Los graves complejos que María Jesús Ruiz ocultó para ser Miss España: "Me volvía loca"
La exmodelo ganó Miss España 2004, pero el precio fue dolor, hambre y obsesión
Ahora revela en 'Fashion Sucks' los trastornos y sacrificios que ocultó para alcanzar la corona

El 29 de marzo de 2004, María Jesús Ruiz Garzón, una joven de Andújar (Jaén), alcanzó lo que para muchas era un sueño: ser coronada Miss España. Lo hizo sobre el escenario de Marina d’Or, en Oropesa del Mar, representando a su provincia y siendo elegida entre más de 50 candidatas. Eva González, Miss España 2003, fue quien le colocó la corona. Pero lo que el público no vio fue el camino de dolor, hambre y presión estética que ella había recorrido para llegar hasta allí.
Ahora, dos décadas después, en una entrevista reveladora para el pódcast Fashion Sucks, producido por Alba Melendo y Raquel Fernández Sobrín, Ruiz rompió el silencio sobre el coste emocional y físico de aquel triunfo. “Yo gané Miss España en marzo, y estuve desde diciembre hasta marzo entrenando. Yo nunca lo he contado, pero me obsesioné con el físico”, confesó.
María Jesús Ruiz posa en bañador azul con la banda de “Miss España 2004”. (Foto: Gtres)
Su relato expone de forma cruda los estándares implacables que marcaban los concursos de belleza en los 2.000: el ideal de las “90-60-90”, una estatura nunca declarada oficialmente pero exigida de facto, y un cuerpo extremadamente delgado, constantemente vigilado y moldeado. María Jesús no solo lo vivió, lo encarnó. “Me sentaba en una silla y si tenía una arruga en el abdomen me volvía loca. He pasado hambre. Me recortaba la comida a saco, pero porque yo decía: ‘Es que tengo que llegar perfecta. Es que no tengo más oportunidades’”.


La imagen captura el momento exacto en el que Eva González, Miss España 2003, coloca la corona a María Jesús Ruiz. (Foto: Gtres)
La presión social y la falta de apoyo familiar no frenaron su determinación. “Mi familia estaba muy en contra de esto. Entonces, yo sabía que tenía una oportunidad. Yo decía: ‘Me lo juego todo a una carta’. Que si me tenía que quedar sin comer, sin almorzar, sin cenar, lo que sea… quería estar en 90, 60, 90”. Su nivel de autoexigencia llegó al punto de esconder pesas en los tobillos mientras asistía a la universidad, con tal de tonificar su cuerpo en todo momento.
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Luego, aunque representó a España en Miss Universo 2004, celebrado en Quito (Ecuador), no consiguió clasificarse entre las finalistas. Sin embargo, su testimonio hoy vale más que cualquier título: revela lo que el espejo del glamour ocultaba.
La imagen del cuerpo “perfecto” en Miss España en los 2000
Se trataba de un cuerpo femenino estilizado hasta la exigencia. La figura debía responder al clásico canon 90-60-90: cintura extremadamente estrecha, caderas proporcionadas pero no anchas y un busto firme y redondeado. La piel debía ser impecable: lisa, sin celulitis ni estrías visibles, bronceada y con un tono uniforme. La musculatura debía ser apenas perceptible: marcada de forma sutil, sin rasgos atléticos visibles. Nada debía sobresalir, nada debía moverse de más.


Modelo femenina con el canon 90-60-90, según la IA (Inteligencia Artificial)
El abdomen debía estar plano, sin pliegues, incluso al sentarse. Los brazos, delgados pero tonificados; las piernas, largas, sin rastro de grasa ni flacidez. La estatura rondaba o superaba el 1,70 m, y el peso estaba estrictamente controlado, aunque rara vez se hablaba de ello abiertamente. El rostro debía tener facciones simétricas, labios definidos pero naturales, ojos grandes y expresivos, y pómulos marcados. El pelo, largo, brillante, perfectamente peinado. Las manos, cuidadas; las uñas, limpias y discretamente arregladas. Incluso los gestos estaban ensayados para proyectar suavidad y contención.
A las candidatas se les exigía ser solteras, sin hijos y con una imagen pública impecable. Nada de fotos desnudas ni escándalos mediáticos. Aunque se valoraban cualidades como la oratoria o la elegancia sobre el escenario, el físico era el verdadero filtro de entrada. Hoy, algunas de esas reglas empiezan a relajarse: certámenes como Miss Universo (desde 2023) ya permiten la participación de mujeres casadas, con hijos e incluso embarazadas, señal de que, aunque lentamente, el modelo tradicional comienza a resquebrajarse.