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Pánico en las carreteras de España: los radares negros ya están aquí y no van a dar tregua

Radares negros

En las carreteras españolas, cada vez es más habitual encontrarse con nuevos sistemas tecnológicos destinados a mejorar la seguridad vial y garantizar el cumplimiento de las normas de circulación. A lo largo del tiempo, hemos visto cómo se han incorporado diferentes tipos de radares: desde los de tramo, pasando por los que detectan frenazos bruscos, hasta pequeños dispositivos que pasan completamente desapercibidos. En este contexto, la DGT está empezando a implementar los radares negros, una tecnología que ya se utiliza con éxito en otros países como Francia.

Su función principal no es controlar la velocidad, sino algo aún más específico: detectar cuántas personas viajan en un vehículo. Estos dispositivos no se colocan en cualquier carretera, sino en vías concretas donde existen carriles especiales destinados a vehículos con varios ocupantes, transporte público o servicios de emergencia. Su nivel de precisión es tan alto que resulta imposible engañarlos.

Radares negros de la DGT: qué son y cómo funcionan

A diferencia de los radares tradicionales que miden la velocidad de los vehículos y que suelen tener un diseño más llamativo (incluso con colores como el amarillo para ser bien visibles), los radares negros están equipados con cámaras avanzadas y sistemas de inteligencia artificial que analizan el interior de los coches. Su propósito es claro: detectar si el vehículo circula por un carril reservado sin cumplir con los requisitos necesarios, como llevar al menos a dos personas en su interior.

Esta tecnología se apoya en cámaras térmicas, infrarrojos y un software capaz de diferenciar entre seres humanos y objetos inanimados. De esta forma, es capaz de identificar si un conductor ha intentado engañar al sistema utilizando, por ejemplo, un maniquí en el asiento del copiloto, algo que se ha convertido en una práctica más común de lo que se podría pensar.

Los radares negros operan con un nivel de precisión asombroso. Según los fabricantes de estos dispositivos, como Pryntec y Fareco, su tasa de error es inferior al 1 %. Es decir, que casi nunca se equivocan al identificar si un conductor va solo o acompañado. Esta precisión se debe a la combinación de sensores de última generación y algoritmos de inteligencia artificial capaces de interpretar imágenes complejas en tiempo real, incluso a velocidades de hasta 130 km/h.

Este nivel de detalle permite a las autoridades aplicar sanciones con confianza, sabiendo que las pruebas que se recogen mediante estos dispositivos son sólidas y fiables. La IA que incorporan es capaz de trabajar con coches que llevan las ventanillas tintadas, un aspecto que hasta ahora dificultaba el trabajo de vigilancia visual de los agentes de tráfico.

¿Dónde se utilizan y qué multas implican?

En Francia, los radares negros ya se encuentran operativos en ciudades como Lyon, Estrasburgo o Rennes, así como en tramos de autovías como la A13 entre París y Rouen. En la capital francesa, las autoridades han decidido reservar el carril izquierdo de las vías de circunvalación para vehículos compartidos (es decir, con dos o más personas), transporte público, taxis y cuerpos de seguridad. Para garantizar el cumplimiento de esta normativa, se ha apostado por esta tecnología punta que ahora también empieza a implementarse en España.

En nuestro país, de momento se están utilizando sobre todo para controlar los carriles bus-VAO en los accesos a Madrid. Se trata de tramos en los que únicamente pueden circular vehículos que transporten al menos a un acompañante, así como transporte público. La sanción por infringir esta norma puede alcanzar los 200 euros, aunque no conlleva pérdida de puntos del carné.

En Francia, las multas por incumplir estas normativas son similares. Circular por el carril reservado sin cumplir las condiciones cuesta 135 euros, y la vigilancia se realiza de manera automática y sin necesidad de detener el vehículo.

¿Es posible engañarlos?

A día de hoy, resulta prácticamente imposible engañar a estos dispositivos. Gracias a sus cámaras térmicas e infrarrojos, son capaces de distinguir entre una figura humana real y un maniquí o muñeco colocado estratégicamente en el asiento del copiloto. De hecho, uno de los elementos más valorados de esta tecnología es precisamente su capacidad para detectar estos intentos de fraude, que antes solo podían identificarse mediante la presencia física de agentes en la carretera.

¿Qué futuro tienen en España?

Todo apunta a que los radares negros irán ganando terreno en nuestras carreteras. A medida que las políticas de movilidad apuestan por reducir la circulación de vehículos privados con un solo ocupante, estas herramientas se convertirán en una pieza clave para fomentar el uso compartido del coche, mejorar la eficiencia del transporte y reducir la congestión urbana.

Además, la incorporación de inteligencia artificial en el ámbito del tráfico no se va a detener aquí. En el futuro, podríamos ver cómo estas tecnologías también se utilizan para identificar comportamientos peligrosos al volante, como el uso del móvil, el no uso del cinturón de seguridad o incluso el nivel de atención del conductor.

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