Contenido
- 0.1 Lara Ferreiro, psicóloga, sobre las cenas de empresa: «La tensión sexual del año…»
- 0.2 Pablo Ruisoto, psicólogo, «No es que Black Friday cambien la mentalidad de la gente…»
- 0.3 Ni a los 65 ni a los 70: ésta es la mejor edad para jubilarse, según la psicología
- 1 ¿Cuál es el poder emocional de las luces de Navidad?
El clima festivo de Navidad genera alegría en miles de personas que disfrutan de la celebración para reunirse con familiares. En este sentido, uno de los accesorios más característicos son las luces de Navidad que aportan un sentido particular en la forma en que percibimos esta época del año. Además, su impacto en el estado de ánimo es más profundo y significativo. Para diferentes instituciones, más allá del factor estético, las luces de navidad activan zonas relacionadas con la emoción y el bienestar, y muchas personas se sienten más animadas cuando comienzan a aparecer en las calles y en casa.
Según la psicóloga Deborah Serani, entrevistada por Today, decorar en Navidad genera “un cambio neurológico que puede producir felicidad”, algo que nos conecta con sensaciones placenteras y altera positivamente nuestra rutina. A este efecto neurológico se suma la capacidad de las luces navideñas para estimular hormonas ligadas al bienestar. «Los colores brillantes y la iluminación característica de estas fechas aumentan la dopamina, lo que favorece un estado emocional más positivo», explica Serani. También interviene la nostalgia, un componente que nos transporta a momentos seguros, alegres o significativos de la infancia. Si las experiencias navideñas previas fueron positivas, el cerebro tiende a querer recrear el ritual de colocar las luces. Además, mencionan que hay un factor social y que las personas interpretan las decoraciones exteriores como señal de amabilidad y apertura, lo que puede mejorar la impresión entre vecinos y el sentido de comunidad.
Las luces brillantes captan la atención de nuestro cerebro de manera casi automática. La Universitat de Barcelona explica que estos estímulos activan la corteza visual y áreas vinculadas a la emoción, como la amígdala, generando sensaciones de calma y felicidad.
A su vez, comentan que el proceso responde a un mecanismo evolutivo y los seres humanos estamos preparados para reaccionar ante estímulos visuales novedosos, brillantes o intermitentes.
En Navidad, la abundancia de luces, ya sean cálidas, blancas o multicolores, potencia esta activación y se convierte en un refuerzo emocional constante durante varias semanas.
¿Qué colores activan el bienestar?
Los colores asociados a la Navidad, especialmente el rojo, el dorado y el verde intenso, tienen un profundo impacto emocional. La Universitat de Barcelona señala que estos tonos generan sensaciones de calidez, conexión y seguridad.
«En un periodo del año donde las horas de luz natural disminuyen, estas luces de Navidad funcionan como un contrapunto estimulante que ayuda a mantener un estado de ánimo más equilibrado», afirman. Además, la cromoterapia refuerza esta idea al proponer que la luz y el color pueden modificar niveles de energía y promover emociones positivas.
La importancia de crear un ambiente multisensorial
No solo la luz influye en el ánimo durante la Navidad. El ambiente festivo también cuenta con la música navideña que activa conexiones entre la corteza auditiva y el hipocampo, evocando recuerdos cargados de emoción. También son importantes los aromas como canela, pino o chocolate caliente, que estimulan directamente el sistema límbico y activan nuestras emociones más profundas.
«La combinación de luces, sonidos y olores genera una experiencia inmersiva que potencia la liberación de dopamina y oxitocina, hormonas vinculadas al placer y al apego», sostienen desde la Universidad.
Las tradiciones y la memoria emocional
El Centro de Bienestar Mental destaca que las luces de Navidad también representan tradición, unión y continuidad emocional. Por lo tanto, decorar, especialmente cuando se hace con anticipación, revive rituales familiares como hacer el árbol, envolver regalos o cocinar en compañía.
«Estos gestos no solo despiertan gratitud, sino que fortalecen el sentido de pertenencia, la generosidad y la conexión social. En un mundo acelerado, estas prácticas ofrecen un espacio para reconectar con los propios afectos y recuperar momentos compartidos», indican los expertos.
El valor de la creatividad, el juego y la atención plena
Colocar luces navideñas también es una actividad creativa que fomenta la expresión personal. Decidir colores, formas, patrones o la manera de distribuirlas permite que cada persona diseñe un ambiente a su gusto, generando una sensación de logro y satisfacción.
Según el Centro de Bienestar Mental, esta creatividad puede despertar un asombro infantil que reduce el estrés y aumenta la relajación. Además, decorar implica concentración en el presente: ajustar cables, manipular adornos o elegir lugares que requiere un tipo de atención plena que ayuda a desconectar de pensamientos intrusivos o preocupaciones diarias.
Las autoridades del Centro de Bienestar Mental destacan que, durante el invierno, las luces de Navidad funcionan como pequeñas dosis de luminosidad emocional. En un periodo marcado por la falta de sol y, para muchas personas, por el cansancio acumulado del año, este brillo constante actúa como un regulador anímico.
«Más allá de lo simbólico, existe una base biológica: la exposición a luces suaves y cálidas estimula la serotonina, esencial para la estabilidad emocional y el bienestar general», indican. De esa manera, la iluminación navideña funciona como un refugio sensorial que logra aliviar la rutina y aporta serenidad.






