La boda de Cayetano y Bárbara Mirjan desde dentro: todo lo que las cámaras no han podido ver
El Padre Sánchez-Dalp ha leído la bendición del Papa León XIV a la pareja
Los novios han rendido un sentido homenaje a Cayetana de Alba: Bárbara Mirjan ha entregado su ramo de novia a modo de ofrenda
Pasaban unos minutos de las 13:40 de la tarde cuando, con la puntualidad que se presupone al novio en una boda, Cayetano Martínez de Irujo entraba en la iglesia del Cristo de los Gitanos de Sevilla con una de las melodías más famosas de Bach sonando de fondo. Lo hacía sonriente, vestido con el uniforme de maestrante de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla y del brazo de su hija Amina, que no podía disimular sus nervios. El templo estaba ya abarrotado. Alfonso Díez, quien entró por la puerta de atrás fiel a su eterna discreción, observaba desde las primeras filas junto a Alfonso Martínez de Irujo y el resto de la familia más cercana. Segundos antes, justo en el umbral de la puerta, el novio protagonizaba uno de los momentos más comentados de la jornada al abrazarse sonriente a su hermano Carlos, Duque de Alba, con quien ha tenido serias discusiones que les han llevado a pasar años distanciados.
Ya ubicado, a Cayetano le ha tocado esperar. Como manda la tradición, muy presente en este enlace, Bárbaja Mirjan ha llegado 20 minutos más tarde. En un carro de caballos conocido como Duquesita y acompañada de su padre, la desde hoy duquesa consorte de Arjona, dejaba a los más de 300 invitados boquiabiertos al cruzar la puerta de la iglesia. Con un espectacular vestido de Navascués cargado de simbolismo y que resaltaba su silueta, una tiara de diamantes de Grassy y unos preciosos pendientes Art Decó regalados por Cayetano para este día tan especial, Bárbara ha caminado hasta el altar con una melodía de Ennio Morricone sonando de fondo y una felicidad patente en su rostro.
Siempre discretos, el encuentro entre los novios —ella velada— ha sido lo último que han podido captar las cámaras de televisión antes de que se cerrasen las puertas de la iglesia. Una cálida sonrisa del jinete a la empresaria y un casto beso en la mejilla que, a pesar de su contención, han emocionado a los espectadores por su naturalidad y sencillez.
La ceremonia ha sido oficiada por Ignacio Sánchez-Dalp, sacerdote amigo de la pareja cuyos comentarios en tono de humor y chascarrillos acerca del carácter de Cayetano y su suerte al encontrar a alguien como Bárbara han hecho reír a los asistentes en más de una ocasión. De la mano del cura, los novios han rendido un sentido homenaje a Cayetana de Alba, cuyas cenizas —parte de ellas— descansan en la iglesia en la que se encontraban. Ha sido a ella, a quien hubiera sido su suegra, a quien Bárbara Mirjan ha entregado su ramo de novia a modo de ofrenda. El himno de España y la Saeta de Serrat durante la comunión o la Salve Rociera tras la bendición han sido algunos de los emotivos puntos en los que la música ha sido clave. Pero si ha habido un momento importante para el matrimonio ese ha sido cuando el Padre Sánchez-Dalp ha leído la bendición del Papa León XIV a la pareja. Un emocionante momento que ha sorprendido a muchos de los presentes.
La salida ha sido distinta de lo habitual, con la pareja abandonando la iglesia antes que sus invitados. Cuando las puertas se han abierto, los medios han podido captar las primeras imágenes de Bárbara y Cayetano convertidos en marido y mujer. Sonrientes y emocionados, han caminado sobre un pasillo cubierto con ramas de romero, un símbolo de fidelidad, hasta montar de nuevo en el coche de caballos en el que Mirjan había hecho hacía apenas una hora su último trayecto como soltera. Una vez allí y rodeados por los periodistas que cubrían el evento, la novia ha derrochado cariño mientras echaban a andar camino a Las Arroyuelas. El segundo escenario de una boda que promete dar mucho que hablar.