Contenido
- 0.1 La culpa de que siempre te sientas estafado la tienen dos hormonas, según la psicología
- 0.2 Ni llamadas ni regalos: el consejo de los cuidadores a las familias para que los mayores de 70 años eviten la soledad
- 0.3 El motivo por el que a algunas personas les atraen los uniformes, según la psicología
- 1 ¿Cómo son las personas que tienen en casa la flor de Pascua de Navidad?
Hay rituales en las fiestas de Navidad que son una práctica cultural en millones de hogares en todo el mundo. Uno de ellos es el de las personas que tienen una flor de Pascua en su casa, quienes suelen tener un perfil psicológico marcado por la sensibilidad simbólica, la conexión emocional con los rituales y una fuerte orientación hacia la esperanza y la renovación. Si bien a simple vista parece solo un gesto decorativo, mantener esta planta durante las fiestas revela rasgos sobre la manera de relacionarse con los ciclos de la vida, la tradición y el cambio.
Según nombran desde Floristería La Trastienda, la flor de Pascua no es solo un adorno navideño, sino un símbolo lleno de historia y significado que muchas personas adoptan con intención. La psicología de quienes valoran esta planta se vincula también con su simbolismo multicultural. «La flor de Pascua es de origen mexicano, donde era llamada cuetlaxochitl, y representaba pureza y vida nueva», mencionan desde La Trastienda. A su vez, en Interflora añaden que su color rojo, su floración invernal y su forma estrellada hacen que se asocie con la renovación, la protección y la buena fortuna tanto en Europa como en Asia y América Latina. «Esta riqueza simbólica suele atraer a personas que encuentran calma en los rituales anuales y seguridad en lo familiar», comentan. Además, se presenta otro elemento psicológico fundamental: la idea de impermanencia, explicada por Megan Sutherland, psicóloga y trabajadora social de Asesoramiento Willow Tree. «Estas personas suelen conectar emocionalmente con aquello que marca un cambio de ciclo y puede ofrecer estabilidad frente a la naturaleza cambiante de la vida», afirma Sutherland.
Las personas que buscan repetir cada año tradiciones como ubicar una flor de Pascua en un lugar especial del hogar tienden a mostrar una alta orientación hacia la estructura emocional.
En ese sentido, los rituales les permiten reforzar una narrativa de continuidad, pertenencia y sentido. Para estos individuos, la Navidad no es solo una celebración social, sino un espacio simbólico donde se renuevan vínculos, deseos y expectativas.
Según Interflora, la flor de Pascua está cargada de significados históricos y espirituales que actúan como un ancla emocional.
Una gran sensibilidad hacia el simbolismo y la naturaleza
Quienes eligen esta planta suelen poseer una especial atención hacia los símbolos naturales. Las culturas mencionadas por Floristería La Trastienda la asociaban con pureza, vida y renacimiento. Así, en Europa representa esperanza; en Asia se vincula con prosperidad; y en América Latina, con protección y buena suerte.
«Esta amplitud de interpretaciones atrae a personas que conectan de forma intuitiva con los mensajes de la naturaleza y buscan rodearse de signos que fortalezcan su visión positiva de la vida», explican. Por lo tanto, la flor funciona como recordatorio de que incluso en invierno, y en momentos difíciles, es posible la renovación.
La búsqueda de ilusión y permanencia
La especialista Megan Sutherland, de Asesoramiento Willow Tree, señala que los seres humanos solemos preferir aquello que da una ilusión de estabilidad: el hogar, las rutinas, ciertos objetos que repetimos cada año.
Para algunas personas, la flor de Pascua se vuelve precisamente uno de esos elementos. Tenerla siempre en casa durante Navidad les permite mantener la sensación de orden frente a la incertidumbre cotidiana.
«Esta inclinación revela un rasgo psicológico profundo: un deseo de seguridad emocional y de continuidad, incluso si dicha continuidad depende de un gesto temporal y simbólico», sostiene Sutherland.
La aceptación del cambio y de la impermanencia
Paradójicamente, la flor de Pascua también representa lo contrario: la aceptación de que todo cambia. Su ciclo de vida, su fragilidad y su florecimiento invernal evocan la impermanencia que Sutherland describe como una condición inevitable.
Las personas que eligen esta planta cada Navidad suelen tener una relación madura con la idea del cambio. Entienden que los ciclos concluyen y vuelven a empezar, y ven en la flor una metáfora visible de ello. Este equilibrio entre permanencia e impermanencia refuerza su resiliencia psicológica.
La conexión emocional con el cuidado
La flor de Pascua requiere cierta atención para mantenerse en buen estado. Quienes disfrutan cuidarla revelan rasgos como empatía, paciencia y una inclinación hacia la responsabilidad emocional.
A su vez, resulta significativa la relación de las personas que tienen esta flor en casa no solo la colocan por tradición, sino que la observan, la protegen y valoran su evolución. Este patrón es común en personas que encuentran bienestar en ofrecer cuidado, ya sea a plantas, a relaciones o a proyectos personales.
Otro aspecto clave sobre la flor de Pascua es la necesidad de expresar buenos deseos. En muchas culturas, regalarla o mostrarla implica desear prosperidad, alegría y fortuna. Por eso, quienes siempre la tienen en casa suelen ser personas emocionalmente expresivas, que disfrutan transmitir buenos deseos a su entorno. Así, la planta funciona como un mensaje visible de apertura, optimismo y afecto.






