¿Qué hacemos con Iñaki?
Era su última esperanza, pero no. Iñaki Urdangarin seguirá en la prisión de Brieva cumpliendo condena. De momento no habrá paz para él. El Tribunal Constitucional no ha admitido su recurso de amparo con el que pretendía se revisara su condena y salir de prisión mientras aquel se resolviese. La infanta Cristina estuvo con él el fin de semana anterior al martes, día 12, cuando llegaba la decisión judicial. “No se aprecia en el recurso la especial trascendencia constitucional que, como condición para su admisión, se requiere”, según reza la resolución del tribunal de garantías. Ninguna razón, ningún motivo. Ni se revisa ni se suspende la condena. No hay nada que hacer. Solo queda esperar, aguantar; contar los días y las noches hasta los primeros permisos. Hasta diciembre no podrá solicitarlos, aunque en verano se evaluará de nuevo su situación. Ahora la mayor preocupación es buscarle un trabajo, uno de los requisitos imprescindibles para acceder al tercer grado.
La vida, aislada, penosa y solitaria seguirá en Brieva, pero si algo no le falta a Iñaki Urdangarin es el apoyo de los suyos, y digo los suyos, excluyendo a los que no le rieron la gracia, pero tampoco le pusieron en su sitio a tiempo, antes de que se convirtiera en persona no ejemplar él solito o en compañía de otros. Las visitas al módulo, donde se encuentra cumpliendo condena de 5 años y 10 meses en la cárcel de Ávila, son frecuentes. “Intentan que no haya una semana sin que alguno vaya a verlo. Cristina es la que más va”, me cuenta un amigo que me recuerda “lo penoso de la situación que están viviendo. Sus hijos mayores, sus hermanos y su madre tampoco han faltado”.
Este lunes, Iñaki cumplía 9 meses en prisión desde que ingresara el pasado 18 de junio en el centro penitenciario de Brieva, y aún le quedan, previsiblemente, unas cuantas lunas antes de disfrutar de un permiso. Su aislamiento, lejos de ser un privilegio, en mi opinión, duplica su condena. El juez de Vigilancia Penitenciaria de Marcos lo llamó “el efecto desestructurador que produce la soledad sobre la persona”. Él, su celda, dos turnos de funcionarios, un cuarto de estar con televisión y una bicicleta estática para hacer deporte, que este mismo juez autorizó se trajera de fuera, ya que la del centro le quedaba más que pequeña: “un útil instrumento para ocupar las largas horas de soledad”.
Hasta final de año no habrá cumplido las tres cuartas partes de su condena y hasta entonces no podrá solicitar permisos. La Junta de Tratamiento evaluará su situación en ese momento y la decisión final dependerá de Instituciones Penitenciarias. Desde agosto del pasado año, Urdangarin se encuentra cumpliendo condena en segundo grado, clasificación que permite disfrutar de 36 días al año de permisos y hasta siete días continuados cómo máximo. El tercer grado – clasificación siguiente- le permitiría abandonar la cárcel y pernoctar en un Centro de Integración Social (CIS) algunos días, según la modalidad que se le asigne. Para ello, deberá cumplir, como cualquier otro preso, una serie de requisitos como buena conducta, arraigo social y presentar un contrato de trabajo. Teniendo en cuenta que su familia – mujer e hijos- reside fuera de España y que en Zarzuela no parece bienvenido, su defensa deberá medir qué domicilio presentar ante la Junta. Bien es verdad que en Vitoria y Barcelona tiene familia, pero hay que buscarle un trabajo sí o sí. Urdangarin se desvinculó de su último empleo como consejero de Telefónica Internacional en agosto de 2012. Solicitó una excedencia temporal y la suspensión de su contrato ante la posibilidad de que el procedimiento judicial abierto entonces contra él “pudiera tener alguna incidencia negativa para el grupo”, según él mismo explicaba en un comunicado. A ver, era obvio que tenía que salir de la compañía. Nunca más supimos de un trabajo para el exduque; sí que lo hizo en su casa, la que compartía con la infanta y su familia en Ginebra. No, no será fácil encontrarle un puesto, ¿o sí?: 51 años, el estigma Nóos, Brieva… Me cuentan que han empezado a moverse, a calcular cómo resolver este futuro no tan lejano. Les inquieta.
En la última visita de la infanta de la que tengo noticia -los pasados días 9 y 10 de marzo-, doña Cristina recaló en Zarzuela. No me consta que viera a su hermano el rey Felipe, pero sí que estuvo en casa de don Juan Carlos y doña Sofía. La pesadilla Nóos continúa y aunque la infanta se haya acomodado a la elitista Ginebra con todo tipo de facilidades, su vida matrimonial se ha desbaratado. A ella y su familia, incluida la Real, les desvela cómo está Iñaki, cómo lo soporta; sus hijos, luchar por el tercer grado. Pero, sobre todo, dan vueltas a lo que los ingleses llaman the day after, el día siguiente, el día después. Le quedan lunas sí, pero llegará el día en que Iñaki Urdangarin habrá cumplido condena, habrá pagado su deuda con la sociedad y volverá a ser libre y deberá reinsertarse. Ese día llegará. ¿Y entonces, qué? Sé que les preocupa. A todos. ¿Qué hacemos con Iñaki?