Enrique Ponce, en su momento más difícil
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La retirada de los ruedos de Enrique Ponce y la firma de divorcio aliviaron los ánimos después de su sonada separación oficial hace ya más de un año. El diestro decidía retirarse repentinamente de los toros y “por tiempo indefinido”. Sorprendió hasta a su propia cuadrilla que quedó colgada en un hotel del Burgos sin entender nada o casi nada, al cierre de la Feria de san Pedro y san Pablo. El maestro no estaba centrado, decían algunos. Necesitaba tiempo. Llevaba más de tres décadas de entregado y victorioso oficio. Necesitaba parar. El último año había sido tan feliz como difícil. Su vida estaba del revés. Tras 24 años de convivencia junto a Paloma Cuevas, se marchaba de casa la primavera de pandemia y estado de alarma de 2020, enamorado hasta el tuétano de otra mujer: Ana Soria, una estudiante de derecho, nacida en Almería que le había robado el corazón tiempo atrás. El de Chiva ponía punto y final a su vida aparentemente ideal con Cuevas, aunque me aseguran que pese a que fue él quien convirtió su matrimonio en algo de 3, la decisión de iniciar los trámites de divorcio fue de Paloma. A ella le costó confirmar la realidad de su matrimonio oculta en viajes y temporadas de toreo fuera de España. No creo que haya estadísticas, pero raro es el caso de quien admite a la primera a su pareja que está con otra u otro. En cuanto ella lo supo, lo tuvo claro. La separación era inevitable y quería el divorcio.
Las declaraciones de Ponce en agosto de 2020, fotografías en redes sociales con su nueva chica hicieron de su separación una de las mas mediáticas del panorama social español. En su familia no entendieron la necesidad de tanta exposición. Cuevas dibujó, por su parte, un perfil lo más bajo posible. Excepto unas primeras declaraciones en las que confirma la ruptura y se prodigaba en respeto hacia el padre de sus hijas, poco más. Durante un año han estado bregando con el divorcio. Con un preacuerdo firmado en otoño del pasado año, la ratificación quedaba pendiente de la firma de Ponce. Él mismo me confirmó en diciembre pasado que aún estaban “rematando cosas” y que en poco tiempo se firmaría. Siete meses después, el matrimonio ratificaba finalmente el divorcio. Parecía que llegaba la calma.
Aquellas “cosas” que según Ponce se estaban rematando tenían mucho que ver, según fuentes bien solventes, con asuntos económicos. Tenía serios problemas, según me adelantaron entonces. Tres décadas como figura del toreo han permitido a Ponce, además de su triunfo personal como matador, granjearse un importante patrimonio. El diestro invirtió fundamentalmente en dos tipos de negocio: la explotación agrícola y ganadera e inversiones inmobiliarias. Para su desarrollo y gestión creó las sociedades Cetrina S.L. y CPM Building S.L. En la primera, constituida en 1994, Ponce aparece como administrador y Paloma Cuevas como apoderada desde junio de 2014, según datos del registro, anteriores al divorcio. Dedicada a la producción agrícola y ganadera de la finca que posee el diestro en Navas de San Juan (Jaén), el producto estrella, amén de la ganadería de toros bravos, es el aceite de oliva que se vende en tiendas gourmet.
Al cierre de 2019, los números de la sociedad no eran nada buenos e implicaba, incluso, la necesidad de una posible disolución. CPM Building, cuyo accionista mayoritario es Cetrina S.L y de la que Cuevas fue también apoderada, se centra en la compraventa y explotación de locales comerciales en Úbeda, Jaén y Málaga. Sus resultados eran mejores, pero insuficientes para paliar los problemas económicos que el diestro encara tras separarse. Ponce decidió entonces hipotecar gran parte de su patrimonio y así procede con la vivienda familiar, hogar conyugal y en el que actualmente vive Paloma con las hijas del matrimonio en el centro de Madrid, y con la casa que se estaban construyendo en la urbanización La Finca, en Pozuelo de Alarcón, según me confirman fuentes muy cercanas a los Ponce-Cuevas. El diestro encontraba la solución de cerca de 4 millones de euros que necesitaba. Me consta que no lo ha pasado nada bien. Se retiró de los ruedos en junio pasado y pocas semanas después firmó el divorcio. Su relación con Ana Soria seguía adelante. Es lógico pensar que llegaría la calma, que todo iba encajando, pero los datos que me llegan tras la primera comunión de la hija menor apuntan a que quizá le quede la parte más difícil: vivir como padre separado.
Un cambio de vida tan radical es difícil de encajar en la familia y no descubro nada si digo que los menores son generalmente los más vulnerables. Entiendo que para Cuevas tampoco es fácil, pero Ponce vive en Almería con su nueva pareja. Lejos. Difícil de encajar. Puede que esté “en su momento más difícil”, según me explican. Nervios y tensión acompañaron los días previos a la celebración familiar el pasado día 11 en La Cetrina. Ana no entraba en la ecuación. Impensable. Queda mucho, creo. Lo más difícil.