¿Está todo calculado? Un psicólogo revela la verdad tras los gestos involuntarios de Carolina Perles
La exmujer de Ábalos concede su primera entrevista en televisión en el programa 'El precio de la corrupción'
Con ayuda de un psicólogo experto en lenguaje corporal, queda al descubierto lo que Perles no puede controlar
Antes que las palabras, existieron los gestos. Las miradas que acercan o hieren, los silencios que pesan más que un grito, las manos que traicionan lo que la boca intenta callar. Ese lenguaje secreto, que todos usamos sin darnos cuenta, es el que se convierte en protagonista en El precio de la corrupción, el nuevo programa de Telecinco. Y su primera entrega no podía ser más simbólica: Carolina Perles, exmujer de José Luis Ábalos —el ministro defenestrado por los escándalos—, se sienta frente a las cámaras para narrar su historia tras casi dos décadas de relación. Lo verdaderamente revelador, sin embargo, no está solo en lo que cuenta, sino en lo que su cuerpo deja escapar pese a su empeño en controlarlo.
Ahí entra en juego Luis Guillén Plaza, psicólogo general sanitario de PsicoPartner, que desmenuza cada microgesto como si leyera una partitura oculta. La primera clave no tarda en aparecer: “fuerte contención y microexpresiones espontáneas de emoción. Esa combinación en su discurso le aporta firmeza y autenticidad”. En otras palabras, Perles se esfuerza en aparentar serenidad, pero su rostro la delata. Lo medido convive con lo espontáneo, como si la verdad se filtrara por las grietas de un muro que intenta sostenerse a toda costa.
Su semblante, apunta el experto, “suele ser serio y firme. Tiene una mirada penetrante, que en ocasiones mantiene fija sin pestañear durante largos segundos. Refuerza esa imagen de control y transmite la sensación de que mide con cuidado cada palabra”. La boca también habla: “permanece tensa la mayor parte del tiempo, como si hubiese un esfuerzo constante por no dejar escapar lo que siente”.
Las manos completan la escena. Cuando se mantienen entrelazadas, transmiten reserva, como un candado invisible. Pero cuando se liberan para acompañar el discurso, el efecto es distinto: proyectan claridad, seguridad y voluntad de convencer. Ese vaivén entre rigidez y apertura refleja con nitidez la batalla interna entre guardar silencio y dejar aflorar la emoción.
Y aunque el guion del autocontrol parece ensayado, aparecen fugas inevitables. Arrugas en la nariz, labios que se arquean hacia abajo, frentes que se contraen: gestos fugaces, pero intensos. “Disgusto, enfado, rechazo o frustración”, resume Guillen. Son segundos que rompen el artificio y revelan un trasfondo emocional más real que cualquier frase.
También hay espacio para la ironía. Sonrisas contenidas, cejas arqueadas, miradas de soslayo que desprenden autosuficiencia y un punto de desafío. “Este lenguaje corporal muestra a Carolina como alguien que no teme posicionarse ni confrontar lo que se dice.”, explica el psicólogo.
Mientras tanto, su voz se llena de confesiones: el miedo que asegura haber sufrido, las humillaciones verbales, las llamadas diarias entre Ábalos y Pedro Sánchez, incluso un robo extraño en casa de su hija justo un día antes de la entrevista. “Ábalos no me ha arruinado la vida, pero lo ha intentado”, sentencia.
Su look también habla
En la entrevista, aparece con un blazer azul marino que proyecta sobriedad y autoridad, una elección clásica que transmite credibilidad y control. El conjunto, sin estridencias ni adornos excesivos, parece calculado para que el foco esté en sus palabras, no en la ropa. Pero hay matices: el escote aporta un punto de cercanía y naturalidad, evitando que la imagen resulte fría o inaccesible.
Además, la sala donde se desarrolla la entrevista recuerda a un archivo judicial, con carpetas, fotografías y cajas de sumarios en el fondo. Ese escenario refuerza la idea de investigación y seriedad, envolviendo su testimonio en un ambiente de confesión casi forense.
Y respondiendo al titular, la conclusión es clara: no, no todo está calculado. Carolina sostiene el autocontrol con la mirada fija y los labios tensos, pero sus gestos la traicionan en los momentos más intensos. Sus microexpresiones —esas arrugas, esas sonrisas a medias, esas manos que se abren como queriendo respirar— demuestran que, por mucho que se ensaye el discurso, el cuerpo siempre encuentra la manera de contar su propia verdad.
La historia de Carolina Perles
Carolina Perles, de 50 años, nació en Valencia y construyó una carrera ligada al servicio público antes de convertirse en un rostro inesperado del prime time. Comenzó como agente de la Policía Local tras aprobar las oposiciones en 2008, el mismo año en que se casó con José Luis Ábalos. Durante años combinó su labor como funcionaria con responsabilidades en una fundación vinculada al desarrollo social y, más tarde, con un puesto de asesora en la Delegación del Gobierno en Madrid, ya en la etapa de su marido como ministro.
Desde 2019 está en excedencia, y tras su separación en 2021 optó por mantener un perfil discreto hasta que decidió romper su silencio. Madre de dos hijos y con una familia muy vinculada a la política y la función pública valenciana, ha pasado de estar en la sombra a ocupar el centro del foco mediático, decidida a contar su versión y a mostrar que su vida no se reduce al apellido de su exmarido. En la entrevista no duda en asegurar que descubrió carpetas ocultas con contenido sexual en el ordenador del exministro. También denuncia presiones, frases humillantes y hasta un robo extraño en casa de su hija un día antes de hablar en televisión, como si su testimonio removiera más de lo que algunos desearían.