Contenido
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- 1 Por qué notamos más el frío a medida que cumplimos años
El invierno llega, y con él esa sensación de que el cuerpo ya no tolera las bajas temperaturas como antes. Muchas personas notan que, a medida que cumplen años, el frío se vuelve más intenso, como si los abrigos de siempre ya no bastaran para mantener el calor. No es solo una percepción: hay una explicación biológica detrás de ese cambio. La edad, el metabolismo y hasta ciertos medicamentos influyen en cómo nuestro organismo regula la temperatura, y entenderlo puede ayudarnos a cuidar mejor nuestra salud durante los meses más fríos.
Aunque ponerse una capa más de ropa puede parecer la solución inmediata, tener más frío con los años tiene raíces más profundas. El envejecimiento afecta el metabolismo, la masa muscular, la circulación y la capacidad del cuerpo para mantener el equilibrio térmico. Además, factores como las enfermedades crónicas o algunos tratamientos médicos también pueden alterar la percepción del frío. Por eso, conocer los motivos detrás de este fenómeno no solo ayuda a comprender cómo funciona el cuerpo, sino también a prevenir posibles riesgos durante el invierno. En el portal Independent, la doctora Elise Dallas, explica un poco estas cuestiones.
Por qué notamos más el frío a medida que cumplimos años
Con la edad, el metabolismo basal —es decir, la cantidad de energía que el cuerpo gasta en reposo— tiende a disminuir. Esto significa que el organismo quema menos calorías para mantener sus funciones vitales, y por tanto genera menos calor interno. Según el National Institutes of Aging, este descenso metabólico es una de las principales razones por las que las personas mayores tienden a sentir más frío, incluso en entornos templados.
Además, a partir de los 40 o 50 años, el ritmo del metabolismo puede reducirse entre un 5% y un 10% por década, lo que contribuye a que la temperatura corporal descienda ligeramente. Comer de forma equilibrada y mantener una rutina de actividad física moderada son dos maneras de contrarrestar este efecto y conservar la energía térmica.
Menos masa muscular y grasa protectora
El músculo es uno de los tejidos más activos del cuerpo: genera calor cuando se mueve y ayuda a mantener la temperatura corporal. Con el envejecimiento, sin embargo, se produce una pérdida progresiva de masa muscular, conocida como sarcopenia. Esta reducción, unida a una menor cantidad de grasa subcutánea, hace que el cuerpo pierda parte de su “aislante natural”.
Según la European Society of Cardiology, la falta de masa muscular no solo afecta a la fuerza o la movilidad, sino también a la capacidad de conservar el calor corporal. Por eso, mantener una buena salud muscular a través del ejercicio y una alimentación rica en proteínas resulta esencial para afrontar mejor el invierno.
La circulación también influye en el frío
Otra de las razones por las que se siente más frío con la edad está relacionada con la circulación sanguínea. Con el paso del tiempo, los vasos sanguíneos pueden volverse menos elásticos, lo que dificulta que la sangre fluya de manera eficiente hacia las extremidades. Esto explica por qué las manos y los pies suelen ser las partes del cuerpo que más se enfrían.
Además, problemas cardiovasculares como la hipertensión o el colesterol alto pueden agravar esta sensación. Mantener una buena hidratación, evitar el tabaco y realizar caminatas diarias ayudan a mejorar la circulación y, en consecuencia, a mantener una temperatura corporal más estable.
Algunos tratamientos médicos también pueden afectar la percepción del frío. Ciertos fármacos para la hipertensión, la depresión o la tiroides, por ejemplo, alteran la regulación de la temperatura corporal. Asimismo, enfermedades como la diabetes o el hipotiroidismo pueden reducir la capacidad del cuerpo para generar calor.
Otros factores que acentúan el frío
Además de las causas fisiológicas, hay factores ambientales y de estilo de vida que pueden hacer que el frío se sienta con más intensidad. El estrés, el cansancio o la falta de sueño influyen en la regulación térmica del cuerpo. Dormir poco, por ejemplo, afecta el metabolismo y puede hacer que la temperatura corporal descienda más rápido.
También influye la alimentación: las dietas muy restrictivas o con bajo aporte calórico reducen la producción de energía interna, lo que puede hacer que la sensación de frío sea mayor. Beber líquidos calientes, consumir comidas equilibradas y priorizar alimentos ricos en hierro, zinc y vitamina B12 contribuyen a mantener un buen equilibrio térmico.
Cómo mantener el calor de forma natural
Más allá de los abrigos y las mantas, existen pequeños hábitos: vestirse por capas, mantenerse activo y evitar estar sentado mucho tiempo seguido ayuda a estimular la circulación. También es recomendable mantener la vivienda a una temperatura constante —entre 19 y 21 °C— y evitar los cambios bruscos de temperatura.
En definitiva, tener más frío con los años no es una simple cuestión de percepción, sino el resultado de una combinación de factores biológicos y ambientales. Con pequeños ajustes en el estilo de vida y prestando atención a la salud general, es posible disfrutar del invierno con más confort y bienestar.






