Todo lo que Carolina Marín ha dejado atrás para convertirse en la reina del bádminton
Consigue su tercer título mundial a sus 25 años
Vive a 600 kilómetros de su familia desde los 14
Carolina Marín vuelve a colocar su nombre y el de España en lo más alto del deporte continental. La onubense se ha proclamado campeona del mundo de bádminton por tercera vez y es la primera jugadora de la historia que consigue alcanzar un hito así, tras imponerse en China a la india Shindu Pusarla por 21-19 y 21-10, en 25 y 21 minutos, respectivamente. Sus gritos en cada partido son una muestra de que esta guerrera está empeñada en escribir con oro su historia. Con tan solo 25 años ya ha sido capaz de maravillar a la mismísima reina Letizia.
Este título se une a los que ya logró en 2014 y 2015 y llega en un momento propicio para ella tras pasar por diferentes baches emocionales y de juego en el último año y medio. Llegar a reinar en un deporte minoritario (pero cada vez con más adeptos) y vivir de él no ha sido un camino de rosas. Carolina Marín tuvo que salir de su Huelva natal cuando tan solo tenía 14 años. Dejó atrás familia, casa, amigos y aficiones.
No le tembló el pulso a la andaluza para dar un paso de gigante que otros muchos no se habrían atrevido a llevar a cabo. Hizo las maletas y se instaló en Madrid, donde ingresó en el Centro de Alto Rendimiento para empezar a dar forma a la deportista de élite que es hoy en día. En su adaptación le ayudó encontrar a su media naranja, Alejandro Carrasco, inseparable de ella y pieza clave en su éxito. Viven juntos en un piso del centro de la capital junto a su perro, Thori. El fallecimiento de su abuelo hace unos años fue un mazazo que vivió desde la distancia y que le afectó muchísimo.
Nadie hace realidad los sueños más fantasiosos como Carolina Marín. Trabajo a destajo, alegría, ilusión y naturalidad son sus ingredientes en la receta del triunfo. Echa de menos su tierra natal cada día y tan solo baja a ver a los suyos tres veces al año. No obstante, tiene claro que su plan ideal es: «Apagar el movil, tirarme en la playa y unas gambitas de Huelva, no como otras». Si la raqueta de tenis tiene rey indiscutible, la de bádminton no iba a ser menos.