Si te parece que los últimos días del año pasan muy rápido es por esta razón: lo dicen los expertos

Los últimos días del año suelen resultarnos dinámicos y fugaces. Muchas personas describen esta etapa como un tramo en el que “todo pasa más rápido”, en especial desde mediados de diciembre hasta el inicio de enero. No es solo una sensación aislada, sino que desde la psicología aseguran que la percepción temporal cambia según el contexto emocional, social y cognitivo. En estas semanas se acumulan tareas, celebraciones y cierres de ciclo que modifican la manera en que nuestra mente procesa el paso del tiempo. Por eso, lo que dura lo mismo que cualquier otro mes puede parecer más breve o incluso fugaz. ¿Por qué los últimos días del año pasan muy rápido?

La sensación de que los últimos días del año pasan muy rápido responde a varios mecanismos internos. Por un lado, diciembre suele convertirse en una etapa llena de expectativas y obligaciones, lo que eleva la carga mental y disminuye la atención plena, dos factores esenciales para percibir el tiempo como “más lento”. Por otro, el cerebro procesa la información nueva con mayor detalle, mientras que los eventos repetitivos o rutinarios se codifican con menor intensidad. Como los días finales del año se llenan de rituales conocidos como reuniones familiares, compras y otros, se registran como experiencias familiares, generando un efecto psicológico de aceleración. La emoción también desempeña un rol clave: el estrés, la nostalgia y la anticipación activan sistemas neuronales que distorsionan la percepción del tiempo de manera significativa.

¿Por qué los últimos días del año pasan muy rápido?

La psicología cognitiva señala que la percepción subjetiva del tiempo depende de la atención y del nivel de estimulación. Cuando estamos sobrecargados de tareas, la mente tiende a funcionar en piloto automático, reduciendo la capacidad de registrar cada acontecimiento de forma detallada.

Según el Cuaderno de Cultura Científica, un exceso de necesidades disminuye la atención sostenida, lo que afecta directamente la sensación de que los días “vuelan”. Al estar más ocupados que en otros momentos del año, es más difícil notar el paso gradual del tiempo.

Además, diciembre es un mes altamente predecible en cuanto a eventos y rutinas. La repetición disminuye la cantidad de información novedosa que el cerebro almacena, generando un efecto conocido como “paradoja de la familiaridad”. En ese sentido, los especialistas explican que, cuanta menos novedad se registra, menos recuerdos se producen y, por ende, el tiempo parece haber pasado más rápido.

A su vez, expertos de la Asociación Americana de Psicología (APA) mencionan que los periodos emocionalmente intensos, pero repetitivos pueden sentirse más breves que otros que resultan monótonos, pero con novedades distribuidas en el tiempo.

El papel de las emociones en diciembre

Las emociones influyen de forma directa en nuestra percepción temporal. A finales de año, suelen combinarse el estrés por cumplir objetivos, la nostalgia por lo vivido y la anticipación por lo que está por venir.

«La combinación de emociones intensas altera el ritmo interno, provocando la sensación de aceleración. El estrés, por ejemplo, puede provocar que se pierda noción del detalle, lo que contribuye a que una semana se sienta más corta de lo que realmente fue», aseguran miembros de la APA.

Por otro lado, la nostalgia característica de estas fechas hace que el pensamiento viaje al pasado con frecuencia. Ese viaje mental desvincula momentáneamente de la experiencia presente, debilitando la percepción consciente del tiempo real, y hace que tengamos la sensación  de que los últimos días del año pasan muy rápido.

«Los estados emocionales con alto contenido reflexivo pueden distorsionar la ubicación temporal interna, favoreciendo sensaciones de velocidad o lentitud según el caso», sostienen los especialistas.

La acumulación de “cierres” y su impacto cognitivo

El final del año está cargado de rituales de cierre: balances personales, metas alcanzadas o pendientes, cierres laborales y compromisos sociales. Esta acumulación provoca saturación cognitiva.

Al tener la mente tan ocupada en organizar, anticipar o revisar, queda menos espacio para habitar el presente. Cuando prestamos poca atención al transcurso del tiempo, los días parecen comprimirse.

También influye el hecho de que diciembre reúne una gran cantidad de estímulos externos, desde decoraciones y luces hasta música constante en comercios. Estos estímulos crean un entorno sensorial que sobrecarga el sistema perceptivo.

En este contexto, desde Cuaderno de Cultura Científica destacan que el cerebro prioriza procesar lo relevante y descarta detalles temporales, lo que incrementa la sensación de rapidez.

Los efectos de la socialización intensa

El aumento de reuniones y actividades que caracteriza los últimos días del año genera lo que algunos psicólogos llaman “efecto calendario comprimido”. Al tener eventos seguidos, nuestro sentido del tiempo se organiza alrededor de estas reuniones sociales más que alrededor de los días en sí.

«Esto hace que el reloj psicológico pierda precisión, y la experiencia temporal se construya a partir de momentos destacados en lugar de intervalos», aseguran desde la Asociación Americana de Psicología.

«Sin estas pausas, el cerebro tiene menos oportunidades de reforzar la sensación del paso lento del tiempo. Las semanas parecen entonces bloques continuos y acelerados», concluyen.