Contenido
- 0.1 El significado de que una persona camine siempre con el móvil en la mano, según la psicología
- 0.2 Caminar está bien pero este ejercicio es mucho más efectivo y no cansa tanto: lo dicen los expertos
- 0.3 Las personas más felices comparten un solo hábito: una práctica sencilla en la que deberías centrarte cada mañana
- 1 Cómo eres si siempre ves las mismas películas en Navidad
Hay quienes esperan la llegada de diciembre con el entusiasmo de un niño: luces en las calles, villancicos, el olor a canela y, por supuesto, esas películas que se repiten cada año como si el tiempo no pasara. Love Actually, Solo en casa, El Grinch, Qué bello es vivir; da igual cuántas veces las hayas visto: en cuanto empieza a sonar la música del inicio, el espíritu navideño se apodera de ti. Pero ¿qué dice de nosotros Si siempre ves las mismas películas en Navidad?
¿Es simple nostalgia o hay algo más profundo detrás de esta costumbre tan extendida? Ver las mismas películas cada Navidad no es solo una tradición familiar o una cuestión de gusto. Generalmente, este hábito tiene mucho que ver con cómo gestionamos nuestras emociones y cómo nos relacionamos con el paso del tiempo. En un mundo cada vez más cambiante, donde la incertidumbre marca el ritmo, volver a ver algo conocido nos proporciona una sensación de seguridad y bienestar emocional. Y aunque pueda parecer un gesto trivial, en realidad refleja aspectos interesantes de nuestra personalidad y nuestras necesidades afectivas.
El poder del ritual: una forma de encontrar estabilidad
Los rituales, aunque sencillos, cumplen una función psicológica muy importante. Ver las mismas películas navideñas actúa como una especie de “ancla emocional”: algo predecible, constante y reconfortante en medio del caos cotidiano. Según un estudio publicado por la Universidad de Harvard sobre la psicología de los rituales, repetir actividades con un significado emocional —como ver un film cada año— reduce la ansiedad y refuerza el sentido de pertenencia. En definitiva, no solo es entretenimiento, sino también autocuidado.
Encender el televisor, preparar un chocolate caliente y disfrutar de una historia que ya conocemos palabra por palabra puede parecer una simple rutina, pero en realidad tiene un efecto calmante. La mente no necesita concentrarse en el argumento; ya lo conoce.
Lo que hace es disfrutar de la sensación de familiaridad, un refugio emocional en una época en la que la nostalgia está a flor de piel. Por eso, las películas navideñas favoritas se convierten en pequeños rituales personales o familiares, una forma de reconectar con lo que nos hace sentir bien.
Nostalgia y memoria emocional
La nostalgia, lejos de ser una emoción negativa, actúa como un pegamento emocional que une nuestro pasado con el presente. En Navidad, cuando todo nos invita a mirar atrás, ver las películas de siempre puede ser una forma de revivir momentos felices o de reconectar con personas queridas que quizás ya no están.
La Universidad de Oxford demostró en una investigación que la nostalgia ayuda a mejorar el estado de ánimo, refuerza la autoestima y fomenta el sentimiento de conexión social. Por eso, cuando ves Solo en casa por décima vez, no se trata solo de risa o entretenimiento: estás reviviendo un pedacito de tu propia historia.
De hecho, esa sensación de calidez emocional que nos invade cuando vemos una película conocida no tiene tanto que ver con la trama como con el contexto en el que la vimos por primera vez. Tal vez recuerdes la manta del sofá, el olor a comida familiar o las risas de fondo. Las películas se convierten así en cápsulas de memoria afectiva que nos devuelven, aunque sea por un rato, a un tiempo donde todo parecía más sencillo.
Además de sus beneficios emocionales, estas películas funcionan como puentes entre generaciones. Padres, hijos y abuelos pueden compartir las mismas historias sin importar la edad, creando un terreno común donde convergen los recuerdos. No es raro que cada familia tenga su propia “película de Navidad oficial”. Y con el tiempo, esa elección se transforma en tradición. En muchos casos, incluso cuando los hijos crecen y se van de casa, mantienen el ritual como una manera de sentirse cerca de los suyos, aunque sea a la distancia.
Esta costumbre también refuerza la identidad cultural compartida. Las películas navideñas, con sus valores de empatía, familia y redención, proyectan ideales que muchas personas intentan revivir en estas fechas. De algún modo, funcionan como espejos emocionales que nos recuerdan quiénes somos y qué es realmente importante.
La magia de lo conocido
Ver las mismas películas cada Navidad no es falta de originalidad: es una forma de volver a lo esencial. Nos recuerda que, aunque los años pasen, hay cosas que permanecen. En un mundo que cambia a una velocidad vertiginosa, estas pequeñas tradiciones nos reconectan con lo estable, con lo cálido, con aquello que sigue teniendo sentido.
Así que, si este diciembre ves otra vez Love Actually o El Grinch, no te sientas culpable. Estás participando en un ritual colectivo que mezcla ciencia, emoción y costumbre. Porque, al final, no se trata de ver una película: se trata de sentirte en casa, aunque solo sea durante dos horas.






