Contenido
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- 0.3 Las personas con mayor inteligencia emocional siempre dicen esta palabra en lugar de «lo siento»
- 1 La práctica para combatir la ansiedad
Vivimos en una época en la que la mente rara vez descansa. Las preocupaciones, la autoexigencia y el exceso de estímulos se han convertido en un ruido constante que nos acompaña incluso en los momentos de calma. La ansiedad, en este contexto, se manifiesta como una respuesta del cuerpo y la mente a esa sobrecarga. No siempre se trata de lo que ocurre a nuestro alrededor, sino de cómo lo interpretamos. Así lo recuerda la psicóloga Belén Colomina en una de sus publicaciones recientes: «Muchas veces creemos que lo que nos hace sufrir es lo que pasó, pero si lo observas con calma, notarás que la mayor parte del malestar viene de lo que piensas sobre eso que pasó».
La reflexión de Colomina —experta en mindfulness y psicología clínica— pone el foco en un aspecto fundamental: no siempre sufrimos por los hechos en sí, sino por la interpretación que hacemos de ellos. Nuestra mente, dice, «interpreta, evalúa, anticipa y repite», y en ese proceso puede llegar a agotarse. Por eso, aprender a regular los pensamientos y conectar con el cuerpo a través de la respiración se ha convertido en una herramienta poderosa para aliviar la ansiedad. La meditación guiada, una práctica cada vez más extendida, se presenta como un espacio de pausa, atención y cuidado interior en medio de la vorágine diaria.
La práctica para combatir la ansiedad
Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), más de 300 millones de personas en el mundo sufren algún tipo de trastorno de ansiedad, y las cifras siguen en aumento. En España, los datos del Ministerio de Sanidad indican que aproximadamente el 6,7% de la población ha recibido diagnóstico de ansiedad en algún momento, aunque se estima que la cifra real es mucho mayor debido a los casos no detectados.
Los expertos señalan que una de las principales causas de esta epidemia silenciosa es la sobrecarga mental. La sociedad actual nos empuja a rendir constantemente, a anticiparnos a los problemas y a mantener un nivel de productividad que a menudo roza el límite de lo sostenible. Esa exigencia genera un estado de alerta continua, lo que activa el sistema nervioso simpático, responsable de las respuestas de estrés. Con el tiempo, esta activación constante puede derivar en ansiedad crónica, insomnio o incluso problemas físicos.
La respiración como ancla frente a la ansiedad
Uno de los recursos más efectivos para combatir la ansiedad es también uno de los más sencillos y accesibles: la respiración consciente. Belén Colomina insiste en que la respiración es una valiosa herramienta de regulación. Cuando respiramos de forma pausada y profunda, el cuerpo envía señales de calma al cerebro, lo que activa el sistema nervioso parasimpático y ayuda a reducir la frecuencia cardíaca y la tensión muscular.
Estudios del National Center for Complementary and Integrative Health (NCCIH), dependiente del Gobierno de Estados Unidos, han demostrado que las técnicas de respiración controlada y meditación reducen los niveles de cortisol —la hormona del estrés— y mejoran la capacidad de concentración. Incluso unos pocos minutos al día pueden marcar una diferencia significativa en el estado emocional y mental.
La meditación guiada, en particular, facilita este proceso. Escuchar una voz que dirige la atención hacia la respiración o hacia sensaciones corporales ayuda a frenar la dispersión mental y a reconectar con el presente. No se trata de vaciar la mente, sino de observar los pensamientos sin dejarse arrastrar por ellos.
La carga mental y la necesidad de parar
En el caso de muchas personas, la ansiedad está directamente relacionada con la carga mental: ese exceso de pensamientos, tareas pendientes y responsabilidades que se acumulan día tras día. Este fenómeno, especialmente frecuente entre las mujeres, puede generar una sensación de saturación que impide desconectar incluso durante el descanso.
Descansar unos minutos al día para practicar meditación guiada o respiración consciente puede ser un primer paso hacia el equilibrio. No hace falta experiencia ni grandes rituales: basta con sentarse, cerrar los ojos y seguir la voz de una guía que oriente la atención hacia el cuerpo o el entorno. Con el tiempo, esta práctica entrena la mente para responder con calma en lugar de reaccionar desde la tensión.
Respirar: un hábito que transforma
El cambio no ocurre de la noche a la mañana, pero los efectos de incorporar la meditación guiada son acumulativos. A medida que la práctica se vuelve constante, la mente aprende a identificar los patrones de pensamiento que generan malestar y a soltarlos antes de que se conviertan en ansiedad.
Además, esta herramienta no solo alivia el estrés, sino que mejora la calidad del sueño, la concentración y la sensación general de bienestar. Cada respiración consciente es, en definitiva, un recordatorio de que el presente es el único lugar donde realmente podemos actuar.