El Madrid se corona otra vez
El Real Madrid, con una exhibición estelar de Vinicius y un doblete del venenoso Rodrygo, conquistó la Copa del Rey ante un Osasuna que jamás se rindió. Los blancos dieron una lección de oficio y demostraron su capacidad para elegir en qué partidos activarse. Rodrygo puso el 1-0 a los dos minutos pero Lucas Torró igualó la final al inicio del segundo tiempo. Otra vez Rodrygo hizo el definitivo 2-1 para rubricar el triunfo madridista en otra jugada eléctrica de Vinicius. Pues eso. Dios salve al rey. Su Majestad el Real Madrid.
Después de un mes de insoportable excedencia en la Liga, el Real Madrid necesitaba conjugar otra vez el verbo competir. Pero nada activa más a un coleccionista de títulos que el olor de otra copa y el equipo de Ancelotti es igual de especialista en borrones que en cuentas nuevas. Osasuna escondía un lobo bajo la piel de cordero. Y el Madrid, como Bolaños el 2 de mayo, estaba advertido.
Ancelotti no se podía permitir escupir en su currículum una derrota ante Osasuna en la final de Copa, así que no se guardó nada en la alineación del Real Madrid. Bueno, protegió a Modric, milagrosamente recuperado gracias a ese bálsamo de Fierabrás que se hace con placenta de yegua serbia, pero no era cuestión de arriesgar la salud de un señor de 38 años con el City a la vuelta de la esquina. El resto, a falta de Mendy que se pasa media vida en la camilla, estaban todos.
El regreso de Alaba al centro de la zaga ofrecía a Militao ese control parental que tanto necesita el brasileño para evitar su natural tendencia al despiste y a liarla parda, vamos. Carvajal y Camavinga ocupaban los laterales de la defensa que protegía a Courtois, el verdadero protector del reino blanco. Por delante Tchouaméni, que sigue buscándose a sí mismo tras el Mundial, era la gran novedad para guardar las espaldas de Kroos y Valverde. Arriba, el trío preferido por Ancelotti y por el madridismo en general: Rodrygo, Vinicius y Benzema.
Enfrente un Osasuna sin nada que perder. A falta del Chimy Ávila Arrasate tiró de Aimar Oroz para completar su equipo de gala, ese que tantos problemas le ha causado al Real Madrid en las dos últimas temporadas, sobre todo en los partidos del Bernabéu. Y ese era el plan de Jagoba: resistir y hacerle el partido incómodo a los de su amigo Ancelotti.
Total, que nos dieron las diez y arrancó la final. Y el Real Madrid la encarriló por la vía rápida. Ni dos minutos habían transcurrido de partido cuando Vinicius recibió un balón largo de Militao en el pico del área, sentó a un Rubén Peña que le defendía con camisa de fuerza, sentó a otro, asistió a Fede Valverde que la dejó pasar para Rodrygo, que marcó a placer en el segundo palo. Pues nada, 1-0 y final encarrilada para el Madrid.
Por la vía rápida
Osasuna, con la final medio perdida, no se arredró y conectó tres cabezazos seguidos para sacar en plano a Courtois. La hinchada navarra, silente después de pitar al Rey, recuperó algo el pulso al ver cómo se estiraba su equipo. Luego sacaron de quicio a Vinicius, el blanco fácil, con un par de provocaciones. Pero el brasileño se desconecta y se vuelve a conectar con la facilidad de quien tira de la cadena.
El Real Madrid estaba cómodo con el viento a favor del 1-0 pero Osasuna no se arrugaba. Moncayola, triturado por Vinicius en el primer cuarto de hora, vio amarilla en el 21 por un agarrón alevoso al brasileño. Arrasate estaba tardando en protegerle del tsunami Vini. Y fue precisamente Vinicius, inspirado y activo, el que protagonizó una ocasión clamorosa en el 24. De nuevo galopó y de nuevo asistió al centro del área pequeña. Allí Rodrygo la pisó para que marcara Benzema. Karim televisó su disparo y lo sacó abajo Sergio Herrera.
Respondió Osasuna con una clamorosa ocasión de Abde, que se apoyó por la enésima pifia de Militao para plantarse solo ante Courtois. Picó la pelota ante la salida del belga pero Carvajal, que había acompañado la jugada, la sacó bajo palos. Respiró Ancelotti y ahogó un uy la afición osasunista. Pero el Madrid volvió a la carga. Siempre buscando a Vinicius, que las pedía todas y que se iba todas las veces.
En el 31 pudo marcar el 2-0 el Real Madrid en un libre directo que botó Alaba con maestría. El zurdazo del austriaco se a pegó contra el travesaño. Se lamentaba Ancelotti, que luego se relamía cuando la pelota volvía a los pies de un Vinicius ya en plan superstar. La exhibición del brasileño estaba siendo antológica. Imparable.
Osasuna equilibra la final
Ya en las postrimerías de la primera mitad Vinicius, sin duda el hombre de la final, vio la amarilla por convertirse en abogado de pleitos pobres. Protestó una falta no señalada sobre su amigo Rodrygo y Sánchez Martínez, firme como un guardia civil de pueblo, desenfundó rápido la cartulina. Con el brasileño amonestado y enfadado con el mundo a pesar de su partidazo, nos fuimos al descanso con jaleo incluido en el túnel de vestuarios entre el propio Vinicius y El Chimy Ávila, otro de mecha corta.
El entretiempo serenó los ánimos. Se reanudó la final con una calma tensa como esas escenas de las películas de terror en la que se nota que alguien la va a cascar pronto. Y el que cascó fue el Madrid. Ocurrió en el 57 después de un centro al área de Osasuna que ni Alaba ni Militao alcanzaron a despejar. Abde la puso de nuevo al área, Carvajal desvió de cabeza y la pelota cayó en la frontal. Por allí apareció Lucas Torró, ex canterano del Real Madrid, para empalar la pelota y lograr el 1-1. Pues nada. Una nueva final de menos de medio tiempo.
Pudo deshacer el entuerto Fede Valverde si su volea dentro del área en lugar de picuda hubiera sido precisa. El disparo del uruguayo, dentro del área, se fue al limbo. El Real Madrid volvía a pisar el acelerador. No le sirvió y como Ancelotti no estaba conforme hizo un cambio para variarlo todo: Rüdiger por Tchouaméni. Alaba pasaba al lateral zurdo y Camavinga adelantaba su sitio al centro del campo.
Un minuto después de la revolución de Ancelotti llegó el 2-1. La jugada, cómo no, fue de Vinicius, que sentó a sus marcadores con una superioridad demoledora, ganó la línea de fondo y la puso atrás. Kroos disparó desde la frontal, tocó en un rival y la pelota cayó en los pies de Rodrygo que estaba emboscado en el área y la puso por encima de la salida de Sergio Herrera con una delicada vaselina.
El Real Madrid volvía a gobernar la final pero Osasuna seguía sin rendirse. Arrasate ya había hecho tres cambios, incluido El Chimy, para quemar las naves. En el 80 Ancelotti tiró de Modric, ovacionado por la grada blanca. Descanso para un Kroos que terminaba la final algo fundido. Con el croata en el césped el Real Madrid supo manejar con maestría y talento los minutos finales. Ya tenía la Copa ganada, sólo era cuestión de no perderla en las postrimerías de la final para poder saludar a Felipe VI. Lo hizo y acabó llevándose la Copa del Rey en un partido marcado por el partidazo de Vinicius y la efectividad de Rodrygo, que se coronó con un doblete.
Pues eso. Dios salve al rey. Su Majestad el Real Madrid.