Victoria Luisa de Prusia: un amor inesperado, dos joyas para la Historia y el espejo para Leonor
La princesa de Asturias guarda un asombroso parecido con la abuela de la reina Sofía
La genética es una cuestión que en ocasiones nos sorprende mucho, pero de la que es imposible escapar. Resulta extraordinaria la influencia de los genes en nuestra vida, hasta el punto de que los parecidos entre las personas y sus antepasados puede llegar a ser asombrosa. Esto es precisamente lo que le ocurre a la actual princesa de Asturias, Leonor de Borbón, con Victoria Luisa de Prusia, la abuela de la reina doña Sofía. Y es que la hija mayor de don Felipe y doña Letizia y futura reina de España guarda un parecido más que extraordinario con la madre de la reina Federica, que además fue una de las royals más importantes de su tiempo y que ha dejado a la familia un legado muy especial en forma de tiara que es más que probable que veamos algún día coronando a Leonor.
Victoria Luisa de Prusia fue la única niña de los siete hijos que tuvo el último emperador alemán, el káiser Guillermo II, que a su vez era nieto de la reina Victoria de Inglaterra -ya se sabe que la monarca está considerada como la abuela de Europa-. Victoria nació en 1892 en Postdam, cuatro años después de que su padre ascendiera al trono y su nacimiento fue toda una alegría para la familia. Sin embargo, ha pasado a la Historia por su enlace con el príncipe Ernesto Augusto de Hannover, duque de Brunswick. Una boda que en su momento resultó muy polémica, pero que sirvió para sellar la paz entre dos de las casas reales más importantes de Europa: la Casa Hohenzollern y la Casa de Welf.
Un amor inesperado
En 1866, después de la guerra austroprusiana, Prusia se anexionó el reino de Hannover porque su último rey, Jorge V había decidido ponerse de parte de los austriacos. Por este motivo, las rencillas entre los Hohenzollern y los Welf aumentaron. A esto hay que añadir que en 1912, el pretendiente al trono de Hannover falleció en un accidente de tráfico y, como no podía ser de otra manera, el káiser le hizo llegar sus condolencias. Ante esto, el jefe de los Welf envió a Berlín a otro de sus hijos para saludar al emperador.
Se trataba de Ernesto Augusto quien, sin pretenderlo, acabaría convirtiéndose en marido de Victoria Luisa. Como si se tratara de una novela, las dos familias enfrentadas fueron testigos del amor de sus hijos. La boda se celebró en 1913 y supuso el fin de las hostilidades. Fue la última gran boda real de Europa antes de la I Guerra Mundial, a la que asistieron representantes de todas las casas reales, todas ellas emparentadas entre sí gracias a la política matrimonial de la reina Victoria.
Fueron muchos los regalos que la Princesa recibiría en su enlace. Cuentan las crónicas de la época que hicieron falta varios vehículos de para transportar todos los obsequios que recibió, entre los que destacan varias tiaras. Por un lado, una diadema por parte de su padre, que heredaría su hija, la reina Federica y que más tarde pasaría a su nieta, la reina doña Sofía. Se trata de la tiara prusiana, que doña Letizia lució el día de su enlace con el entonces príncipe de Asturias y que, aunque pertenece a la colección privada de la madre de Felipe VI, es muy probable que algún día veamos ‘coronando’ a Leonor.
Victoria Luisa también recibió una espectacular tiara que había pertenecido a la emperatriz Josefina, la tiara Brunswick y que, desde su muerte en 1980 permaneció guardada hasta que Carolina de Mónaco la lució en el enlace de Federico de Dinamarca. La diadema pertenece a la Casa de Hannover, pero la primera esposa del actual titular nunca la llevó y de momento parece que va a continuar guardada. El enlace se celebró en el palacio imperial de Berlín y después tuvo lugar una ceremonia religiosa en la capilla. La noche anterior, como suele ser habitual en estos casos, se organizó una gala.
Victoria Luisa y Ernesto Augusto tendrían cinco hijos y una hija, que ser convertiría en la reina Federica. Desde el principio, la pareja no pudo disfrutar de la tranquilidad, ya que el estallido de la I Guerra Mundial les pilló de lleno. Ernesto Augusto lucharía del lado de los alemanes, pero al finalizar la contienda, Brunswick sería declarado Estado Libre perteneciente a la República de Weimar. Ante esta situación, Ernesto Augusto se vio en la obligación de abdicar. La familia se trasladó a Austria, pero el Príncipe mantuvo la jefatura de la Casa de Hannover hasta su fallecimiento.
Victoria Luisa siempre fue una mujer enérgica y de gran personalidad, sin embargo, sus mayores problemas comenzaron a partir de 1953, con la muerte de su marido. La Princesa se vio implicada en una importante batalla con sus hijos por cuestiones relacionadas con la herencia. De hecho, en los años posteriores, la relación con ellos fue muy tensa, hasta el punto de que no estuvo invitada a la boda de la reina Sofía en Grecia, a pesar de que lucía la tiara que su padre le había regalado.
Ya en sus últimos años se dedicó a escribir, pero en 1980 sufrió un cuadro compatible con una esclerosis cerebral por lo que tuvo que ser ingresada en el hospital Friederikenstift de Hannover. En este hospital fallecería el 11 de diciembre de dicho año. Su funeral se celebró en la Catedral de Brunswick y a ellos asistirían representantes de las Casas reinantes europeas, incluida la reina Sofía junto a su hija, la infanta Elena y la reina Federica.