Kiko Rivera toca fondo
Kiko Rivera ha decidido parar. Se toma un retiro mediático agotado mental y psicológicamente, tras 4 meses de entrevistas ininterrumpidas, en las que se ha enfrentado duramente a su madre, la cantante Isabel Pantoja. Este domingo, después de su última intervención en Domingo Deluxe, la ansiedad le venció.
Kiko Rivera no está bien. La exposición mediática ha alterado su ánimo mucho más que las diferencias con su madre. Son 4 meses de combate, de lucha libre y en solitario, si se le puede llamar así. Su mujer, Irene Rosales se lo dijo claro. Esta sería la última entrevista. Kiko no está bien y ha llegado el momento de parar. Ya ha hablado alto, claro y sin filtros y precisamente tanta crudeza sobre la realidad que él mismo decidió transmitir le están perjudicando. “Está muy tocado y no se encuentra bien”, me detallan pocas horas después de la última entrevista en Domingo Deluxe, en la que de nuevo describió su infelicidad absoluta, a una madre “inexistente”, su ausencia en los momentos más importantes y difíciles de su vida y reiteraba la cantidad de datos y documentos que asegura tener ya en su poder y que cuestionan seriamente la gestión que su madre ha realizado del patrimonio que le legó su padre, el diestro Francisco Rivera Paquirri.
La ansiedad le devora y él hace lo mismo con la comida. Ha ganado mucho peso y arruinado su plan de recuperación tras su reducción de estómago. Me dicen que se come las hamburguesas de 2 en 2. El exceso de kilos pone en peligro su salud, como a todos, pero Kiko, además, padece de gota. No duerme bien, está muy nervioso y toda esta lucha contra su particular Goliat Pantoja complica, también, la relación del matrimonio. Irene no estaba de acuerdo en que diera esta última entrevista, conoce a su marido y no lo ve bien. Le apoya, pero le preocupa. Había más discusiones de la cuenta. Demasiada exposición. A ella también le estaba afectando. Que si la suegra llama o no en los cumpleaños de las niñas, mensajes y reproches en la distancia. La búsqueda desesperada de información. Kiko estalló en ‘Deluxe’ en octubre pasado y ha hablado largo y tendido del cisma familiar. Ha sido su opción. Las entrevistas, dice, han sido un desahogo tras la negativa de su madre de aclararle nada. Le planteó vender Cantora para pagar sus deudas y las que arrastra la artista desde hace años: no. Presentó ofertas de compradores interesados; él es dueño de la mitad de esa finca (47,60 por ciento) y necesitaba dinero: no, no se vende. Descubre deficiencias y presuntas irregularidades en la gestión materna de “lo que es suyo”, como él mismo ha explicado, y se encuentra la última negativa: no hay explicaciones. Siempre le dijo que su padre no le dejó nada, pero Kiko ha descubierto que no es verdad. Parece un toro, pero es vulnerable.
El dj, que se sometió hace un par de años a una terapia para dejar una serie de adicciones, decidió denunciar públicamente a su madre en los medios con la intención clara, pero el corazón y la cabeza algo confundidos. Se centró en el problema familiar sin saber lo que se le venía encima. Seguro, pero sin ninguna garantía de cómo acabaría su afrenta televisiva. Sí, iba a facturar y así solucionar su falta de ingresos, sin embargo, ha tocado fondo. Lo peor: no ha valido para nada. Su madre no ha reaccionado, no se ha puesto en contacto con él y no parece que en ningún momento haya intentado pararlo, explicarle en privado lo que le reclama. Habría evitado buena parte de este escándalo familiar que devoran los medios. Error y omisión. El hijo, por realizar el atroz retrato de su madre que hemos presenciado semana a semana; y la artista por esconderse cual avestruz, bajo el ala de Cantora y desaparecer sin explicaciones. Este viernes, la cantante se negaba a recibir el primer requerimiento notarial que su hijo le ha enviado para pedirle oficialmente explicaciones. Un notario se lo llevará personalmente a la finca y confían en que lo recoja. Dice que no le ha dejado otra opción. No entiende que, siendo heredero universal del legado paterno, junto a sus hermanos Francisco y Cayetano, no haya recibido nada de lo que su padre le dejó, excepto Cantora, gravada con deudas de su madre durante años, y de la que apenas disfruta.
Dispone ya de información que podría comprometer seriamente a la cantante. Desde que en 1992 vendió parte de Cantora, cuando su hijo era menor de edad, firmó un suculento contrato de arrendamiento de parte de las tierras, también propiedad de su hijo y nunca le reportó sobre los posibles beneficios de aquella transacción, Pantoja empezó a ir por mal camino, según me aseguran los profesionales que analizan en estos días la documentación. El dinero, el que su padre le dejó, y que rentaba en un banco fuera de España también se incluye en su lista de agravios maternos.
Cuando este pasado 2 de agosto, el primogénito de Isabel Pantoja descubre en Cantora lo que jamás pensó fuera a ver con sus propios ojos, nunca imaginó que supondría la ruptura con su querida madre. Aquel día fue el último cumpleaños feliz de Pantoja. Una fecha para olvidar y unos hechos que Kiko no puede ni quiere dejar atrás. Su solitaria batalla le ha dejado tocado. Su mujer, a su lado, pero su madre lejos. Tal vez viva de nuevo cómo un hijo de su marido la lleva a los tribunales para reclamar su legado paterno. Ahora, sería su propio hijo. No me extraña que esté tan tocado.