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"Una historia de amor y lealtad": el importante papel de Queca Campillo en la vida de Juan Carlos I

Queca Campillo fue una de las fotoperiodistas más importantes de la Transición

La cacereña tuvo una relación personal con el Rey Juan Carlos I que derivó en una amistad incondicional

La historia personal y profesional de Queca Campillo no ha quedado en el olvido. Y de ello nos hemos encargado los que tuvimos la gran suerte de conocerla. Qué afortunada soy, me digo. Para mí es -porque sigue estando presente en mi recuerdo y en cada paso que doy como periodista- un espejo en el que mirarme. Fue una adelantada a su tiempo cuya vida no dejó indiferente a nadie. Una señora en mayúsculas y de los pies a la cabeza que guardó los secretos del Rey Juan Carlos I hasta el final. No necesitó alardear de su amistad, ni quiso. En el documental El precio de la Corona, todos coincidimos en lo impresionante que era por fuera, pero aún más por dentro.

Su importante papel en el fotoperiodismo

La cámara de fotos fue su gran compañera de vida y una extensión de su cuerpo en una década -la de los ochenta- en la que el fotoperiodismo aún era un mundo de hombres. Pero como ella misma desveló en una entrevista, se antepuso a todo y se dio su valor como profesional. Sin lugar a dudas, un ejemplo de amor propio.

Queca Campillo. (Foto: Telecinco)

Pese a su cercanía con el monarca -al que conoció en un acto oficial del emérito y Obiang Nguema-, Queca no presumió nunca públicamente de su amistad, aunque era sabido por todos. Una prueba de su discreción. De hecho, era la primera en tender una mano siempre que un compañero lo necesitaba y ser ese puente entre la Casa Real y la prensa. Entender también que su respeto y admiración hacia la institución venía debido al crítico momento que España atravesó a finales del siglo XX, como la dictadura o el auge de los atentados de ETA -en los que muchos periodistas tenían, cada día, que mirar debajo de sus coches-.

Su amistad incondicional con el Rey Juan Carlos I

Por ello, y pese a que su relación con el padre de Felipe VI comenzó de manera personal -ya que fue inevitable que la fotoperiodista no llamara la atención del Rey Juan Carlos I-, circunscribir a Queca en términos de amiga especial no corresponde a las dimensiones de lo que fue la historia de amor y lealtad incondicional entre estas dos personas.

La lealtad de Queca a la institución fue incondicional. (Foto: Telecinco)

Ella siempre me animó a estudiar Periodismo y, en nuestros largos paseos por el Norba Club de Golf de Cáceres o en nuestros domingos de repostería, me dejó mensajes que con el tiempo entendí. Estoy segura que ella quiso que fuera receptora de su impresionante historia de vida. Más allá del importante papel del emérito en la Transición, Queca me lo presentó como un hombre campechano, muy cercano y generoso. De hecho, me contó con mucha sorna y gracia cómo se quedó alucinada cuando, por primera vez, el Rey Juan Carlos I la llamó por teléfono.

Cuando todavía no habían llegado a España los contestadores automáticos, en uno de sus viajes a Miami, se compró este teléfono en el que es sabido que, cuando alguien te llama y no lo coges, deja un mensaje de voz. Como no funcionaba por batería, las cintas había que cambiarlas y ella, como ocurre en el siglo XXI con los mensajes de WhatsApp, los guardó porque, ¿a quién no le gusta escuchar a una persona a la que quieres?

Queca fue de las primeras mujeres en ejercer el Fotoperiodismo. (Foto: Telecinco)

Al igual que a mí me decía lo que estaba bien y lo que no -porque la sinceridad era su máxima-, lo mismo ocurrió con Juan Carlos I, al que le advirtió sobre la presencia de ciertas personas en su vida. Quizás esa fue una de las cualidades que tanto admiró el emérito de Queca, ya que era una mujer muy honesta y que siempre iba a dar el mejor consejo. Al final, las personas que te quieren son las que te van a decir la verdad y no lo que quieres escuchar. Por ello, y por lo mucho que se querían, antepusieron su amistad y siempre permanecieron en la vida el uno del otro.

Como guardiana de sus secretos y como la gran fotoperiodista que fue, ella quiso contar sus vivencias al lado del monarca, así como todos los momentos en los que fue testigo de tantos acontecimientos históricos y políticos, siempre desde lealtad que tenía hacia la institución. Aunque comenzó a poner en marcha sus memorias, no pudo terminarlas por su enfermedad y porque no quiso poner en la tesitura de que su madre, la cual la enterró, tuviera que responder a ciertos comentarios desafortunados y falsos en el Gran Café de Cáceres.

El legado que me dejó

Queca Campillo. (Foto: Telecinco)

Con el tiempo he podido entender todo lo que ella me contó. Creo que confiaba tanto en mí que sabía que podía ser la voz de una nueva generación de periodistas y contar parte de su historia. Hace poco, y con motivo de las memorias de Juan Carlos I, llegué a una reflexión que compartí con su hija Carmen, a la cual admiro profundamente: el emérito abdicó en junio del 2014 y, solo un año después, falleció Queca. Terminó un reinado y, paralelamente, su historia.

Si tuviera que destacar algo de ella sería su dulzura y su inteligente sentido del humor. Por supuesto, su estilazo. Ojalá tener su armario. Nunca olvidaré cómo fue la primera en estar a mi lado en uno de los días más difíciles de mi vida: el fallecimiento de mi abuelo. Entonces, pulsó el timbre de mi casa y me llevó con ella a jugar al golf. No tuvo que decirme nada, pero esa tarde fue mi salvavidas. Y así era con todo el mundo que formaba parte de su círculo. Gracias Queca, ojalá me hayas visto desde el cielo y estés orgullosa de mí.

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