Familia Real Española

Se cumplen 10 años de su divorcio y vive casi al margen de la agenda de Casa Real

Infanta Elena, la mujer que Letizia eclipsó

Dicen quienes la conocen que ella ‘se siente reina’. Los sentimientos son libres, a veces, incluso, incontrolables. Elena María Isabel Dominica de Silos, primogénita de don Juan Carlos de Borbón y Sofía de Grecia, vio cómo su corona se hizo trizas bajo sus pies el día que nació su hermano Felipe. Acababa de cumplir 4 años. Había llegado el ansiado varón al Palacio de la Zarzuela y cuentan que lo primero que Franco preguntó al entonces príncipe Juan Carlos fue si había sido «machote». Ya lo tenían. Ese mismo año, su padre fue investido como sucesor del dictador, a título de Rey, y, sí, estuvo en el Trono casi 39 años junto su madre, la reina Sofía. La primogénita lo ha vivido día a día. Hoy, tras abdicar don Juan Carlos la Corona de España en favor de su hijo Felipe, es otra mujer la que ostenta, por matrimonio, el título de Reina: Letizia Ortiz Rocasolano. Eclipse total, Señora.

La infanta Elena adora a su hermano el Rey, pero imagino cuántas veces se ha mirado en el espejo sin saber muy bien quién era o más bien quién no ha podido ser. De pequeña, alguien le explicó que el príncipe heredero era su hermanito y que ella, también Alteza Real, serviría a España de otras maneras. Cumple 56 años en la recta final de este diciembre en el que cambiamos de década como mujer divorciada, madre de dos hijos, responsable de proyectos Sociales y Culturales de la fundación Mapfre y casi al margen de la agenda de Casa Real. De empoderamiento, poco, o nada. El 57.1 de la Constitución, que sí abraza la igualdad (Todos los españoles son iguales ante la ley, Artículo14) excluye a la Familia Real y da prioridad, en el mismo grado, al varón frente a la mujer. La infanta, siempre a disposición de la Corona, acata, sonríe, posa y acompaña. Sabe muy bien cuál es su papel. ¿Y si hubiera…? Ahora es tarde, Señora.

La infanta Elena y el Rey Felipe VI de España (Foto: Gtres)

Mujer con personalidad y carácter, posee maneras y educación de reina, pero no ejerce. Hace tiempo que tomó las riendas de su vida personal, sabedora de que su segundo puesto en el orden de la línea de sucesión iba descendiendo, poco a poco, tras el compromiso del Príncipe de Asturias con la periodista Letizia Ortiz en 2003 y su posterior boda, en 2004. Después, con los nacimientos de las infantas, Leonor (2005) y Sofía (2007). Letizia y el amor que su hermano sintió por ella eclipsaron cualquier esperanza de llegar a ser reina.

La infanta Elena y Jaime de Marichalar en la boda de Felipe VI y Letizia Ortiz (Foto: Gtres)

Poco le obligaba a guardar las formas cuando en 2007 hablaba con su padre, el Rey entonces, para decirle que no podía más. Su vida con Jaime de Marichalar, con quien se había casado feliz, 12 años antes, era inasumible. En dos palabras: insopor-table. Recuerdo los tacos y el mal tono de la infanta que un compañero me confió tras cubrir el traslado del matrimonio a Nueva York poco después de la isquemia cerebral que Marichalar sufrió en diciembre de 2001. La situación era, sin duda, delicada, pero me dijeron que no parecía infanta a tenor de lo que soltaba a la prensa, en esos días de recuperación a manos del doctor Valentín Fuster.

En el primer ictus, ella se entregó en cuerpo y alma. Sin embargo, fue en el segundo que sufrió su marido durante un vuelo a París, en junio de 2002, cuando su relación empezó a quebrarse. Letizia estaba a punto de entrar en sus vidas cuando el matrimonio volvía de Nueva York en 2003. El Príncipe se comprometía con la periodista en octubre de ese mismo año. Nada volvería a ser como antes. Zarzuela comunicaba ‘el cese temporal de la convivencia’ cuatro años después y la infanta eclipsada salía del hogar conyugal y se instalaba con sus hijos por su cuenta, en noviembre de 2007. Dos años después se divorciaba; 10 inviernos ya de esa decisión final, de su empoderamiento personal.

Tras las historias de amor que vivió con el jinete sevillano Luis Astolfi y el arquitecto malagueño Alfredo Santos Galera, la infanta se trasladó a París al acabar sus estudios de Magisterio y de Ciencias de la Educación en Madrid. Allí lo conoció. De familia aristocrática -hijo de los marqueses de Ripalda-, distinguido y educado, consiguió conquistarla. Ella misma contó en su compromiso oficial que de él le gustó su cariño y la de veces que había insistido.

Se casaba la hija mayor de los Reyes y la infanta eclipsada cobró, de pronto, un mayor protagonismo social. Su boda en marzo de 1995, en la Catedral de Sevilla, fue la cita más importante del año (la primera boda Real desde la de Alfonso XIII y doña Victoria Eugenia en 1906). Sevilla se volcó: calles engalanadas, limones, azahar, vítores…Mucha alegría y una fiesta preboda con la música de Siempre Así, el grupo sevillano preferido de la infanta a quien en junio pasado fue a ver al teatro Real de Madrid en su precioso concierto Sinfónico.

La infanta Elena y Jaime de Marichalar se dieron el ‘sí quiero’ el 18 de marzo de 1995 (Foto: Gtres)

Los hijos llegaron tres años después, Felipe (Froilán para casi todos; en su casa, Pipe), en julio de 1998, y Victoria, en septiembre de 2000. Felicidad máxima. Se habló mucho de cómo don Jaime cambió la imagen de la infanta, de cómo ella ganó a su lado vistiendo y calzando mejor que nunca. Pero el matrimonio comenzó a morir por dentro. Las secuelas de la enfermedad, cambios de carácter y discusiones sinfín llevaron la crisis a sus alcobas.

Jaime de Marichalar, Elena de Borbón, Felipe Juan Froilán de Marichalar y Borbón, Victoria Federica de Marichalar y Borbón (Foto: Gtres)

La separación no fue fácil, sobre todo, para Marichalar que vio como su infanta se marchó con sus hijos. La tensa calma se acabó en abril de 2012, cuando su hijo Felipe sufría una herida por disparo de arma de caza en el pie derecho, durante unos días que pasaba con su padre en la finca familiar de Soria. La infanta no podía creerlo. Su hijo, trece años y un arma. No es difícil imaginar que recordara a su propio padre, un revólver y la tragedia familiar en Estoril. A la salida del hospital donde intervinieron a Pipe y a preguntas de los periodistas, doña Elena contestó que no sabía cómo había ocurrido: «No lo sé; estaba con su padre». Pocos días después, me detallaron que a su ex no quería «ni verlo».

No ha rehecho su vida sentimental desde que se separara hace ya 12 años, pese a que se han comentado relaciones que jamás se admitirán, como la que, al parecer, mantuvo con Ángel Villamor, el traumatólogo que atendió al rey Juan Carlos en algunas de sus operaciones de cadera.

La infanta Elena y su padre, el rey emérito Juan Carlos (Foto: Gtres)

Responsable y divertida, regia y cercana (cuando quiere), la infanta eclipsada vive su vida, es feliz trabajando, está muy pendiente de sus hijos y es el mejor bastón de su padre. Con su íntima amiga Rita Allende Salazar comparte alegrías, penas y viajes; con Letizia, lo justo. Me cuentan que en la Familia del Rey tiene mucho que decir, que la situación de su hermana Cristina no le ha ayudado en absoluto, pero que tiene las cosas muy claras. Para eso es la hermana mayor y ahí ejerce. Esta Navidad verá a Iñaki, seguro. Prefiero no imaginar qué hubiera ocurrido si la reina Letizia hubiera dado a luz a un varón después de Leonor.

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