre al hotel donde se celebraba, me quedé maravillada. Nunca había ido a un hotel», ha relatado Lucía.
Por entonces ella trabajaba en una pastelería, en la que un día entró el mismísimo Luchino Visconti, que quedó impactado de su belleza. Le prometió cine y se la llevó a Roma cuando cumplió los 18 años. En 1955 llegó a España con la película ‘Muerte de un ciclista’.
Su amor por Luis Miguel y el nacimiento de sus hijos
En ese momento entró en acción el torero Luis Miguel Dominguín, que la conquistó «sin tocarme» y le pidió casamiento nada más conocerla. Se casaron en las Vegas, tan contrarios de la Iglesia como eran: «El matrimonio es un espectáculo absurdo, yo no quería vestirme de blanco. Quien nos obligó a casarnos fue Carmen Polo». Cuenta Lucía que la mujer de Franco le prohibió la entrada en una cacería porque no estaba casada con Luis Miguel como debiera: «Tuvimos que casarnos para asistir a eso, fíjate».
Se enamoró del espíritu de Luis Miguel, nunca de su oficio. A Bosé no le interesaban en absoluto los toros. Sin embargo, se dio cuenta en Sevilla de lo que un torero significaba para ella: «Me quedé impactada. Pensé ‘me he casado con un asesino, quiero el divorcio’». No fue esto lo que los separó tras 7 años de relación: «Me cansé, dije ‘hasta aquí hemos llegado’. Me separé por dignidad», convirtiéndose en la primera mujer separada de España. Ha relatado junto a Bertín cómo el torero le prohibió hacer cine y hablar en italiano en casa.
Una anécdota curiosa fue el nacimiento de su hija Paola, 15 días antes de lo esperado porque así lo decidió Dominguín. «Se había pillado una borrachera la noche de antes y no estaba en condiciones para torear al día siguiente. Entonces pensó que la excusa perfecta era el nacimiento de Paola», ha asegurado entre risas la matriarca.
Infancia, colegio y muerte del hermano
La infancia y adolescencia de Lucía Bosé no fue precisamente un camino de rosas. Para poder entender a la Lucía adulta es necesario regresar a sus raíces. Recién nacida ya demostró un carácter arraigado y una memoria impactante. Recuerda perfectamente cómo fue su nacimiento: «Recuerdo cómo me lavaron, cómo me envolvieron, los brazos de mi madre. Incluso, me pusieron un gorrito que me molestaba mucho».
La Segunda Guerra Mundial marcó su vida y supuso un punto de inflexión a todos los niveles: «Cuando vino la guerra, las bombas incendiaron todo. Me quedé tres días solo con un abrigo, escondida en el refugio mientras mi familia recuperaba las cosas que no estaban calcinadas». Tal desesperación y desasosiego vivieron sus padres al intentar abandonar el lugar por miedo que incluso se olvidaron de recogerla del refugio. «Tenía 10 años y salí corriendo detrás del coche. Me enganché a una cuerda y ahí supe lo que era la vida y la soledad», ha contado la actriz.
Más que el temor de oír a los aviones que descargaban las bombas, Bosé destaca el hambre: «Eso fue lo peor de entonces, ten en cuenta que éramos pobres. Mi madre ayudaba en una frutería y mi padre limpiaba la calle». Especialmente duro fue cuando un alemán intentó violarla: «Se encaprichó conmigo, le gustaba y vino por mí. Menos mal que mi madre me escondió». Su fuerte personalidad y rebeldía se la debe a su madre, que define como una «marimandona». En cambio, su padre era un bendito: «Él nunca entraba en guerras, se sentaba y veía la vida pasar». Los afectos no se prodigaban en su casa, la madre de Lucía nunca la besó: «Eso antes no se llevaba, era otra época. No es como ahora que los niños son arropados».
Para Lucía Bosé hay dos grandes acontecimientos que la traumatizaron, el colegio y la muerte de uno de sus hermanos. «El colegio lo veía como la cárcel, me sentía prisionera y no me gustaba que me dieran órdenes», ha confesado en ‘Mi casa es la tuya’. Sin embargo, lo peor estaba por llegar. Un perro mordió a su hermano, y al no disponer de penicilina, murió a los pocos días: «Tengo en mi memoria ese momento, yo lo vi morir. Y no pude hacer nada, me sentí impotente». Sin duda, una vida impregnada de desgracias y pasiones a partes iguales que han curtido el carácter de Lucía Bosé.