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Ni comprobar el aceite ni los frenos: estos son los 4 errores en tu coche que provocan más averías en verano

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El verano es esa época del año que muchos esperamos con ganas: vacaciones, escapadas y rutas por carretera. Sin embargo, también es una de las estaciones más exigentes para nuestro coche. Las altas temperaturas, los trayectos largos y el uso más frecuente del vehículo ponen a prueba su mecánica. Lo curioso es que muchas de las averías que se producen en estos meses podrían evitarse fácilmente.

No estamos hablando sólo de revisar el aceite o los frenos, que son recomendaciones bastante conocidas, sino de otros aspectos igual o más importantes que solemos pasar por alto. Y es que la mayoría de conductores, por desconocimiento o confianza, descuida ciertos cuidados básicos que, en el contexto veraniego, pueden convertirse en auténticas bombas de relojería. En este artículo vamos a repasar cuatro errores muy comunes que suelen derivar en averías durante el verano.

1. Descuidar el sistema de refrigeración

Uno de los fallos más frecuentes en verano tiene que ver con el sistema de refrigeración del motor, y sin embargo, sigue siendo uno de los más ignorados por la mayoría de conductores. En pleno julio o agosto, el calor hace que el motor trabaje en condiciones mucho más exigentes. Si el circuito de refrigeración no está en buen estado, el riesgo de sobrecalentamiento se dispara.

¿Qué implica esto? Si no revisas el nivel del líquido refrigerante, su calidad o el estado del radiador y el ventilador, podrías enfrentarte a un fallo grave del motor. El calor excesivo puede deformar piezas, fundir juntas o incluso provocar una avería total del bloque motor,.

Un consejo básico pero efectivo: verifica el nivel del refrigerante antes de salir de viaje. Si notas que baja con frecuencia, podría haber una fuga en el circuito. Además, es recomendable cambiar el líquido refrigerante cada 2 o 3 años, aunque no haya perdido volumen, ya que con el tiempo pierde propiedades. También conviene inspeccionar visualmente el radiador para comprobar que no esté sucio u obstruido por insectos, hojas o suciedad, lo cual reduce su eficacia.

2. No prestar atención al estado de los neumáticos

Aunque muchos asocian los neumáticos al invierno y las lluvias, lo cierto es que el verano también puede ser muy duro para ellos. Las altas temperaturas hacen que el asfalto esté mucho más caliente de lo normal, y esto repercute directamente sobre las ruedas. Si los neumáticos están desgastados, mal inflados o envejecidos, aumentan notablemente las probabilidades de sufrir un reventón, sobre todo cuando se circula a alta velocidad por una autopista o una autovía.

Además, no sólo hay que fijarse en la profundidad del dibujo (que debe ser como mínimo de 1,6 mm, aunque lo recomendable es cambiarlos antes de que bajen de 3 mm), sino también en la fecha de fabricación. Los neumáticos envejecen con el tiempo, incluso si no han rodado muchos kilómetros. Una goma con más de cinco años puede empezar a perder elasticidad y adherencia, algo que se agrava con el calor.

3. Olvidarse del aire acondicionado

En invierno no lo usas, llega el verano, subes al coche, enciendes el aire… y sorpresa: no enfría. El sistema de climatización es más complejo de lo que parece, y como cualquier otra parte del vehículo, requiere un mantenimiento periódico.

Uno de los principales motivos por los que el aire acondicionado deja de enfriar es la falta de gas refrigerante. Este gas no se «gasta», pero puede ir perdiéndose poco a poco por microfugas en las conexiones. Por eso, si notas que el sistema no enfría como antes, es probable que necesite una recarga. No es una operación cara, pero dejarlo pasar puede hacer que se dañen otros componentes, como el compresor, que sí es una avería costosa.

También es habitual que se acumule suciedad o humedad en los conductos, lo que no solo reduce la eficiencia, sino que puede provocar malos olores o incluso la proliferación de bacterias. La solución es sencilla: revisar el filtro del habitáculo y cambiarlo una vez al año.

4. Ignorar la batería

Existe la creencia de que las baterías sólo fallan en invierno, pero lo cierto es que el calor también puede hacerles mucho daño. De hecho, el verano es una de las épocas con más sustituciones de batería, aunque no se hable tanto de ello.

Las altas temperaturas aceleran la evaporación del líquido electrolito que contienen, sobre todo en las baterías más antiguas. Esto hace que se deterioren antes y pierdan capacidad de carga. Además, los trayectos largos con el aire acondicionado, la radio, el GPS y otros dispositivos conectados aumentan el consumo eléctrico y pueden dejar en evidencia una batería ya debilitada.

Si la batería tiene más de tres años, es recomendable hacerle una revisión preventiva, especialmente antes de un viaje largo. Hay talleres que hacen esta prueba de forma gratuita o por muy poco dinero. También puedes fijarte en señales de advertencia como dificultad al arrancar, luces más tenues o problemas con el cierre centralizado.

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