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El aniversario de la infidelidad

El día que se desmoronó la vida de la infanta Cristina

El año no había hecho más que empezar y llegó el escándalo que, pese a ser comienzo de enero, estaba llamado a ser uno de las más impactantes del 2022. La mañana del 19 de enero una bomba en forma de reportaje periodístico sacudía a España entera, y su onda expansiva llegaba hasta Ginebra sin perder un átomo de fuerza. La revista Lecturas incendiaba los quioscos desde primera hora de la mañana con una noticia inesperada. “Iñaqui con otra mujer”, titulaba la publicación, y mostraba una fotografía explícita del ex duque de Palma paseando de la mano de la que, efectivamente, era otra mujer. Nadie conocía su identidad, pero de lo que no cabía ninguna duda era que no se trataba de la infanta Cristina. El escándalo estaba servido.

Iñaki Urdangarin y Ainhoa Armentia besándose / Telecinco

Programas de televisión, informativos de todas las cadenas, radios, páginas webs… Nadie pudo escapar del tsunami que supuso el reportaje de Lecturas, realizado por un fotógrafo francés de forma casual en una playa francesa cercana a Bidart. Varios habían sido los medios de comunicación que habían visto el material gráfico con anterioridad, pero fue Lecturas la cabecera que decidió dar un paso al frente con una revelación que puso del revés a la familia Urdangarin Borbón. El valor periodístico de la historia era incuestionable.

Un hombre y una mujer paseando de la mano por la playa, no había argumento posible para sostener un malentendido. Las cosas eran lo que parecían. O, más bien, eran “cosas que pasan”, como dijo el protagonista de las fotografías apenas veinticuatro horas después. Ya lo había definido así su hijo Pablo la víspera. Cosas que pasan en las familias, pero esta familia vivía una circunstancia excepcional.

Iñaki Urdangarin y Ainhoa Armentia / Gtres

Urdangarin había conseguido meses atrás el tercer grado y había abandonado la prisión de Brieva, donde había cumplido casi dos años de condena en régimen de aislamiento total. El arraigo familiar de Vitoria y un puesto de trabajo en una auditoria le habían permitido acceder a ese privilegio y había vuelto a casa de su madre mientras llegaba el momento de alcanzar la libertad condicional y poder terminar de cumplir su pena en Ginebra, donde la infanta Cristina llevaba años esperando el fin del calvario judicial de su marido. Unidos habían pasado la peor década de sus vidas, que comenzó una mañana de 2010 con la imputación de Iñaqui en el caos Noos, y unidos se planteaban el futuro tras cumplir con la justicia. Urdangarin estaba a punto de regresar a casa y empezar una nueva vida junto a su familia. El matrimonio había sobrevivido a todas las adversidades judiciales y familiares, pero no iba a sobreponerse a un enemigo inesperado: el amor.

Portada. / Lecturas

Ainhoa Armentia había llegado para quedarse, y eso lo sabía el marido de la infanta Cristina desde meses atrás, por eso no dudó en presentarse en Ginebra cuarenta y ocho horas después de salir la noticia y ponerle nombre a la situación. Si no había tenido agallas hasta el momento, Lecturas se lo había puesto en bandeja. La propia Infanta, destrozada, herida y decepcionada por el hombre por el que lo había dado todo, no se iba a oponer. Dejarle era la única opción que contemplaba.

Ainhoa Armentia in Victoria

La infanta Cristina y su aniversario más amargo

365 días después, pocas cosas han cambiado en la vida de quienes fueron un matrimonio feliz durante casi un cuarto de siglo. Urdangarin ha afianzado su historia de amor con Armentia, quien se divorció de su marido para estar a su lado y ya le ha presentado a sus hijos y demás familia. Iñaqui entra y sale de su casa, es su pareja a todos los efectos, pero cada noche regresa al domicilio familiar a dormir con su madre, con la que vive desde su traslado a Vitoria. Al revés, no sucede lo mismo. Armentia todavía no ha sido vista con la adorada ex suegra de la infanta Cristina, Claire Leabert, y mucho menos con sus hijos. Juan, Pablo, Miguel e Irene Urdangarin disfrutan de su padre en solitario y no se les ha visto nunca en compañía de su nueva pareja. Tal vez sea un gesto de respeto orquestado por Urdangarin a la espera de un divorcio que se demora más de lo previsto. O, tal vez, una exigencia del sector Borbón para mantener las formas que el ex duque no supo guardar en su día.

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