Bajo la sombra de la corona

“Soy una condenada ameba» y otras frases que pronosticaron la jubilación de Felipe de Edimburgo

Felipe de Edimburgo
Felipe de Edimburgo en una imagen de archivo / GTRES

Cuenta Michael Parker, íntimo amigo y primer secretario privado de Felipe de Edimburgo, que cuando le aconsejó que se mostrara más cariñoso con la reina, este le fulminó con la mirada. Corrían los años 50 y aunque eran los mejores años de su matrimonio aquella respuesta evidenció cuál era el verdadero carácter del marido de Isabel de Inglaterra. A aquel gesto le seguirían muchos más e incluso asombrosas declaraciones que han dejado latentes hasta qué punto Felipe ha desempeñado un cargo con el que nunca se sintió cómodo. Pese a todo, se ha convertido en el monarca consorte más longevo de la historia de Inglaterra, pero a sus casi 96 años ha dicho basta y este jueves decidió abandonar su agenda oficial y ‘jubilarse’ de su papel real.

Felipe de Edimburgo

Boda de la reina Isabel de Inglaterra y Felipe de Edimburgo / GTRES

Lo hace con el respaldo de su esposa, la Reina, que es testigo de lo mucho que ha sufrido su marido desde que se convirtió en duque de Edimburgo. “Soy una condenada ameba”, llegó a exclamar al sentirse completamente infravalorado en una institución liderada por su mujer. Ella, por su parte, acostumbrada a que todo el mundo se incline hacia ella, se ha reído de cada una de las pataletas de su esposo, aunque eso sí, ese amor que siempre ha sentido hacia él desde que se enamorara a los 13 años le prohíbe juzgarle e incluso comprende cada uno de sus enfados.

El más sonado llegó con el nacimiento de sus hijos. Felipe de Edimburgo ya empezaba a vislumbrar cómo sería su vida como consorte, pero no pudo evitar sorprenderse ante la decisión de que sus vástagos no llevasen su apellido. “Soy el único hombre de Inglaterra al que no se le permite darle el apellido a sus hijos”, se quejó completamente ofendido.

Felipe de Edimburgo

La reina Isabel de Inglaterra y Felipe de Edimburgo junto a sus hijos / GTRES

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Para una mentalidad muy lejana a la actual, recordemos que corrían los años 50, aquello era un agravio para un hombre que incluso había tenido que dejar su prometedora carrera en la Marina para servir a su Reina. Llegó un momento -dicen las biografías que aproximadamente cinco años después de que Isabel llegase al trono- en que el amor dejó de hacer contrapeso en una balanza en la que para el príncipe empezaron a pesar más todos los sacrificios que había tenido que hacer hasta la fecha. Ser el mero acompañante de la soberana empezó a ser una nimiedad para él y terminó siendo un auténtico compromiso tedioso. “Se aburría terriblemente con todas las obligaciones de la realeza, todos esos compromisos formales y apretones de manos… No era lo suyo”, explicó en su día Parker.

Con el tiempo su carácter se suavizó y aunque nunca ha llevado bien ese papel secundario que ha ocupado en la monarquía, optó por relativizar y disfrutar de los viajes y otro tipo de escapadas en las que algunos cronistas de la época incluyeron varios ‘affaires’ con mujeres que nunca han llegado a confirmarse. “¿Se han parado a pensar que en estos últimos 50 años no he podido salir de casa sin que me acompañe un policía?”, ha argumentado el duque para defenderse.

Felipe de Edimburgo

La reina Isabel de Inglaterra y Felipe de Edimburgo en uno de sus últimos actos / GTRES

Henrik de Dinamarca, otro ‘royal’ jubilado

Pero lo cierto es que con su jubilación, el marido de Isabel de Inglaterra, al que definen como un tipo rudo y con carácter, empieza una nueva vida ajena a los compromisos, los focos y las cámaras. Felipe renuncia a su papel institucional y lo hace con el respaldo de su esposa y con el de otros ‘colegas’ europeos como Henrik de Dinamarca, cuyas quejas en torno al papel que desempeña en su país han tenido tanta repercusión como las de Felipe. “Durante años he sido el número dos en Dinamarca y es un papel del que estoy satisfecho. Pero no quiero, después de tantos años, verme degradado al tercer rango como un acompañante cualquiera. Lo haría todo por Dinamarca, pero ¿por qué subestimarme y decepcionarme continuamente? Yo soy el primer hombre y no mi hijo. ¿Es tan complicado?”, declaró Henrik lleno de celos hacia su hijo Federico.

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Sin embargo, estas no fueron, ni mucho menos sus únicas declaraciones polémicas. En 2009 se quejó: “¿Por qué debo estar bajo mi esposa? ¿Por qué no puedo ser Su Majestad? Me enoja que me sometan a esta discriminación”.

Esta y otras pataletas del marido de la reina Margarita de Dinamarca desembocaron en una jubilación que se hizo oficial en enero de 2016. Desde entonces, Henrik vive disfrutando de unas eternas vacaciones en las que viaja de un lugar a otro del mundo acompañado de sus amigos. Margarita, como lo hará ahora Isabel de Inglaterra, acude sola a los actos oficiales y en ellos recibe las muestras de cariño de unos daneses que nunca aprobaron el comportamiento del consorte. Diferencias aparte, las vidas de Henrik y Felipe ahora discurren en paralelo. Los dos han dicho adiós a la parte más complejas de sus vidas, la de ser príncipe antes que marido.

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