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«Todo lo que es moda pasa de moda, el estilo jamás». Esta cita célebre fue pronunciada por la famosa diseñadora Coco Chanel. Mujer emprendedora, valiente y, sobre todo, visionaria, que contaba con un innato y exquisito gusto francés. Revolucionó la industria de la moda, transformando sus bases para siempre, retó a las mujeres a abandonar sus hogares y elevó el concepto de elegancia a una nueva dimensión. Su legado continúa vigente, al igual que el de Brigitte Bardot, el mito del celuloide de origen francés cuyo inconfundible estilo la convirtió en una de las primeras it girls de la historia, cuando aún el término ni siquiera existía. Leyenda erótica, actriz de culto y musa de artistas, imagen de la feminidad, abanderada del cuadro vichy y el flequillo más famoso del planeta, sin fenómenos virales de por medio.
Diana Spencer, la inolvidable Lady Di, saltó a las portadas de todo el mundo con apenas 20 años para hacernos testigos directos de su evolución personal y estilística. Sin saberlo, la Princesa de Gales se posicionó como la principal estrella británica y en el icono de moda más poderoso de su tiempo. Huyó del estilo clásico protocolario impuesto por la realeza británica para crear su propia marca, y quizás encontró en sus trajes de raya diplomática, camisas con lazada o vestidos escotados su mejor arma.
La actriz Grace Kelly, musa de Alfred Hitchcook, marcó un antes y un después en la imagen de las ‘primeras damas’ y elevó los accesorios a la categoría de must have. Lauren Bacall popularizó el cut out, el talle alto o las faldas midi con su manual de estilo, que actualmente seguimos admirando con detenimiento. Y, si damos un salto en el tiempo para acercarnos un poco más a la historia reciente, llegamos a los 80 marcados por la inconfundible y excesiva estética de la Reina del Pop. Calentadores, corpiños, jeans desteñidos, crop tops, colores estridentes y, en definitiva, el rompedor ‘Madonna wannabe’ que sigue calando hondo en la industria actual.
Mujeres diferentes, con estilos dispares que, sin embargo, guardan puntos en común. Todas son iconos de estilo por naturaleza, pioneras que, sin buscarlo, regalaron lecciones de moda eterna y crearon leyendas a partir de un estilo, que era parte innata de su esencia. Despojaron a la industria de la mera etiqueta de superficialidad para ir un poco más allá, inspiraron a las mujeres en su día y su legado estilístico continúa intacto. La moda no formaba parte de su profesión y llegaron a lo más alto sin la ayuda de hashtags, ni trending topics, ni likes. Su influencia no fue creada, ni alimentada, y por eso mismo su poder será eterno.
Sin embargo, las reglas del juego han cambiado, los extranjerismos se han apoderado de nuestras pantallas y los líderes de opinión se encuentran en la red. Si intentamos dar con una definición aproximada del ya extendido concepto influencer, nos encontramos con lo siguiente: “Persona que cuenta con cierta credibilidad sobre un tema concreto, y por su presencia e influencia en redes sociales puede llegar a convertirse en un prescriptor interesante para una marca”.
Si rastreamos en Internet en busca de los actuales referentes en moda y belleza, nos encontramos con un panorama que poco o nada tiene que ver con las mujeres mencionadas en los párrafos anteriores. El número de seguidores marca el poder y las marcas, conscientes de la enorme capacidad de prescripción que han alcanzado influencers, instagramers o como queramos llamarlo, han encontrado en estas nuevas estrellas sus mejores aliados.
En la época del fenómeno blog, algunas it girls actuales que son principal reclamo, como Aida Domènech (Dulceida), Paula Ordovás (My Peep Tous) o Alexandra Pereira (Lovely Pepa), abrieron sus web sites para compartir con sus seguidores consejos personales y gustos sobre todo tipo de temas relacionados con el mundo de la moda, la belleza y el estilo de vida. La inmensa mayoría por amor al arte y no por beneficio económico.
Sin embargo, desde que se produjera el boom de la principal plataforma del sector, Instagram, y las cifras de seguidores empezasen a aumentar peligrosamente, el entretenimiento se ha convertido en el nuevo negocio que domina la industria, con la publicidad encubierta como mejor herramienta. La estrategia es sencilla: las firmas pagan directamente a la it girl por promocionar sus productos en su perfil personal, camuflando todo tipo de publicidad bajo la etiqueta de “recomendación personal”. Ellas se adelantan a la tendencia e imponen lo que inevitablemente invadirá todos los escaparates.
Además de las chicas que han gestado su carrera únicamente gracias al bombardeo de las redes sociales, otras famosas ya asentadas en la industria también han sabido sacar partido a su desorbitada cifra de followers. Figuras mediáticas, como la actriz Paula Echevarría o la colaboradora Cristina Pedroche, utilizan Instagram para compartir con sus millones de seguidores los estilismos y productos que forman parte de su rutina diaria. Automáticamente, el objeto que aparece en cada cotizado post se agota en cuestión de seguidos y, por tanto, su capacidad de influencia las convierte inevitablemente en los referentes de estilo de este siglo. En esta misma línea nos encontramos a la periodista Sara Carbonero, quien quizás sea la celeb que más naturalidad y fidelidad transmita a través de la pantalla.
Sea como sea, cuando las recomendaciones son impuestas, los artículos promocionados y la naturalidad y espontaneidad quedan relegados a un más que segundo plano, ¿dónde está el estilo?, ¿qué valor tiene la moda?, ¿qué ha sido de la esencia? y, sobre todo, ¿son nuestros iconos actuales sus dignas sucesoras?