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Rodrygo Goes, así fue la dura infancia de la nueva estrella del Real Madrid

Hijo de unos padres muy jóvenes que desde pequeño han inculcado a Rodrygo que trabajar duro era la fórmula del éxito

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Rodrygo Goes no ha tenido una vida típica. En la jornada de Champions de ayer se confirmó como estrella del Real Madrid con nada más y nada menos que tres goles contra el Galatasaray, pero llegar hasta vestir la camiseta blanca no ha sido un camino fácil.

Rodrygo es hijo de Eric Batista y Denise. Son una pareja muy joven puesto que tuvieron a su hijo siendo adolescente, algo que nunca fue un pesar, sino una alegría. Desde entonces se han dedicado en cuerpo y alma a él, pero también le han exigido mucho. Su padre en el campo de fútbol, su madre en los ideales, que sea un muchacho humilde, empático y agradecido, se debe a la insistencia de su madre en que para ser gran de hay que ser buena persona.

Rodrygo Goes y Florentino Perez / Gtres

Su padre hizo carrera futbolística en Brasil pero no logró despuntar como su hijo, al que ha preparado desde pequeño para que pudiera lograr el sueño que compartían. Es quien le asesora y quien está junto a él día y noche. Se trata de una familia profundamente religiosa que cree por encima de todo en el agradecimiento.

Por ello Rodrygo no se cansa de dar las gracias a Zinedine Zidane y Raúl González, pues poco a poco, tras ver los progresos del brasileño en el Castilla, están aupando su carrera y dándole las oportunidades con las que siempre soñó. Para las que lleva preparándose desde la infancia. Una infancia que siempre han tachado de precoz, pues los balones, las tácticas, los análisis de partidos y las estrategias son parte de su vida casi desde que aprendió a hablar. A los 11 años ya tenía su primer contrato con Nike, algo de lo que pocos pueden presumir, pero a esa corta edad también supone una gran responsabilidad.

Sus padres son sus bastones, sus fieles apoyos, los que le ponen los pies en el suelo y le hacen no olvidar que para llegar donde está ha luchado mucho. Que compartir vestuario con quien hasta hace poco eran sus grandes ídolos es un sueño al que pocos acceden y que si, hay que disfrutarlo, pero no hay que dejar de trabajar, nunca hay que bajar la guardia. Así se lo han inculcado y así lo transmite cada vez que un periodista le pone el micrófono tras un partido.

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