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El 22 de agosto de 1954, un crucero con casi un centenar de miembros de la realeza zarpó del puerto de Venecia. Un viaje a medio camino entre el placer y el trabajo orquestado por la madre de la Reina Sofía, la Reina Federica. Un periplo de más de diez días que tenía un doble objetivo: Impulsar el turismo heleno para reactivar la economía nacional tras la guerra civil de 1941-46 y reforzar las relaciones entre las casas reales de Europa tras la ‘separación’ que había supuesto la creación de dos bandos durante la II Guerra Mundial.
Un crucero que marcó el destino de varios miembros de la realeza europea pero, sobre todo, el de la monarquía en España. A bordo del barco, noventa y dos miembros del Gotha, entre los que se encontraban, además de los hijos de la Reina Federica, el entonces Príncipe Juan Carlos, Simeón de Bulgaria, Miguel de Rumanía, Umberto II de Saboya, los Reyes Juliana y Bernardo de los Países Bajos, y los herederos al trono de Luxemburgo. En una breve nota, el diario ABC anunció algunos días antes de que zarpara el barco el viaje y comentó quiénes eran los pasajeros de más edad y los más jóvenes.
En una entrevista con la revista Vanity Fair, el Rey Simeón de Bulgaria recordaba algunos detalles de este viaje: “Allí se conoció todo el mundo; después de la contienda, las familias reales se habían quedado en su país o donde fuera, pero también en el bando que habían escogido. Había, digamos, cierta ruptura de relaciones. Y la Reina Federica tuvo la ocurrencia de reunirnos. También fue una idea genial a efectos de publicidad para Grecia, que acababa de salir de su Guerra Civil. Tuvo un efecto fulminante de abrir el país al turista normal, no solo a historiadores o arqueólogos”, comentaba el marido de Margarita Gómez Acebo. Un viaje al que no faltaron doña Sofía y don Juan Carlos, que se casarían ocho años después. En aquel momento, ambos no habían alcanzado la mayoría de edad, aunque sí se conocían.
El periplo duró casi dos semanas, durante las cuales, los ‘reales turistas’ visitaron Mykonos, Corfú, Santorini, Creta, Rodas, Salónica y el monte Olimpo. El 3 de septiembre terminó el viaje en Nápoles. A lo largo del crucero pudieron disfrutar de algunos de los lugares más especiales de Europa, como algunas ruinas y ciudades históricas. Tal fue el éxito que esta ruta original de la madre de doña Sofía, aún sigue siendo modelo turístico.
Más allá de las paradas, en el barco no faltaron fiestas y bailes, en los que don Juan Carlos fue una de las grandes estrellas. Sin embargo, el padre de Felipe VI no sacó ni una vez a bailar a la que sería más adelante su esposa. Eran dos personas muy diferentes que, aparentemente, poco tenían que ver. No obstante, doña Sofía confesó a Pilar Urbano que don Juan Carlos le pareció muy divertido y bromista. Es más, se sabe que hablaron en varias ocasiones y que doña Sofía le dijo que estaba aprendiendo judo, un detalle que provocó la risa en el Príncipe, aunque esta no dudó en tirarle al suelo con una llave.
Sería varios años después cuando la relación entre ambos se concretó, en la boda de los duques de Kent, en junio de 1981. “Fue entonces cuando empezamos a sentir el tirón del atractivo”, confesó a la periodista la Reina Sofía. Un detalle que confirma el escritor Marius Carol, autor de Un té en el Savoy, que se publicó con motivo de las bodas de oro de los anteriores reyes y en el que se relatan detalles de su noviazgo. Don Juan Carlos se enamoró de ella desde el principio: “Es una de las pocas jóvenes que conozco que pueden llevar con toda dignidad una corona real”, dijo tiempo después. En cualquier caso, el germen de la historia hay que buscarlo en el ‘barco del amor’, un crucero que, a día de hoy, difícilmente podría repetirse.