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El presidente de Cantabria, Miguel Ángel Revilla, es un apasionado de su tierra, y no duda en definirse como resultado de una mezcla de genes y arraigo cántabro. Así se lo manifestó a Bertín Osborne, en el programa ‘Mi casa es la tuya’, que esta vez se ha desplazado a Cosgaya para entrevistar al televisivo Revilla. Convencido de que el presentador caería rendido a los pies de su tierra, el político no cejó en su empeño de ejercer de ‘agente inmobiliario’ con Osborne: «Te voy a enseñar tres casas para que te vengas aquí, porque estás muy trabajado y tienes que desconectar aquí de tu vida ajetreada», le aconsejó. Bertín -que estos días ha estado en urgencias por un ataque de gota- quedó enamorado de Cantabria, pero desveló la única pega por la que no podría vivir allí: «Cualquiera le dice a Fabiola que se venga aquí, ella es más de ciudad».
Revilla confesó la estrecha relación que tuvo con el entonces presidente del país, José Luis Rodríguez Zapatero: «Un día vino a Cantabria de manera secreta. Yo quise hacerle la rosca para que la prensa diera publicidad de mi tierra. Quedó feliz, pero me dijo que tenía el mismo escollo que tú: su mujer. Según él, no pinta nada en casa en esas decisiones». En este momento Miguel Ángel relató a Bertín un gesto feo que tuvo con él la esposa de Zapatero, Sonsoles Espinosa: «Le mandé una carta entonces hablándole de las maravillas de esta tierra. Nunca me contestó, qué mínimo, ¿no? Es irracional y nunca lo entendí», apuntó.
El cántabro tiene claro que el gran problema de la política es que está en manos de gente que la ejerce por desidia: «Detesto a la gente que no siente vocación. Recuerdo que mi padre quería que fuera médico, porque como no teníamos una perra, un familiar me iba a pagar la carrera. Le dije que aquello no era lo mío», aseguró en Telecinco. Su vida como político era impensable hasta el año 1975.
Revilla ejercía hasta entonces de profesor universitario y de banquero, lo tenía absolutamente todo. Sin embargo, su pasión por Cantabria le llevó a batallar sin descanso: «Quise que este lugar mágico en que vivo fuera reconocido como tal, y se llamara Cantabria, porque hasta esa fecha era provincia de Santander. Cuando murió Franco, me puse firme», subraya. Franco está impreso en su vida mucho más de lo que le gustaría: «Mi padre lo adoraba, era muy de derechas y en mi casa siempre se hablaba de él». A lado del político se encuentra una gran mujer, Aurora Díaz, de la que está profundamente enamorado y nunca le ha sido desleal ni infiel, como le contó a Bertín Osborne.
Revilla cree en Jesucristo, aunque se confiesa creyente de la naturaleza únicamente: «Estoy de acuerdo en que debe haber algo que organice el cosmos. Jesucristo fue un revolucionario. Fíjate, yo iba para cura, porque en mi época te metían en el seminario cuando no tenías recursos». A la muerte no la teme en absoluto: «Solamente temo la muerte que tuvo mi madre, larga y con mucho sufrimiento». Se muestra especialmente determinante en ‘Mi casa es la tuya’ con el tema de la donación: «No entiendo cómo la gente no es donante de órganos. A mí que me quiten lo que sea necesario, y después que me quemen, porque va a llegar un momento en que no vamos a caber con tanto nicho», razonó Miguel Ángel Revilla.
Anécdota en la boda de Felipe VI y Letizia
Hubo una vez en que Revilla se planteó dimitir como presidente de Cantabria, de hecho, tuvo la carta de dimisión redactada. El motivo por el que quiso tomar esta opción fue por un comentario que vertió sobre la boda de los reyes de España, don Felipe VI y doña Letizia. A su entender no se comió todo lo bien que se esperaba: «Pensaba que en una boda de tanto tronío iba a haber comida más contundente. Y, sinceramente, me decepcionó. No quise probar el jamón y el queso de entrante, pensándome que los platos iban a saciarme. No fue así, eran muy poca cosa».
Esta opinión la dio en Canal 8 de Cantabria, donde era comentarista de fútbol. Se creó un auténtico revuelo, incrementado por el presentador Javier Sardà: «En su programa ‘Crónicas Marcianas’ quisieron dar un millón de pesetas a la persona que hubiera grabado aquel programa, para emitir mis palabras. Y lo consiguieron, sufrí un despelleje tremendo. Y pensé que la gente se iba a volver en mi contra. Por eso redacté la carta».
Pero lejos de sentir el oprobio, los ciudadanos lo encajaron bien: «Recuerdo que le daba un premio a Vargas Llosa y me recibieron con un aplauso cerrado. Al cabo de los días, tuve una comida con los reyes y con Felipe y Letizia. Me quería dar algo». En esa velada el rey Juan Carlos I quiso saber, con sorna, su opinión de la comida: «Le dije ‘de diez, majestad’. Luego en la intimidad, me dijo ‘qué razón tenías, no se comió nada bien en la boda», desveló entre risas.