Iñaki: ya no vas a correr más
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Mi querido Máxim Huerta escribía en uno de sus libros que no hay manera de escapar cuando se huye. Rotunda y certeras palabras del Ministro de Cultura que Iñaki Urdangarin nunca se paró a considerar. Hace siete años, era imputado por corrupción en el caso Nóos, el 29 de diciembre de 2011. La noticia le pilló en Washington donde se había marchado con su familia dos años antes huyendo de lo que podía pasar. Pero no había manera de escapar y pasó, como no podía ser de otra manera. El Tribunal Supremo ha confirmado la condena del marido de la infanta Cristina, una pena de cinco años y diez meses de cárcel, cinco meses menos de los impuestos por la Audiencia de Palma en febrero del año pasado. La sentencia deja a Urdangarin a un paso de prisión. Aún puede pedir el indulto e incluso recurrir la sentencia. Era inevitable y él y la infanta lo sabían. Huir no servía de nada.
Hoy, también inevitablemente, recuerdo aquella huida de Iñaki cuando acudimos a su encuentro en Washington tras haber sido apartado de la agenda y de la familia real, 17 días antes de ser imputado. Queríamos una declaración, saber qué tenía que decir ante la imputación del juez Castro y del fiscal Horrach por su presunta implicación en un caso escandaloso de corrupción que salpicaba a la Corona. Había que ir hasta él, volar a Washington. Una vez localizado, nos acercamos para presentarnos y preguntarle. Interesaba, sobre todo, él. La infanta no estaba imputada (aún). Recuerdo su cara de estupefacción al vernos. Queríamos preguntar, conocer o al menos intentar saber de primera mano cómo estaba viviendo los primeros días de imputación y cuál sería su plan de defensa, apartado ya de la Casa por orden del rey Juan Carlos, su suegro.
Caminaba solo por la calle, sin la infanta ni sus hijos. Era la ocasión perfecta. A plena luz de una tarde soleada, sin más testigos que nuestra cámara, nos acercamos a él para presentarnos. Iñaki se descompuso. Lo habíamos encontrado, de nada había servido refugiarse en un elitista barrio de Washington, con la escolta que la Corona – que somos todos- pagaba a su mujer, y la seguridad privada que le asistía a él por su cargo en Telefónica. Tenía delante a dos periodistas que querían preguntarle. ¡Horror! ¿Acaso pensaba que no iba a ocurrir, que era intocable por ser vos quien sos? No sé si sus músculos fueron más rápidos que su cerebro en esos instantes, pero solo se le ocurrió echar a correr y emprender una huida loca que le delataba en cada zancada. ¡Corre Iñaki, corre! Súbita adrenalina y plena convicción periodística de estar frente al hombre más buscado y al que nadie aún había preguntado. La complexión, el fondo físico y la rabia inocultable de Urdangarin me dejaron atrás en dos zancadas. Yo sí que no iba a correr más. El presunto delincuente era él. Mi compañero y su cámara tomaron buena nota de esa huida hacia ninguna parte. ¡Corre Iñaki, corre! Cuando la escena acabó pensé en cómo ese hombre le explicaría a su mujer en cuanto se reunió con ella, minutos después, que había huido de unos periodistas españoles. Acción, reacción. Tres días después, Iñaki dio sus primeras declaraciones a otro dos compañeros que insistieron en el trabajo. Salir por patas solo había perjudicado aún más su imagen.
El marido de la infanta Cristina comenzó la huida personal, probablemente, desde que puso sus ojos en ella cuando la conoció en Barcelona unos meses antes de las olimpiadas de Atlanta de 1996. Su vida era el balonmano, una novia anónima, los amigos y la familia. Con Cristina de Borbón, el futuro sería muy diferente y lleno de posibilidades. Se enamoraron, llegó la boda y la necesidad de encajar en ese nuevo rol que no sabía bien cómo encarar. Algunos íntimos, en su afán de justificar su forma de actuar, que hoy le lleva a las puertas de prisión, aseguran que no quería ser un florero y consejero regalado de decenas de empresas. Iñaki quería demostrar que era alguien, amén del marido de una infanta de España. Había que huir del cliché Marichalar, del marido enchufado y de yernísimo por la cara. Otra vez huir. Convertido por matrimonio en duque de Palma de Mallorca, quería ser alguien y por sí mismo. Sí, ya sé que resulta contradictorio. Vaya por delante que pretender mejorar y trabajar cuando tienes la vida prácticamente solucionada, decía mucho de él.
Tras su carrera deportiva y ya fuera de las canchas, Iñaki intentó escapar de un currículo vacío de títulos académicos. Se preparó su ingreso en Esade, una de las escuelas universitarias de negocios de mayor prestigio en España. Un curso meteórico de 2 años – normalmente se cursa en 5- le convirtió en un hombre posiblemente preparado, mucho mejor conectado, listo para aterrizar en el mundo empresarial y de negocios. De la mano del profesor Torres, quién nunca le dio clases, la huida estaba en marcha. Su mujer llevaba años trabajando en la fundación La Caixa y además cobraba también un buen dinero de Casa Real por representar a la Institución. Él tenía que hacer algo.
Se embarcó en Nóos Consultoría Estratégica en diciembre de 2002. Iñaki ya se había asociado antes con otros profesores de Esade, pero con Torres dio el paso definitivo: de mero, pero influyente comercial, organizador de eventos y captador de patrocinios pasó a liderar un negocio como consultor. En septiembre de 2003, su socio y él crean el Instituto Nóos de Investigación Aplicada. Presidente del consejo de administración: él mismo. Su mujer, vocal, porque, aunque no era necesario, tampoco se trababa de afrontar solo la huida. Y, a más a más -que dicen en Cataluña- como tesorero, la mano derecha de la infanta, su secretario de toda la vida en Casa Real, Carlos García Revenga. Ya era alguien. A un lado Urdangarin -de la mano de Torres- y al otro, su apellido consorte y S.A.R doña Cristina, como bien clarito hicieron imprimir en los folletos publicitarios del Instituto Nóos. En la carta de presentación del ya famoso instituto aparecía también el asesor de Casa Real, García Revenga, cómo él mismo ordenó incluir. Era alguien, sí, pero con ellos. Su socio Torres, vicepresidente. Se comían el mundo y nadie les tosía. Tres años de contratos con entidades privadas a la par que con gobiernos autonómicos. Allí estaba ‘Urdanga’ el verano siguiente, en el palacio de Marivent, jugando al pádel con Jaume Matas, Pepote Ballester, íntimo del rey Felipe y de la Infanta Cristina y flamante director general de Deportes de las Islas Baleares, y hablando de negocios. También conquistaron Valencia, ciudad gobernada por Camps y la desaparecida Rita Barberá. El deporte y sus sinergias dieron para mucho. Pero habría que volver a huir: tres años después de comenzar esta aventura en Nóos tuvo que dejarla. El rey Juan Carlos mandó como emisario a su asesor legal el conde de Fontao y le sugirió categóricamente en marzo de 2006 que dejara los negocios, al menos, los públicos. Era muy descarado. Iñaki rompió con Torres por asuntos de dineros, tal y como él mismo ha asegurado, dos años después. Era alguien, pero de nuevo huyendo. ¡Corre Iñaki, corre!
En el sumario de Noos se incluye una carta que Iñaki envió a un íntimo amigo apellidado Mujika, 13 días antes de firmar en una notaría de Sant Just Desvern su asociación con Torres aquel diciembre de 2002. Se sincera y le cuenta sus ansias de hacer algo por él mismo. “Cristina vive como yo mi frustración. Una vez más se pone mi camiseta y me anima. Y continúa: “A Carlos García Revenga le doy sana envidia de saltar el precipicio. Él se lo ha planteado alguna vez y nunca lo ha conseguido”.
Urdangarin lo consiguió. Saltó el precipicio para estrellarse con título de Duque incluido. Le vino grande. Malversación, prevaricación, fraude a la administración, dos delitos fiscales y tráfico de influencias. Disfrutaba de una situación de privilegio de obviedad aplastante y la utilizó. Él y la infanta lo saben. Todos lo sabían.
El tribunal Supremo señala en su sentencia que Urdangarin se aprovechó de la “situación de privilegio que disfrutaba como consecuencia de su matrimonio con una hija de quien era entonces el Jefe del Estado». Aún queda por ver si el tribunal de Palma ordena el ingreso inmediato en prisión y si la defensa de Iñaki se acoge al amparo del Constitucional para dilatar algo el final. De momento, mañana mismo está citado a primera hora junto al resto de acusados en la Audiencia de Palma para notificarle el mandamiento de prisión. No. Ya no. No hay manera de escapar cuando se huye. Iñaki, lo siento. Ya no vas a correr más.