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Ataque volcánico

El fútbol, para ser realmente espectacular, necesita de dos equipos. Así fue en el Bernabéu. Unos y otros, cara a cara, sin complejos ni miedos. Sin exageraciones ni pérdidas de tiempo. Ni una palabra más alta que otra, simplemente jugando a superar y a resistir, a defender y a atacar sin cadena, así fue la ofensiva blanca, y contragolpeando con medida como los txuri-urdin. El Real y la Real. Espectacular.

El Madrid va hacia arriba. Ni un pero a su partido. Agresivos, intensos y buscando defender en campo contrario pese a la prórroga tres días atrás. Los centrales empujaban y el equipo respondía. Los blancos iban, las combinaciones se daban y el juego fluido sorprendía por la tralla acumulada y la concatenación de partidos sin descanso.

Vinicius y Rodrygo se buscaban. No eran polos opuestos, ni esperaban la jugada cada uno en su costado; al contrario, iban a por ella. Como si estuviesen en el fútbol de la calle, sin reglas ni rigideces, y tirando regates y paredes; por ende, sin hacer ni caso a los códigos del monótono fútbol donde prima no cometer errores ni salirse del guion. Los brasileños no sienten la presión ni el miedo escénico. Fútbol por sensaciones. Maravilloso.

Vinicius jugó sólo; en primer lugar, jugó en silencio. A lo suyo. Sin perder la concentración ni desgastarse en batallas inútiles. Fútbol, sólo fútbol; tras eso, desatado. Superando a contrarios, sin horizontalidades ni adornos. Tirando desmarques y pisando área aprovechándose del ataque volcánico del Madrid. Hubo más; tras Vinicius y Rodrygo, Ceballos. Recuperación y corte, esfuerzo defensivo y juego con mucho criterio. Dani sabe gobernar. En fin, hubo victorias que dolieron más.

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