Televisión, moda y corazón. Periodista de vocación y comunicadora de formación, me he movido entre estudios de radio, redacciones digitales y bastidores de redes sociales. He narrado la actualidad en la 'Cadena SER', seguido la pista a las nuevas tendencias en 'El Independiente' y escrito sobre lifestyle y empresas en la 'Revista Capital'. En 'Diez Minutos', combiné redacción y estrategia digital como Community Manager. Ahora escribo en LOOK, donde cubro actualidad televisiva, moda, celebrities y realeza.
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Ni «hola», ni «qué tal», ni «gracias por venir». La consigna estaba clara antes de que Paz Padilla y su hija, Anna Ferrer, pisaran la tienda Primor de Gran Vía 39 en Madrid: ni una palabra sobre la raspa. Podía hablarse de notas olfativas, de madres e hijas, de emprendimiento femenino, de cómo huele Cádiz en verano si lo metes en un frasco… pero del asunto que lleva días coleando en redes, prensa y corrillos, ni mu. La presentadora venía perfumada, sí, pero blindada. El acto de presentación del perfume Noniná, nombre que ya de por sí huele a arte y a rebujito, fue un despliegue de simpatía y buen rollo este miércoles 18 de junio… pero con condiciones.
Paz, sonriente como en sus mejores tardes de televisión, saludó a la prensa, posó con su hija Anna Ferrer, repartió abrazos, alguna carcajada suelta y hasta consejos vitales, pero bajo una norma inquebrantable: la raspa no se toca. Y claro, el silencio a veces grita más que una exclusiva. Porque si te traes a toda la prensa a Madrid para lanzar un perfume, y al mismo tiempo estás siendo protagonista de una polémica que huele más a pescado pasado que a jazmín, lo lógico es que los periodistas esperen que, al menos, se les permita preguntar. Pero no. Allí se habló de todo menos del escándalo gaditano, ese que tiene en pie de guerra a medio Zahara de los Atunes y en modo indignación activa a las redes sociales.
Paz Padilla y Ana Ferrer en la presentación de un perfume. (Foto: Gtres)
El lío no es menor. Todo comienza cuando la marca Noniná, registrada por Anna Ferrer y apadrinada abiertamente por Paz Padilla, adopta como imagen comercial una raspa de pescado. En apariencia, se trata de un guiño simpático al sur, a la costa gaditana, al atún y, cómo no, a Zahara de los Atunes, la localidad perteneciente al municipio de Barbate que ha hecho de ese símbolo algo casi identitario. Pero en Zahara, precisamente, muchos no lo interpretan así. Lo que podría parecer una referencia inocente, es percibido por numerosos vecinos y comerciantes como un intento de apropiación de un símbolo popular que no pertenece a nadie, pero que todos sienten como suyo.
La situación se agrava cuando varios comercios locales reciben burofaxes en los que se les insta a dejar de utilizar cualquier iconografía similar a la raspa registrada por Noniná, alegando un posible conflicto de marca. El diseño en cuestión, realizado por el artista Xoan Viqueira, fue legalmente inscrito y está protegido en el sector textil y de complementos. Sin embargo, para muchos en el pueblo, este paso supone una línea roja: no se trata solo de proteger un diseño comercial concreto, sino de intentar monopolizar un símbolo compartido, profundamente enraizado en la cultura local. Así, las redes se han llenado en las últimas semanas de mensajes críticos, viñetas satíricas y campañas de apoyo al comercio local. Algunos negocios lucen ya en sus escaparates carteles con el lema «La raspa es del pueblo», en señal de protesta y defensa de lo que consideran un patrimonio emocional colectivo. Incluso empieza a circular la idea de boicotear los productos de la marca Noniná, percibida ahora como una amenaza a lo que hasta entonces había sido un símbolo libre.
El comunicado de Paz Padilla por la polémica con su marca
Ante la creciente indignación, Paz Padilla decidió salir al paso con un comunicado en vídeo el pasado lunes 16 de junio, del cual tampoco ha querido hablar públicamente, sea dicho. En él, asegura que su intención no es adueñarse de la raspa en general, sino proteger un diseño gráfico específico, vinculado únicamente al uso textil. Defiende que no están actuando contra nadie, que no se han presentado demandas judiciales, y acusa a los medios de haber alimentado una polémica basada en malentendidos y desinformación. Aun así, sus palabras no logran contener el enfado generalizado. Desde Zahara, la respuesta es clara: más allá de los argumentos legales, el conflicto pone sobre la mesa un debate mucho más profundo sobre sensibilidad, respeto y pertenencia.